miércoles, 1 de diciembre de 2010
Ventanas
miércoles, 6 de octubre de 2010
La vida en libros
Hoy he oído en la radio que para leer en su totalidad el contenido de Wikipedia, harían falta 14 años ininterrumpidos de una hipotética vida en la que no se come, ni se duerme, ni se para un segundo para descansar. Catorce años enteros leyendo y leyendo sin cesar… No he podido evitar preguntarme: si esto es con una enciclopedia de internet de creación relativamente reciente, ¿cuántos años de nuestra vida harían falta para leer toda la literatura creada por el Hombre? A veces he pensado algo parecido en otros términos, desde otro punto de vista, y me ha resultado desalentador: no basta una vida, no basta el tiempo, para leer todo lo “leíble”. Pasarán los años sin que hayamos podido descubrir verdaderas joyas y también, inevitablemente, habremos perdido un tiempo precioso leyendo cosas pasables que podríamos haber empleado en leer algo mucho mejor. Algo que está ahí, en alguna parte del mundo, en una estantería olvidada o, incluso, en el cajón de un escritor frustrado. La capacidad creadora del ser humano no tiene límite, pero, por el contrario, la capacidad para acceder a esa creación es absolutamente limitada. La creación total de la Humanidad es algo colectivo, mientras que las lecturas quedan para uno mismo como algo individual. Y no sólo eso, sino que la porción de lecturas que elijamos entre esa masa inmensa (infinita comparada con nuestra vida acotada) de lecturas posibles nos hará lo que somos, nos transformará un poco, nos moldeará. Así pues, se trata de una elección crucial… Cada vez que elegimos un libro descartamos un millón de ellos. No sé a vosotros, pero a mí me produce auténtica frustración. Se me ocurre medir el tiempo en libros en lugar de en segundos. ¿Os imagináis?
-¿Cuánto tiempo vivió ese señor?
-4597 libros completos y 7 capítulos. Que en paz descanse.
viernes, 17 de septiembre de 2010
Rutinas
viernes, 10 de septiembre de 2010
Tiempo y Acción (I)
Antes de que empecéis a leer quisiera advertir que este es el post más denso que he escrito hasta ahora en el blog. Para los lectores habituales a los que no os interesa escribir, no recomiendo su lectura. En realidad, no sé si se la recomiendo a alguien porque es fruto de una intensa paranoia, pero aquí está. ¿En qué otro sitio podría poner un post como éste si no es en un blog de literatura? Espero no herir demasiado vuestra sensibilidad… :P
Quería tratar aquí acerca de un aspecto teórico y concreto de la escritura, alejarme de divagaciones, y finalmente he decidido basarme en el tiempo y la acción narrativas. Aunque este tema da (y seguramente dará) para muchos posts, hoy me conformo con hacer una aproximación que posteriormente —y siempre en función de la inspiración— se irá profundizando. No me he basado en ningún manual de narratología, sólo son apreciaciones personales que, como tales, no estarán exentas de errores e inexactitudes.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Carta a un joven escritor
Edito:
¡Qué cabeza la mía! Acabo de darme cuenta de que hay una continuación de la carta con fecha de 2 de agosto:
Carta a un joven escritor (II)
sábado, 21 de agosto de 2010
Plazo de entrega
Quizás sea un mito o algún tipo de trauma infantil (habría que ver qué opinaba Freud sobre esto), pero parece que trabajar bajo presión da buenos resultados. Creo que ése es el verdadero motivo de que por ahora únicamente me haya presentado a concursos y no haya enviado de forma libre a ninguna editorial: el establecimiento de un plazo concreto para el envío hace que me ponga las pilas. En un envío que no va dirigido a ningún concurso cualquier día es bueno, y eso hace que sea demasiado fácil de posponer. “Ya lo enviaré mañana”. En cambio, cuando te ponen un día concreto (incluso una hora) o lo envías o te quedas fuera, sin participar. O sí o no, y punto.
Por eso creo que esta presión, al menos para mí, es muy positiva. Ocurre de forma invariable: el día que hago el envío para un concurso de lo único que tengo ganas es de seguir escribiendo, igual que ocurre el día en que conozco el fallo del jurado. Ganar, lo que se dice ganar, con el significado esperado (RAE: Obtener lo que se disputa en un juego, batalla, oposición, pleito, etc) no creo que gane, pero quizá de estos momentos de trabajar bajo presión pueda sacar una buena historia. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os ocurre lo mismo?
Habrá quien arguya que escribir es un hecho artístico y creativo y que, como tal, no se puede llevar a cabo con prisas, ni con nervios… que requiere su tiempo y su meditación. Es cierto. Aclarar que en este caso no concibo la presión como prisas o angustia, sino, simplemente, como la fuerza impulsora que me pone en movimiento. Hoy es un día de esos en que tras el envío mi motor se pone en marcha. Tendré que ir a aprovecharlo.
jueves, 19 de agosto de 2010
Preparativos
martes, 17 de agosto de 2010
Versión... ¿definitiva?
viernes, 30 de julio de 2010
Pobres y ricos
lunes, 19 de julio de 2010
Cucarachifobia
viernes, 25 de junio de 2010
Vuelta a la carga
martes, 8 de junio de 2010
En el otro lado
Ya el año pasado me di cuenta de que tratar de valorar un conjunto de obras de la forma más justa no es tan sencillo como parece. Me resultó fácil localizar las obras más flojas, pero la cosa iba haciéndose más complicada a medida que aumentaba la calidad. Especialmente cuando me quedé con dos o tres relatos de calidad bastante similar, y sabía que tan sólo podía elegir a un finalista y un ganador. Al final puntué como mejor me pareció, y terminé contenta, pues mis dos obras elegidas (que no valoraba yo en exclusiva) quedaron finalista y ganadora (aunque a la inversa, mi finalista quedó ganadora y mi ganadora finalista), lo que me llevó a pensar que, después de todo, no tengo muy mal criterio :)
De todas formas, la cosa se quedó ahí. No pude llevarme más impresiones sobre el concurso porque me fue imposible acudir a la entrega de premios. Pero este año sí he podido. Ventajas de estar en el paro, supongo.
Este año debía valorar tres categorías en lugar de una, y también he quedado satisfecha, pues mis predicciones resultaron bastante acertadas, exceptuando pequeños cambios, tal y como sucedió el año pasado. Parece que soy especialista en elegir finalistas que luego quedan ganadores, y a la inversa :P
La entrega de premios me pareció muy emocionante. De hecho, ¡lo pasé fatal! Yo no tenía que hacer nada en particular, excepto estar ahí, pero creo que estaba igual de nerviosa que si hubiese estado esperando un premio para mí. Pero, al margen del aspecto emocional, me he llevado un par de conclusiones interesantes:
- Los miembros del jurado no son monstruos sin corazón. Me explico. Siempre me ha parecido un tanto injusto que una misma persona pueda alzarse con gran cantidad de premios, o ganar repetidamente uno en concreto. Es algo que hemos tratado mucho en el blog. ¿Hasta qué punto es normal que una misma persona gane muchas veces, negándole la posibilidad de ganar a un autor desconocido, nuevo? Pues bien, debo retractarme, en cierto modo, de mis quejas. En una de las categorías que tuve que valorar, fue elegida como ganadora la misma persona que había ganado el año pasado. Como no es posible que una misma persona gane durante dos convocatorias seguidas, no pudo llevarse el premio. Conclusión: valoré positivamente a la misma persona que el año pasado. Y no, no reconocí su mismo estilo, ni lo hice a propósito, ni había nada amañado. Valoré positivamente su obra porque, objetivamente, de todas las presentadas, me pareció la mejor. Esto me ha hecho darme cuenta de que no hay que buscarle tres pies al gato: es perfectamente posible que en un mismo concurso acabe destacando la misma persona. Es perfectamente posible que no se haya presentado ninguna obra de más calidad. Y es perfectamente posible valorar esa obra sin darte cuenta de que está escrita por la misma persona. Es decir, tal vez si la volviese a leer ahora, vería similitudes con la obra del año anterior, tal vez en la forma de expresión, tal vez en el estilo, pero lo cierto es que mientras estaba leyendo todas las obras no se me pasó por la cabeza que pudiese estar leyendo a los mismos autores, o alguno de ellos. Simplemente, no lo pensé, y valoré la mejor obra, a mi juicio. Desde luego que éste es un concurso mucho más pequeño que el BdV, por ejemplo. Tal vez sea más complicado considerar estas cosas en el ámbito de un concurso donde se presentan cientos de obras y donde, por mera estadística, siempre nos parece muy poco probable que, por medios justos, pueda destacar repetidamente un mismo autor. Pero ahora veo que es algo que sucede, y que, de hecho, he podido experimentar.
- En igualdad de condiciones, se valora la temática. Y me duele un poco reconocer que en eso suelo discrepar. Tal vez por eso tiendo a elegir finalistas que luego son ganadores, y a la inversa. Reconozco que, ante dos obras de calidad similar, me suelo decantar por la más extraña, la más inusual. Igual es porque me veo más reflejada, desde mi posición de Escribo cosas que luego no sé dónde demonios enviar. Creo que me parece más justo. Si leo una obra muy buena pero me da la impresión de que está contando algo más visto, más manido, me siento en cierto modo incapaz de elegirla como ganadora. Para mí es como si le faltase algo. Pues bien, he podido comprobar que suele suceder justo al contrario. Ante dos obras de calidad similar, se suele descartar la más extraña. Y, por contra, se elige la más bonita o emotiva, que en la mayor parte de los casos suele ser la más convencional. Esto me resulta un poco frustrante, pues viene a confirmarme la idea de que casi nunca se apuesta por lo diferente. Pero bueno, tampoco puedo quejarme, porque estamos hablando de obras buenas. De obras que, al fin y al cabo, fueron mis finalistas :)
Podría extenderme más, pero, en esencia, esto es lo más interesante y lo que más me ha hecho pensar. Lo que más me ha abierto los ojos, a nivel de comprender cómo funciona ese grupo de personas malvadas y terribles que deciden quién se lleva el ansiado premio.
Saludos!
miércoles, 26 de mayo de 2010
Post edición
Y meditando sobre estos asuntos me he dado cuenta de que la publicación, aunque sea a través de una editorial, incluso a través de ganar un concurso prestigioso, no es suficiente. Hay una evaluación posterior al proceso de escribir la obra, de corregirla, de enviarla, de ser considerada por un jurado, de ser declarada ganadora o apta para su publicación. Ahí ya no está tan sólo nuestra obra en juego, sino nuestro nombre como escritores. Sé que puede sonar tópico todo esto, pero lo ilustraré con ejemplos. Recientemente he adquirido dos obras que han sido galardonadas con el Premio Barco de Vapor:
- “Sombra”, de Pilar Bordons, Premio Barco de Vapor 2004
- “El Secreto de If”, de Ana Alonso y Javier Pelegrín, Premio Barco de Vapor 2007
Ambas han ganado el mismo premio y además de forma reciente, con pocos años de diferencia entre ellas. Y, sin embargo, son muy distintas…
Mi impresión como lectora es que cuando se presentó “Sombra”, difícilmente se pudo haber presentado al concurso una obra mejor. No he leído ningún otro original de los participantes en esa convocatoria, pero desde luego lo tuvieron muy difícil. Ni que decir tiene que me ha encantado y que la creo, incluso sin la relatividad que me aportaría poder compararla con sus competidoras, absolutamente merecedora del premio.
En cuanto a “El Secreto de If”, la impresión que me queda es muy distinta… Sin ser una obra mala en absoluto, no acaba de tomar esa forma esférica que adopta en mi mente un libro que me engancha. Está bien, pero… Tiene un pero y no puedo determinar cuál con exactitud. Creo que le falta pasión. Te apetece seguir leyendo, saber lo que sucede, pero los personajes no acaban de enganchar. De modo que me pregunto, inevitablemente, si fue la mejor obra que se presentó en 2007. Si los jurados se ven obligados a elegir un año entre varias obras estupendas y, al siguiente, o al otro, entre otras obras que, simplemente, “están bien”.
En fin. Hay un proceso de post edición mucho más importante que la edición en sí. Cuando te enfrentas cara a cara al lector, todavía habrá un motivo que nos quitará el sueño más que ahora el hecho de publicar.
¡Qué vida más estresante esta de escritor!
lunes, 10 de mayo de 2010
Incertidumbre
He titulado este post Incertidumbre, y es que ahora mismo no hay ninguna palabra que pueda resumir más mi situación. Me encuentro como en el aire en multitud de asuntos, y si bien ello guarda su pequeña porción de belleza, también guarda una gran porción de incomodidad.
Hacía tiempo que no sentía tantas dudas relativas a la literatura, y a mi futuro sobre ella. Supongo que mi cierta desilusión sobre ella es tan sólo el reflejo de cómo me siento en otros aspectos de mi vida (ya sabéis, los sentimientos de contagian de un área a otra).
Empezaré diciendo que, como muchísima gente ahora mismo, estoy sin empleo. Y eso me tiene desquiciada. Debería sentirme afortunada por disponer de más tiempo para escribir, pero mi inspiración ha decidido hacer eso tan propio de ella: desaparecer cuando más tiempo le puedo dedicar. Seguro que en un futuro, cuando ande ocupada y no tenga apenas tiempo para escribir, renacerá con toda su fuerza. Eso es así ;) El caso es que tras muchas vueltas y muchas dudas, he decidido ponerme a estudiar. No sé si alguna vez he mencionado que mi profesión no es que me apasione precisamente, y que llegué a ella y cursé esos estudios por azares del destino, y no por vocación. Me he torturado en infinitas ocasiones por no hacer algo más interesante con mi vida, pero solía consolarme diciéndome que, al fin y al cabo, mi gran sueño es ser escritora, y para lograr ese sueño ya estoy luchando. Y eso es verdad. Pero también es verdad que es duro trabajar en algo que te motiva poco o nada. Y es verdad, además, que siempre he sido un poco culo inquieto, y si bien me gusta escribir, también me gusta la fotografía, y el dibujo, y multitud de cosas más que no he tocado pero tocaría si pudiese tener siete vidas en vez de una. Total, que seguramente voy a comenzar un ciclo formativo de Diseño y Producción Editorial. Que, al fin y al cabo, tampoco se aleja tanto del mundo de la literatura.
Pero claro, me comen las dudas. Porque llevo siglos sin estudiar y me da cierto pánico dedicarme a eso y no a trabajar, o al menos no a tiempo completo. Pero bueno, supongo que si quiero dejar de sentirme estancada a nivel profesional, es lo mejor que puedo hacer. Y, además, el tema del empleo está tan mal, que o hago algo para ampliar mis posibilidades, o poca cosa veo en un futuro cercano.
Y siento soltaros este rollo que, en realidad, no tiene mucho que ver con la temática del blog. Pero ahora viene lo relativo a la literatura.
Mentiría si dijese que los libros de relatos de Calabazas en el trastero no han tenido parte de culpa, por decirlo de algún modo. Recibí todos los volúmenes publicados hasta la fecha, y varios relatos me han impresionado bastante. La mayor parte de los autores son noveles. Algunos son más o menos conocidos en la red, pero otros ni siquiera eso. Y eso, el encontrarme con relatos de gente totalmente desconocida que me han encantado, con relatos que además no están pulidos hasta la perfección, ha despertado mi consabido sentimiento de El arte, siempre, debería ser más visceral que formal. Y el resultado de todo ello ha sido cierta desilusión hacia el proceso que, nos guste o no, hay que seguir para ser un escritor consagrado. Porque sí, de acuerdo, he aprendido mucho desde que me tomo todo esto más en serio, desde que intento ser más correcta y escribir mejor. Pero no puedo evitar tener la sensación de que siempre hay algo que se queda por el camino. De que es muy difícil (que no imposible, pero muy difícil) mantener intacta el alma de lo que queremos transmitir, y al mismo tiempo ceñirnos a todas las reglas formales que convertirán nuestro trabajo en una buena obra a ojos de las editoriales. O, al menos, para mí es difícil.
Todo esto me lleva a la frase citada por Begoña en los comentarios del post anterior: El verdadero talento no necesita público. Entendiendo por ello que no se trata de que un artista trabaje sólo para sí mismo, sino que no porque una obra no sea conocida, es mala. Y me pregunto hasta qué punto hago bien (y ahora hablo sólo de mi caso particular) tratando de ajustar mis obras a los criterios de un público masivo. Porque tal vez no se trate de captar a un público muy extenso, sino de captar al público adecuado. Me doy cuenta de que, ahora mismo, me haría inmensamente feliz tener un relato publicado en Calabazas en el trastero (y que conste que no lo digo como algo quimérico: al fin y al cabo voy a participar en la próxima convocatoria, podría suceder!), y eso a pesar de ser una publicación pequeña y bastante difícil de encontrar. Pero, ¿por qué me haría feliz? Porque soy consciente de que tengo un montón de relatos escritos desde hace siglos que encajarían con lo que buscan, y, sobretodo, sé que su público valoraría mejor lo que es mi verdadero estilo, aquél con el que disfruto más a la hora de escribir. En otras palabras, he leído a ciertos autores en sus páginas que seguramente serían rechazados por una editorial enorme, y que tal vez jamás se conviertan en escritores importantísimos, pero que me han encantado porque escriben como y sobre lo que me gusta, y de los cuales compraría novelas enteras a ojos cerrados.
En conclusión, creo que echo un poco de menos la época en la que no me preocupaban las opiniones externas. Aquella época en la que escribía por el placer en sí de contar historias y plasmar sentimientos, y escribía lo que me daba la gana, sin pensar en el género o el público al que me dirigía. Cuando escribía para sacar algo que llevaba dentro, y punto. Me duele un poco darme cuenta de que, de todas mis obras, hay un par de las que estoy especialmente orgullosa y que son las que menos salida real tienen, porque no sabría a dónde enviarlas, y porque sé que si tratase de modificarlas para hacerlas aptas para el gran público, perderían todo lo que tienen de mí.
Como he mencionado en otras tantas ocasiones, y como ya sabéis, imagino que lo mejor es tratar de encontrar el equilibrio. Escribir algo que pueda llevarnos al éxito, pero disfrutando con ello. Porque, al fin y al cabo, debemos escribir para disfrutar, no podemos convertirlo en una tediosa rutina más.
Ahora estoy escribiendo una obra que espero poder presentar a varios concursos, y aunque se trata de una historia que hace unos años jamás hubiese escrito, estoy disfrutando con ella. Más de lo que esperaba en un principio. Pero sé que mi verdadero yo (el anárquico, el que no conoce de literatura correcta) me está llamando, reclamándome una atención que le tengo negada desde hace tiempo. Y me temo que, en cuanto acabe la obra actual, tendré que rendirme a él, aunque eso signifique pasar un tiempo (no sé cómo de largo) sin dar a luz ninguna obra presentable...
Disculpadme si os he aburrido :) Saludos!
martes, 4 de mayo de 2010
Picasso me pica
Por supuesto, y ante todo, mi enhorabuena.
No es que tuviera la esperanza consciente y racional de lograrlo (por lo visto se han presentado 156 originales), pero sí esa otra, la de los ilusos y los desahuciados, que siempre se despeña desde más arriba que ninguna. Por suerte (o por desgracia) es la misma esperanza terca como una mula que me ha impulsado a ponerme a escribir nada más conocer el fallo del jurado.
sábado, 1 de mayo de 2010
Primero de mayo
viernes, 23 de abril de 2010
¡La parrilla cumple un año!
sábado, 17 de abril de 2010
Longitudes
Sin embargo, sí que he detectado algo común a la mayor parte de estos libros: capítulos cortos. Puesto que soy una persona un tanto caótica y desordenada nunca, hasta ahora, me había planteado la división por capítulos a priori. Yo escribía la totalidad del texto y después ponía divisiones artificiales.
Pero viendo esta característica común de los libros infantiles creo que, para el lector, tiene algunas ventajas: más facilidad para leer y bloques argumentales definidos. La construcción de la trama es paulatina, no se entremezcla y, por tanto, se hace más amena su lectura. Esto es algo de lo que mis textos carecen y, si la mayoría de obras infantiles publicadas son así, debe de ser por algo.
A mí me ha parecido que los capítulos cortos permiten una lectura más emocionante, con más sobresaltos, pues piden a gritos ser concluidos con una frase intrigante, que abra nuevas dudas y nuevos misterios de cara al próximo capítulo, y así sucesivamente. De hecho, creo que el nivel de tensión puede aumentar mucho si se trata cada capítulo como una especie de relato corto, que siempre suele dejar marcada huella en el lector.
¿Qué opináis vosotros? ¿Puede jugar la longitud de los capítulos un papel fundamental en la construcción de la trama del libro o, por el contrario, os parece indiferente?
viernes, 2 de abril de 2010
Día de la literatura infantil y juvenil
La repercusión de su obra llevó a que el día 2 de abril, aniversario de su nacimiento, se instaurara el Día de la literatura infantil y juvenil y, también, a que el premio internacional que lleva su nombre, el Hans Cristian Andersen por toda una trayectoria, sea considerado el "Nobel infantil".
lunes, 22 de marzo de 2010
Escritores disciplinados
En mi caso, el resultado era un montón de fragmentos desmembrados, muy bonitos, sí, pero sin ton ni son, sin disciplina. Llevo varios años haciendo un esfuerzo descomunal por mejorar eso, y como resultado de este proceso de desni-nización estoy comenzando a asumir mis responsabilidades como aspirante a escritora con obra publicada. Porque, como apuntó Elsa Aguiar en su blog, "escribir bien y escribir una buena novela son cosas diferentes". De modo que para escribir una buena novela debemos asumir ciertas obligaciones. A mí se me ocurren varias que indico a continuación:
-Escribir lo que le conviene a la obra, y no lo que nos conviene a nosotros. Ésta es la más importante. La conveniencia y el deseo son cosas que con frecuencia no coinciden. A lo mejor a mí me apetece en ese momento extenderme en detalles y más detalles, hacer un ejercicio de demostración de mi estupenda retórica, y resulta que lo adecuado para la obra es un pasaje tenso, inquietante, de frases cortas y carentes de paja. Esto implica una renuncia o bien un aplazamiento. Debemos renunciar a escribir el texto descriptivo o escribirlo como desahogo y no incluirlo en el texto del libro. Más adelante, cuando nos cansemos de descripciones, podremos continuar tal y como la obra pide y no como nos pide nuestra sinrazón.
-Probar cientos de construcciones gramaticales, darle cientos de vueltas a las cosas, corregirlas mil veces y no ser permisivos. En todo caso, más exigentes de lo normal. Como ejemplo se me ocurre que cuando doy clases particulares a miembros de mi familia, aunque intente contenerme, soy más exigente que con los que no lo son. Es mejor ser exigentes con nuestra propia obra que dejar que luego venga otro y nos la suspenda con razón. Ya sabemos que se puede suspender habiendo estudiado, pero aprobar sin haber estudiado nada de nada es cosa de chuletas o de milagro.
-Escribir todos los días, aunque sean 15 o 20 minutos. No me refiero a escribir el texto en sí de la obra. Si no estamos inspirados, o las palabras hay que sacarlas con pinzas, está bien escribir en una hoja apreciaciones sobre el argumento. Cosas que pueden suceder, pequeños detalles que aporten algo... En mi caso escribo más palabras de supuestos y anotaciones que de libro. Esto no era así antes, claro. Escribir anotaciones es muy aburrido, estructurar una escena o un capítulo es un trabajo en apariencia poco artístico, casi de disección científica, que no suele ser demasiado satisfactorio. Este tiempo de escribir se puede sustituir por tiempo para pensar, siempre que utilicemos los mecanismos oportunos para no olvidar las ideas que vayan surgiendo. Es muy frustrante la sensación de "he tenido una idea que me encantaba, pero la he olvidado".
-Siguiendo en la línea del comentario anterior, es importante apuntar cualquier cosa, por pequeña que sea, pues puede ser el germen de una gran historia o bien de una gran escena dentro de nuestra historia ya iniciada. Para este menester es muy útil el bloc de notas del teléfono móvil o utilidades por el estilo, para usarlo en cualquier lugar: la cola del súper, el transporte público, el gimnasio o incluso en el lugar de trabajo. Bastan cinco o seis palabras, no quiero que despidan a nadie por mi culpa por uso indebido del teléfono móvil en horario laboral, que ya sabemos la palabra que nos viene a todos a la mente... La ventaja de esto es que después, al llegar a casa y pasar esas anotaciones a un cuaderno o al ordenador, generalmente surgen nuevas ideas y así vamos estirando del hilo.
-Volver sobre las mismas ideas. Nuestra mente no siempre está igual. Es posible que hoy tengamos una idea buena, pero que, si la rememoramos mañana, tengamos otra idea buena relacionada con la primera y así, ladrillito a ladrillito, vayamos construyendo un argumento sólido y convincente. Lo único que se me ocurre para esto es releer lo escrito con frecuencia, y también suele ser tedioso.
En fin, son sólo algunas ideas. Cada cual tiene su método de trabajo, de modo que no tiene por qué funcionar con todo el mundo. Lo que está claro es que, en cierto modo, siempre será necesario obligarnos para aprender. El método ni-ni ya sabemos que no funciona.
miércoles, 17 de marzo de 2010
Des-catálogos
Al menos éstas son las que llaman más mi atención. He buscado aquí dos libros descatalogados (Marionetas de sangre y El diario secreto de Laszlo) y sólo he tenido suerte con el segundo de ellos, pero ya es más que nada, ¿no?
También resulta curioso el apartado de los libros más caros vendidos en la página, donde se observan precios altísimos por verdaderas reliquias y maravillas. El más caro de 2009, dos tomos de Lewis Carroll vendidos por la sorprendente suma de 10.031 euros.
Los libros más caros vendidos en IberLibro en 2009
Os recomiendo que le echéis un vistazo a la página y os hagáis con alguna joya un poco más económica, a no ser que vuestro bolsillo y vuestra pasión por los libros os permita un capricho mayor.
lunes, 15 de marzo de 2010
Amor a las palabras o a las historias?
En mi caso, si tuviese que elegir una única opción, me decantaría por las historias. Creo que lo que más me gusta, más allá del acto de redactar en sí, es contar historias. El por qué de que las escriba en lugar de plasmarlas por otros medios creo que es puramente anecdótico: empecé a escribir de pequeña y desde entonces no he dejado de hacerlo. Pero también me gustan otros muchos modos de contar historias, aunque yo no los practique, como el cine, la música o la fotografía. La fotografía sí la toco, aunque de un modo mucho más superficial que la literatura.
Hasta no hace mucho tiempo, yo defendía a capa y espada la idea de que no existen personas que escriben bien y personas que escriben mal, sino diferentes modos de expresarse. Poco a poco he ido dándome cuenta de que esto no es del todo cierto, pues hay, objetivamente, obras mejores escritas que otras; gente que escribe más o menos bien, y gente que escribe de modo deplorable. Sin embargo, en lo que llevo de vida, y he leído mucho, creo que sólo me he encontrado con un par de obras que me hayan resultado tediosas de leer debido a su horrible redacción, por lo que en cierta manera sigo pensando que, salvo casos extremos, existen muy distintos modos de expresarse y de contar una historia, pero eso no significa que dichos modos no sean válidos.
No sé si puedo "echarle la culpa" a haber estudiado Formación Profesional y no Bachillerato, con lo que determinadas materias como Literatura las di muy por encima, pero no me avergüenzo de reconocer que no he leído a demasiados clásicos, y que el noventa por ciento de las obras que mantengo idolatradas no son precisamente obras maestras de la literatura. ¿Por qué las tengo idolatradas? Pues porque me engancharon con su historia, sus personajes o su modo de contar las cosas, aunque éste no fuese de lo más bello a nivel literario. Supongo que debido a ello, debido al tipo de obras que me han marcado, es por lo que terminé madurando mi punto de vista de que no existen escritores mejores o peores, sino simplemente diferentes estilos.
A día de hoy creo que he aprendido bastante, y sobretodo me he dado cuenta de que, al menos en España (me consta que en otros países el tema cambia bastante; sólo hay que ver la cantidad de obras que importamos de fuera y que tan sólo con echarles un vistazo nos damos cuenta de que jamás se hubiesen publicado si viniesen de un autor español) hay que cuidar mucho las formas. Y gracias a haberme dado cuenta de ello, he podido corregir diversos defectos que venía arrastrando en mi forma de escribir. Ha sido tan sólo de un tiempo a esta parte, cuando de verdad me he propuesto luchar para publicar, cuando he comenzado a prestar más atención a mi forma de escribir, y no sólo a la historia que quiero contar. También ha sido desde hace poco cuando (como comentaba en el post sobre Calabazas en el trastero) he empezado a divertirme escribiendo historias por encargo, a modo de ejercicio.
En definitiva, lo que quiero decir con este post es que nunca me he considerado una persona que escribe, principalmente, por amor al acto en sí de escribir. Por supuesto que disfruto escribiendo, y cada vez más. Pero siempre me ha movido más el interés por contar una historia, el transmitir un determinado sentimiento, que el acto en sí de tejer palabras. Y este modo de enfocar la actividad de escribir ha caracterizado, también, mi forma de valorar obras ajenas, donde siempre me acaba enganchando más el sentimiento o los personajes, que la calidad literaria (al menos esa calidad considerada como objetiva). Creo que son dos maneras de ver la literatura, y a mí al menos me parecen igual de válidas. Eso sí, por supuesto, no están reñidas: de hecho, cuanto más cerca se encuentren la una de la otra, más redonda será la obra resultante.
Sí, acepto el hecho de que mi visión un tanto "anárquica" de la literatura choca terriblemente con la capacidad de escribir lo que deslumbrará a un jurado de un concurso prestigioso, o con los criterios en teoría objetivos con los que se valoran las buenas o malas obras ;)
Saludos!
sábado, 13 de marzo de 2010
Calabazas en el trastero
http://www.sacodehuesos.com/index.html
Pero os voy a dejar, aparte, las bases para la convocatoria actual, ya que, si bien se pueden encontrar ya en cualquier web sobre concursos literarios, la oficial no se encuentra actualizada, y las bases que constan son las de la convocatoria pasada.
http://www.stardustcf.com/notiindiv.asp?noti=4250
Parece ser que salen dos o tres antologías al año, cada una con su tema particular, así que en caso de que no os interese la actual, siempre podéis echar un vistazo para posteriores.
A mí por lo menos me ha parecido interesante, y creo que terminaré por suscribirme para recibir todos los números publicados hasta la fecha. Hasta hace poco me molestaba bastante que un concurso pidiese obras sobre temas concretos, pero últimamente he empezado a verlo como una especie de ejercicio bastante práctico, me hace cierta gracia lo de escribir algo "por encargo". Ya me contaréis si os animáis :)
viernes, 12 de marzo de 2010
Sombra de pino
jueves, 11 de marzo de 2010
I Premio de Literatura Infantil "Ciudad de Málaga" 2010
miércoles, 10 de marzo de 2010
Derecho de admisión
Claro que es frustrante para nosotros ver que gana gente con amplia experiencia, que se mueve en este mundillo como pez en el agua. ¡Te hace sentir tan y tan insignificante a su lado! Pero no tiene sentido querer ganar sin competir con ellos, porque en el mundo no le regalan nada a nadie; a ellos tampoco se lo debieron de regalar en su día.
En fin, lo que decimos siempre por aquí: Violet, Anabel (y todos los demás que os hayáis presentado sin suerte) no os desaniméis y seguid escribiendo. Por lo menos sabemos que no habéis sido finalistas porque estabais compitiendo con la flor y nata de la LIJ.
Edito
Esta entrada refleja únicamente mi opinión personal (Ikima) de la que incluso yo tengo dudas. No refleja, en absoluto, el sentimiento mayoritario de la gente que habitualmente participa, lee y comenta en este blog. Por favor, para tener una visión amplia del tema de debate y de las dudas razonables que genera, leed todos los comentarios.
martes, 9 de marzo de 2010
Entrega de premios
Edito
Ya han creado en el blog de los microrrelatos SMs una entrada al respecto:
Indican que lo retransmitirán en riguroso directo por Twitter, así que esta misma noche podremos enterarnos de los ganadores.
A mí me resulta emocionante, pero creo que es porque este año no me he presentado. Veremos el año que viene si estoy tan campante...
Saludos
martes, 2 de marzo de 2010
Autocrítica
Creo que no es más que la inexperiencia, que la falta de hechos con los que compararse de forma objetiva, como el niño que ve por primera vez una marioneta haciéndole carantoñas en manos de un inexperto, y queda embelesado, creyendo que es lo más bonito que ha visto jamás. El autor novel mira su obra con los ojos de ese niño: «¿No es maravilloso que yo haya sido capaz de escribir esto? Un texto bello, con sus metáforas tan bien puestecitas, con una corrección escrupulosa… ¿No será acaso cualquier editor capaz de apreciarlo, de aplaudir mi gran hazaña de haber sido capaz de algo así?». Como si el editor fuese el profesor que siempre ha ensalzado nuestra capacidad a lo largo de los años escolares. Como si una editorial fuese un colegio en el que destacamos a nivel de expresión escrita sobre los demás compañeros. Nuestro orgullo nos exige una palmadita en la espalda. Y resulta que la editorial tiene la desfachatez de no dirigirnos siquiera la palabra, de no responder a nuestros escritos ni con un “lo sentimos, su obra no está dentro de nuestra línea editorial”. ¿De verdad no se ha dado cuenta de lo maravilloso que es nuestro texto?
Claro que habrá joyas de la literatura que los editores han pasado por alto (me viene a la mente Cien Años de Soledad y Seix Barral). No es algo inhabitual. Pero, en general, seguramente el fallo es nuestro. La condescendencia para con nosotros mismos es una suerte de adolescencia artística. Inmadurez por los cuatro costados y pataleta/llanto/rabieta posterior al fracaso, según sea nuestro talante habitual (yo me decanto por el lagrimeo con consuelo familiar incluido).
Pero si dejamos de mirar a nuestro alrededor con los ojos de ese niño o de ese eterno adolescente, seguramente nos daremos cuenta de que el mundo es amplio y diverso. En el mundo hay muchos niños a los que un profesor alentó alguna vez. Y muchos de ellos han seguido luchando, han dejado atrás la eterna adolescencia mental, ejercen la autocrítica con maestría y perfeccionan su obra sin darle ni un segundo de tregua. No permiten que su texto les deslumbre. Esas personas están compitiendo codo con codo con nosotros (jamás en mi vida había visto cinco palabras que empiezan con “co” seguidas en una misma frase XD), enviando su texto a los mismos concursos. Y merecen ganarlos. A mí sólo se me ocurre una forma de alcanzarles, y es bastante cruel: sed despiadados con vuestras palabras, para que ellas no lo sean con vosotros.
Yo, de un tiempo a esta parte, escribo (y leo) cada día más y cada vez más. Y cuanto más lo hago, menos satisfecha estoy con lo que escribo. Más lo critico, más lo tacho, más lo condeno al olvido absoluto y, lo que es mejor, cada vez con menos remordimientos, o directamente sin ellos. ¿Significa que me he vuelto exigente a secas? Creo que la exigencia está aparejada con una mejora en la calidad literaria. En muchos casos, los autores con experiencia escriben mejor que cuando empezaron y, sin embargo, se sienten menos satisfechos con su obra.
Personalmente, he notado la evolución. Cuando ahora leo aquellos textos primeros, de metáforas bien puestecitas, me entran sudores. Y sólo puedo decirme una cosa a mí misma: «Ingenua». Si a mí, que por mucho que lea mi obra con distancia siempre será parte de mí —aunque intente renegar de ella— y siempre me tocará de cerca, me entran sudores… Un editor directamente debía de partirse de la risa. Sustituid mi «ingenua» por cualquier palabra que se os venga a la mente pero más mordiente, más ácida, y seguramente estaremos muy cerca del vocablo correcto.
En conclusión, ejerced la autocrítica y no seáis condescendientes con vosotros mismos. Al “alumno aventajado”, bajarle el nivel de exigencia siempre ha logrado únicamente lo siguiente: perjudicarle, estancarle y, sobre todo, negarle metas más altas.
jueves, 25 de febrero de 2010
Temas tabú en LIJ?
Nos comenta que no hay ningún tema que no sea conveniente tocar, y que lo importante es cómo tocarlo, ya que los niños y adolescentes son personas en formación.
Pues bien, tengo mis reservas (y ya sé que el hecho de que yo tenga reservas no va a cambiar los criterios de ninguna editorial, pero quiero ver si surge el debate al menos por aquí :P) sobre el consabido carácter didáctico que debe de tener una obra de LIJ. Sobretodo porque, respecto a lo de personas en formación, no creo que haya que se pueda meter en el mismo saco a un niño de diez años y a un chaval de dieciséis.
Respecto a la categoría infantil, poco puedo decir. Es la categoría que menos he tocado en mis escritos, y, en general, estoy de acuerdo en que hay que tener mucho cuidado con cómo se dicen las cosas. Tal vez tampoco me mojo mucho en ese sentido porque no tengo demasiado trato con niños, y mi conocimiento sobre cómo tratarles y mostrarles determinadas cosas es bastante deficiente. Poseo como referencia lo que leí yo siendo niña, lo que me hizo disfrutar, pero no voy más allá.
Sin embargo, la literatura juvenil se encuentra, al menos ahora, en un punto que no soy capaz de comprender. No puedo evitar tener la sensación de que los libros para adolescentes casi siempre acaban formando parte de dos categorías predominantes: el romance hiperglucémico (y últimamente, además, de vampiros) y las historias que poco o nada tienen que ver con los temas que preocupan realmente a los jóvenes. Hay excepciones, por supuesto, como en todo.
Para empezar, creo que nunca entenderé qué posición ocupan las novelas de temática social en la literatura juvenil. En esto voy a ponerme un poco quisquillosa. Aviso de que ahora toma la voz, oficialmente, esa parte de mí que todavía se encuentra anclada en la adolescencia.
La novela ganadora del Premio Jordi Sierra i Fabra 2010, por ejemplo, narra las condiciones de vida de los niños obligados a trabajar en la pesca. La novela ganadora en la edición del año pasado, si bien no recuerdo exactamente el argumento, también trataba un tema con gran carga social. Y digo yo, ¿es esto lo que quieren leer los jóvenes? Creo que no me arriesgo demasiado si respondo que no. Y que conste que no estoy hablando de la calidad literaria de la novela, que seguramente sea altísima.
A ver, echemos un vistazo a una muestra muy realista de lo que son los jóvenes. Algo así como Generación Ni-Ni. ¿Algun@ de vosotr@s se imagina a uno de esos chavales leyendo sobre las vicisitudes de los niños pescadores de Ghana? Vale, cualquier podría decirme que esos chavales no leerían ese libro ni ningún otro, y que, de hecho, es bastante probable que jamás hayan leído un libro por voluntad propia. Pero es que igual está todo relacionado. Igual (y, ojo, no quiero decir que el modelo de juventud que presenta Generación Ni-Ni me parezca adecuado..., es sólo un ejemplo) los jóvenes leerían más si se tratasen más temas que les toquen de lleno. Al fin y al cabo, sabemos de sobra que cuando algo les llega de verdad, son perfectamente capaces de comprarse sagas enteras y hacer colas interminables para que sus escritores fetiche les firmen los libros. No hay más que fijarse en el éxito de Crepúsculo. Cierto es que Crepúsculo tampoco me parece el mejor ejemplo, pues no me entra en la cabeza que a las quinceañeras de hoy en día les guste leer historias de amor de lo más castas y edulcoradas (en contraste con el hecho de que, por otro lado, cada vez haya más adolescentes embarazadas, por ejemplo). Pero ese tema ya me parece bastante inquietante de por sí, y daría para un post entero. El caso es que no puedo evitar pensar que, en general, la mayor parte de los libros que se publican en materia de literatura juvenil no tratan, ni de lejos, temas de interés para los jóvenes. Como mucho, se convierten en libros de lectura obligada en los colegios, y no es que eso esté mal, sobretodo si los libros en sí enseñan, efectivamente, algo útil. Pero no creo que un adolescente vaya a desarrollar un enorme amor hacia la literatura después de que le obliguen a leer una novela que trata un tema que podrá ser real, desgarrador, terrible, pero que, al menos de momento, le queda fuera de su alcance.
No me creo la única que, con quince o dieciséis años, con lo que más disfrutaba a la hora de leer era con truculentas historias de desdichas adolescentes, llenas de sufrimiento, amores tormentosos, sexo y violencia. De hecho, creo que he empezado a consumir más literatura juvenil ya de adulta, cuando he sentido la necesidad de acercarme a lo que se está publicando para los jóvenes. Cuando he necesitado aprender para saber sobre qué escribir y cómo hacerlo. Pero hace años, siendo realmente una adolescente, la mayor parte de los libros que leía no se encontraban dentro de la categoría juvenil. Y todo ello pese a estar, en muchos casos, protagonizados por adolescentes, y pese a tratar temas que me interesaban muchísimo. (Como una enorme excepción tengo que mencionar la colección Biblioteca Juvenil, de Alfaguara, que leí prácticamente entera de pequeña y adolescente, y que contiene varios títulos que sí tratan sin tapujos los problemas y preocupaciones de los jóvenes, como Chocolate amargo de Mirjam Pressler, Rebelión de verano, de Vera y Bill Cleaver o Una historia familiar de Christine Nöstlinger. De todos modos, estoy segura de que la mayoría de esos libros lo tendrían bastante crudo para ser publicados dentro de lo que entendemos por LIJ hoy en día.)
He releído hace poco El juego del ahorcado, de Imma Turbau, que leí por primera vez hace cosa de un año, y que me encantó. Me reafirmo en la opinión de que es impresionante, escalofriante. Y habla de una historia de amor adolescente. Habla, de hecho, y en palabras de la propia autora, del amor adolescente en general, de lo agreste de esos sentimientos que experimentamos por primera vez, de lo crueles que podemos llegar a ser cuando todavía somos casi unos niños. Sin embargo, no es un libro dirigido a jóvenes. Es un libro dirigido a adultos. Y sé por qué. No es un libro dirigido a jóvenes porque es crudo, salvaje, violento, estremecedor. Pero ninguna de esas características lo aleja de las inquietudes que tiene cualquier adolescente. Narra una historia que se desarrolla durante la infancia y adolescencia de los protagonistas, y en ningún momento se encuentran en una situación que pueda resultar desconocida para los jóvenes . Son cínicos, crueles, se creen que saben demasiado y no saben nada, se hacen daño por la sencilla razón de que aún son demasiado niños para entender realmente cómo funcionan los sentimientos. Y así es como son los jóvenes. ¿Es un problema que eso, lo que son ellos en realidad, se refleje sin tapujos en un libro? Tenemos también, por citar otro ejemplo, Los cien golpes, de Melissa P., que en su día escandalizó a todo el mundo por su explícito contenido sexual. Pero nos olvidamos de que es un libro escrito por una chica de dieciséis años. ¿No sabrá ella mejor que nadie lo que es sentirse como alguien de dieciséis años? ¿No estará ella más cerca de lo que hacen y sienten los jóvenes, aunque no queramos verlo? Lo leí y me encantó, porque al margen de su argumento, me parece que está muy bien escrito. Pero todo el mundo se escandalizó y ningún padre querría ver a sus hijos leyendo algo así.
Me estoy enrollando muchísimo, así que voy a ir abreviando. Supongo que el interrogante que quería transmitir con todo esto es: ¿Es necesario que el contenido de toda obra dirigida a jóvenes sea didáctico? Y, en caso de que sí, ¿sabemos realmente qué es didáctico? ¿Es didáctico obviar o edulcorar un tema por considerarlo inapropiado, a pesar de saber que a los jóvenes les interesa? ¿Hasta qué punto resulta conveniente hacernos los locos respecto a lo que los jóvenes son en realidad? ¿Puede una historia ser didáctica, transmitir valores, y, al mismo tiempo, resultar explícita y salvaje?
Sé que son varios interrogantes, y no sólo uno ;) Ahí lo dejo. ¡Hasta luego!
martes, 23 de febrero de 2010
Pagar por prestar
Basten los ejemplos que pone Sampedro en su artículo para ilustrar lo bellísimo y casi mágico de la lectura.
lunes, 22 de febrero de 2010
Cuestión de principios (II)
El puñal prácticamente había terminado lo que debía hacer en aquella casa, y tanto la hoja como el mango estaban empapados.
Antes de poner a qué autor y a qué obra pertenece este principio... ¿Alguien lo sabe?
Edito: Se trata de "El Libro del Cementerio", de Neil Gaiman. Un libro juvenil que por el momento me está gustando bastante, y demuestra que claramente se puede tratar cualquier tema en literatura juvenil (aunque el principio me sigue pareciendo un poco fuerte).
viernes, 19 de febrero de 2010
Serendipity
Bueno, he decidido que ya está bien de vaguear (aunque eso no sea exactamente lo que he estado haciendo todo este tiempo, por supuesto :P) y retirar las telarañas de mi inspiración. Porque, al fin y al cabo, la mejor manera de recuperar la inspiración es haciendo algo.
Y de eso quiero hablar. Estoy aquí para recomendaros un libro que he terminado recientemente y que considero sumamente interesante para todos los que pululamos por este blog, y, de hecho, para cualquiera que tenga un sueño, un objetivo que cumplir.
Ese libro es Serendipity. Mentiría si no reconociese que, entre otras cosas, lo recomiendo porque conozco a su autor desde que tengo uso de razón. Es amigo de mis dos hermanos, ambos varios años mayores que yo, y creo que mi primer recuerdo ligado a él se remonta a cuando, teniendo yo unos cuatro años, me llamaba fresita, debido a un conjunto muy majo de camiseta y pantalón que yo tenía, blanco con dibujitos de fresitas. Pero, después de esta información que no hacía ninguna falta, debo decir también que el hecho de que conozca a su autor es lo de menos, porque el libro me parece una joya y de no ser así no estaría aquí recomendándolo.
Y la cuestión es, ¿qué es serendipity? Como bien explica Guzmán López (psicólogo, escritor, músico, viajero, formador, consultor y no sé cuántas cosas más) en su libro, es una palabra que, aunque aquí conocemos por serendipia, en realidad no figura en nuestro diccionario. Pero bueno, su significado original y el que nos atañe es que serendipity es algo así como encontrar algo por accidente. El libro nos muestra cantidad de historias sobre descubrimientos que se hicieron de formas totalmente casuales (algunas muy surrealistas), como el famoso Post-it, el LSD o las tiritas. Pero, en realidad, lo que trata de mostrarnos es que, aunque muchas veces lo parezca, no somos simplemente víctimas de todas esas casualidades que van flotando en el éter. Se trata de vivir y actuar de forma que la serendipity nos encuentre o, dicho de otra forma, de comportarnos para atraer lo inesperado, que al fin y al cabo es lo que, en la mayor parte de los casos, nos trae las experiencias y descubrimientos más extraños y/o interesantes.
El libro desecha totalmente la idea de que existan personas naturalmente creativas o con una tendencia innata al éxito. Por el contrario, nos da las claves para que todos podamos aprovechar la fuerza de la serendipity para encontrar nuestras propias ideas, nuestro camino. Una de esas claves es, por ejemplo, saber cómo enfocar un fracaso para que éste no suponga lo que todos tendemos a considerar, una derrota, sino una oportunidad para cambiar nuestra dirección o nuestro modo de hacer las cosas y encontrar, así, por el camino, hallazgos que nunca nos hubiésemos imaginado.
Si os paráis a pensar en ello un momento, ¿cuántas cosas importantes en vuestra vida han sucedido de forma accidental, o directamente absurda? A mí se me ocurren unas cuantas, pero tal vez la que me parece más significativa ahora mismo, y la que más interesa al caso, es precisamente el modo en el que terminé formando parte de Literatura a la Parrilla. Supuestamente, acababa de enfrentarme a un fracaso, pues me había presentado al premio BdV y no obtuve ningún éxito. Sin embargo, gracias a la hirviente actividad del blog de Reporteros 2.0, acabamos poniendo en marcha este blog. Gracias a él, hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias e información relativa a la literatura de la que antes no disponíamos. Hemos dado (y, aunque digo hemos, debo decir que el mayor mérito lo tiene Ikima!) con mucha información interesante para ir mejorando cada vez más nuestra forma de escribir, y, de hecho, creo que, hoy por hoy, no me encontraría tan satisfecha con mi última novela de no ser por todo lo que he aprendido durante este último año. Tal vez no se trate de un acontecimiento que me haya acercado al éxito, pues en ello estoy aún, luchando, presentando mi novela a certámenes para ver si algún día suena la flauta, pero en todo caso, ahora, después de haber fracasado en la anterior convocatoria, me noto mucho más centrada y, paradójicamente, cerca de mi objetivo, de lo que estaba antes. De igual modo, puedo decir que la idea que aún estoy desarrollando para mi próxima novela infantil (la famosa historia sobre cucarachas) surgió de la manera más absurda: durante una cena con mi novio y mi hermana, después de bebernos una botella de vino, y mientras desvariávamos terriblemente sobre el asco que dan las cucarachas. Y, sin embargo, ahora todo mi entorno me anima a continuar escribiéndola porque le ven mucho potencial. Eso no significa, tampoco, que disponga ya del éxito al alcance de la mano. Eso no lo puede garantizar nada; tampoco la famosa serendipity. Pero, al menos, deja bien claro que muchas veces las ideas más brillantes nos sobrevienen cuando menos las buscamos. Y de eso, resumiendo, trata el libro: de saber estar con los ojos bien abiertos para que esos momentos brillantes en los que lo absurdo se pone de nuestra parte no nos pasen de largo.
En definitiva, os lo recomiendo. Además de todo lo útil que pueda enseñarnos, es un libro realmente divertido y ameno.
Y por hoy, dejo de daros la brasa. Intentaré que no pasen mil años antes de volver a escribir un post. Saludos!
jueves, 18 de febrero de 2010
Premio As de Picas 2010
Premio As de Picas. Editorial Vicerversa.
Se trata del Premio de literatura Juvenil As de Picas, al que deben presentarse novelas con una extensión mínima de 150 páginas. Está muy bien dotado: 30.000 euros. Tanto como el Premio Edebé Juvenil. Así que ya sabéis, si no tenéis suerte con vuestras novelas juveniles enviadas al Gran Angular, podéis probar suerte aquí. El plazo de presentación de originales acaba en mayo.
martes, 16 de febrero de 2010
Finalistas Premios SM
El Jurado de los premios El Barco de Vapor y Gran Angular ya tiene en sus manos las obras finalistas
Después, de estos finalistas que han llegado a manos del jurado se eligen los finalistas definitivos. Yo he preguntado que cuántos originales suelen pasar las primer criba y cuántos suelen pasar la segunda, para hacernos una idea. Os mantengo informados de lo que me respondando, aunque muchos de vosotros imagino que soléis entrar en la página.
¡Suerte a todos los participantes! (Violet, estarás atacada).
Un saludo
lunes, 15 de febrero de 2010
Cuestión de principios (I)
Aquí van dos:
"Estuve a punto de nacer Feliz"
domingo, 14 de febrero de 2010
Amor por los libros
Palabras sabias (II)
Mario Vargas Llosa
De Una novela para el siglo XXI
Prólogo de la edición conmemorativa del quinto centenario de Don Quijote de la Mancha (Alfaguara)
viernes, 12 de febrero de 2010
Supervivencia
Pero el ser humano -dicen- ha perdido el instinto animal. ¿Seguro? ¿No será la escritura una clase de instinto evolucionado que responde al mandato natural de perpetuarse? Reflexiono sobre ello a raíz de las palabras de Borges que añadí, concretamente de esta frase: "Ha creado el libro, que es una extensión de su imaginación y de su memoria." (Y también, y sobre todo, a raíz de un suceso trágico que ha ocurrido en mi entorno esta semana, aunque no venga al caso). ¿No perdura Borges, acaso?
Hasta donde yo sé, los genes no pueden retener la memoria de su portador y, por tanto y lamentablemente, no podemos transmitir a nuestros hijos ni nuestras vivencias ni nuestros conocimientos -tal vez no sería soportable, lo admito, llevar a cuestas el bagaje de todas las generaciones anteriores- de modo que de alguna forma hemos de lograr que eso no se pierda para no morir del todo a nivel mental o emocional. Es cierto que perduraremos en el amor y el recuerdo de quien nos quiere, las fotografías, los objetos personales, pero... ¿cuánto dura eso? ¿Dos generaciones? ¿Tres?
Entendedme, no es soberbia. No hablo de obras maestras, ni de convertirse en Borges, por supuesto, sino de algo mucho más íntimo. Por ejemplo, un diario personal. ¿Imagináis la sensación que tendrían al leerlo vuestros nietos, bisnietos, tataranietos, una vez que ya no estéis? Yo siempre suelo echar la vista atrás. Me pregunto de quién provengo, qué sentían, qué pensaban... ¡Sería tan bonito disponer de sus impresiones! ¡Descubrir que me parezco a alguno de ellos! ¿Qué opináis sobre dejar un legado de palabras? ¿Creéis que esa fue en parte la motivación de algunos escritores, o que escribir responde únicamente a la satisfacción de un deseo momentáneo?
jueves, 11 de febrero de 2010
Gradientes
Sólo quien tenga múltiples personalidades, y una de ellas adopte la actitud de lector que admira y otra la de autor admirado, podrá sentirse satisfecho con una escritura absolutamente solitaria, acotada a la autocontemplación. Pero eso, al fin y al cabo, también es vanidad.
Un autor escribe para ser leído, para un lector futuro e hipotético, cuyo mundo, cuyas circunstancias, pueden ser radicalmente distintas y hasta contrarias del mundo presente del escritor. Y sin embargo se encuentran, se interconectan, se solapan. Tal vez, como la materia y la antimateria, al chocar se aniquilen el uno al otro. Pero eso son cosas del futuro. En el presente de la obra, mientras la escribe, el escritor visualiza, o simplemente presiente, a otro lector. Éste es como una especie de bruma, una nube borrosa, nada que ver con el real, de carne y hueso, que en un futuro acabe pululando por nuestra obra. Cuando alguien toma un libro para su lectura, tiene ciertas expectativas, y el autor puede defraudarlas. Desde el lado contrario, el escritor también tiene ciertas "expectativas de lector" (su bruma, su hipótesis, no más que un cúmulo de números y de conjeturas)que puede cumplirse o ser decepcionada.
Porque la lectura y la escritura son dos actividades solitarias sólo si nos movemos contando con la dimensión temporal. Si la anulamos, esos dos hechos se superponen el uno al otro y se convierten en el enigma de la gallina y el huevo, ¿quién fue primero?
El lector es algo más que aquel que toma un libro para leer sus palabras. Es un concepto. La fuerza impulsora de toda literatura, el gradiente, y por tanto una figura presente en la génesis de toda obra. La Creación empieza cuando al escritor se le nubla la vista y divisa una bruma blanquinosa en el horizonte. "Ahí viene mi lector", y empieza su andadura.
Creo que la experiencia que vayamos adquiriendo con los años dará forma a nuestro lector impulsor, dejará de ser etéreo para ser corpóreo, casi tangible, de modo que cuando nuestro mundo presente y su mundo futuro se unan en un mismo plano no se aniquilen, sino que se alimenten, crezcan, y ocurra el fenómeno que nuestra vanidad y su curiosidad esperan: el placer de la lectura.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Palabras sabias (I)
lunes, 8 de febrero de 2010
Realidad y ficción
¿Acaso cuando presenciamos la actuación de un mago dejamos de sorprendernos sólo porque hay truco? No nos importa que lo haya, prácticamente lo obviamos. Lo que nos importa es que hemos presenciado algo sorprendente, increíble -aunque nos lo hemos creído, ¡lo hemos visto con nuestros propios ojos!-, y eso nos satisface... al menos si el mago es bueno, y no se le escapa la paloma antes de tiempo, o vemos cómo esconde los pañuelos burdamente en una funda con forma de dedo pulgar. Por tanto, para crear una buena ficción, embaucadora y creíble, el escritor debe ser un buen prestidigitador. Hacer juegos de manos, palabras aquí y palabras allá hasta que... ¡Oh! ¡Una paloma!
Pero... ¿Cómo podemos hacer de nuestra obra un buen truco? ¿Cómo podemos hacer de un buen truco un truco extraordinario? Tal vez esto suene un poco a libro de autoayuda, pero es así: nos lo tenemos que creer nosotros mismos. Si nosotros no estamos convencidos de lo que contamos, será como si cogemos una patata, le pintamos ojos y boca y decimos que es un ser humano. No sólo no nos creerán, sino que pensarán: "¿Me ha tomado por tonto? ¡Si es una patata!". Uno de los peores errores en que puede incurrir un escritor -y lo digo como lectora- es hacer sentir tonto a su público.
En mi caso, antes de empezar a escribir una escena, hago un planteamiento exhaustivo de la misma, especialmente si a mí misma aún no acaba de convencerme. Me meto en la mente de todos los personajes que van a intervenir, me pongo en su piel, escribo lo que sentiría yo en su situación o pienso cómo reaccionaría alguien con el carácter que les he asignado en unas circunstancias semejantes. Después pienso cada detalle físico: olores, sabores, luz, ambiente... Por último intento ponerme a mí misma en antecedentes: ¿Qué sabe cada personaje de la trama? ¿Qué ha ocurrido en capítulos o escenas anteriores que condicione esta nueva escena? ¿Tiene sentido en el argumento o es prescindible? Llegado este punto suelo visualizarla con tal detalle que es imposible no creérselo: ¿cómo no voy a creérmela si la he visto con mis propios ojos? Y las palomas vuelan, los pañuelos aparecen y desaparecen, y el seis de corazones está dentro de una naranja.
Si queréis escribir, engañaos, contaos historias, convertíos en lectores de vosotros mismos y convivid con vuestros personajes codo con codo antes de empezar. Cuando como lectores un escritor os embauque, no os sintáis mal. Primero ha tenido que embaucarse a sí mismo. Forma parte del juego.
sábado, 6 de febrero de 2010
Consejos del otro lado
El caso es que Care nos da un enlace al blog personal de una editora de literatura infantil y juvenil (Elsa Aguiar) que, aunque no he tenido tiempo de leer con detalle, parece que promete muchísimo. La editora nos aconseja en un último post qué hacer para que un libro que presentamos a un concurso no sea de los que apetece descartar a la primera y muchas cosas más. Vamos, que tenemos que leerlo sin falta, sí o sí, porque nos puede servir de verdad, ya que son consejos desde dentro, desde la organización. Y de ahí el título del post, un poco en plan "encuentro en la tecera fase" :).
La propia Care Santos (la parafraseo) afirma que si cuando todavía no había logrado publicar -sí, sí, una escritora como ella alguna vez fue como nosotros, una aficionada que anhelaba algo que no tenía...- hubiera tenido consejos como éstos, le habrían hecho mucho bien.
Así pues, ahí os pongo los enlaces:
Página de Care Santos:
http://www.caresantos.com/
Blog de Care Santos:
http://silencioeslodemas.blogspot.com/
Blog de Elsa Aguiar, editora de literatura infantil y juvenil:
http://editarenvozalta.wordpress.com/
¡Que lo disfrutéis!
lunes, 1 de febrero de 2010
Lo prometido es deuda... y en deuda estoy
Como ya indica el título, estoy en deuda con vosotros. Prometí un cambio en la apariencia del blog y una mudanza a otra dirección con más funcionalidades, pero todavía no se ha producido y creo que tardará en producirse, de modo que es mejor seguir escribiendo por aquí en lugar de dejarlo parado.
Poco más tengo que añadir por hoy, salvo un "estoy aquí" flojito, en un susurro casi, desde lo hondo de mi pozo privado.