miércoles, 1 de diciembre de 2010

Ventanas

La señora del vestido de flores lleva una bolsa de plástico con cuatro barras de pan. El joven de la gorra camina al ritmo de la música de un MP3. El anciano del bastón oscuro tarda el triple que el joven en recorrer la misma distancia, y el semáforo de peatones alterna el rojo y el verde dos veces antes de que le dé tiempo a llegar. Y los coches. Los coches siempre. Sus matrículas pasan y pasan; a veces suman par, otras impar, y a veces no da tiempo a sumarlas porque pasan demasiado deprisa, y el policía que está un poco más abajo los hace detener en doble fila. Veo esto y otras muchas cosas, y todas me llaman la atención como a un niño sorprendido. Estimulan las historias que duermen en mi subconsciente.

Mi sobrina de cuatro años dice que no tiene tiempo de dormir en el coche porque "tiene que mirar". Y lo dice con una contundencia que no admite réplica. ¿A quién se le ocurriría dejar pasar la oportunidad de mirar por la ventanilla? Desde luego, hay que estar loco.

Las ventanas son siempre imágenes en movimiento y los niños comprenden bien el maravilloso asombro de lo cotidiano. Nosotros no; los que crecemos, no. Tal vez ser niño sea eso (parafraseo a Jostein Gaarder en El Mundo de Sofía), no perder la capacidad de asombro, no dejar de asombrarse nunca. ¿Acaso es inocencia infantil sorprenderse hasta la exclamación por la contemplación de un caballo en mitad de un prado? No. El caballo lo es, es asombroso, todo lo que vemos a través de la ventana es algo casi mágico, pero hemos dejado de darnos cuenta.

Porque lo cotidiano es eso: una maravillosa imagen fluida que siempre es la misma y es siempre distinta. Un día, la mujer del vestido de flores llevará dos barras de pan en lugar de cuatro y yo pensaré en una ausencia, y el policía de cabello blanco se convertirá en un joven de cabello negro y todo serán dudas, interrogantes, suposiciones. Me preguntaré: "¿Quién falta y por qué?". Y ahí empezará todo. Porque la ventana es la eterna narradora de historias sin final, la que siempre siembra en mi mente el inicio de una obra nueva, y nunca le estaré lo bastante agradecida. La ventana es fascinante, y los niños lo saben.

miércoles, 6 de octubre de 2010

La vida en libros


Hoy he oído en la radio que para leer en su totalidad el contenido de Wikipedia, harían falta 14 años ininterrumpidos de una hipotética vida en la que no se come, ni se duerme, ni se para un segundo para descansar. Catorce años enteros leyendo y leyendo sin cesar… No he podido evitar preguntarme: si esto es con una enciclopedia de internet de creación relativamente reciente, ¿cuántos años de nuestra vida harían falta para leer toda la literatura creada por el Hombre? A veces he pensado algo parecido en otros términos, desde otro punto de vista, y me ha resultado desalentador: no basta una vida, no basta el tiempo, para leer todo lo “leíble”. Pasarán los años sin que hayamos podido descubrir verdaderas joyas y también, inevitablemente, habremos perdido un tiempo precioso leyendo cosas pasables que podríamos haber empleado en leer algo mucho mejor. Algo que está ahí, en alguna parte del mundo, en una estantería olvidada o, incluso, en el cajón de un escritor frustrado. La capacidad creadora del ser humano no tiene límite, pero, por el contrario, la capacidad para acceder a esa creación es absolutamente limitada. La creación total de la Humanidad es algo colectivo, mientras que las lecturas quedan para uno mismo como algo individual. Y no sólo eso, sino que la porción de lecturas que elijamos entre esa masa inmensa (infinita comparada con nuestra vida acotada) de lecturas posibles nos hará lo que somos, nos transformará un poco, nos moldeará. Así pues, se trata de una elección crucial… Cada vez que elegimos un libro descartamos un millón de ellos. No sé a vosotros, pero a mí me produce auténtica frustración. Se me ocurre medir el tiempo en libros en lugar de en segundos. ¿Os imagináis?

-¿Cuánto tiempo vivió ese señor?

-4597 libros completos y 7 capítulos. Que en paz descanse.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Rutinas

Parecía que el día 21 estaba lejísimos y ahora ya está a la vuelta de la esquina. El otoño se presenta extraño y caluroso, como un falso verano que se prolonga en el tiempo, sin hojas que caen ni mangas largas. Pero el ritmo humano de la vida se impone siempre por encima de la naturaleza, porque el hombre ha conseguido alterarlo todo, ponerlo a su merced, hasta que la naturaleza se rebela y lo vuelve a poner todo en su sitio por un breve espacio de tiempo.

Con este bochorno y ya estamos sumidos de nuevo en la vorágine: tráfico, colegios, trabajo, compras, compromisos. Porque sí. Porque estamos en septiembre, y alguien dijo que en septiembre se le daba cuerda a la rueda y se la volvía a poner en funcionamiento, y que todos estamos en ella y hay que rodar o caer. Yo ruedo y ruedo todos los días, y el cerebro me da vueltas en torno al argumento del próximo libro. Septiembre no me ha sentado bien y me siento ofuscada, sin saber por dónde tirar. Se me ocurren mil ideas que no encajan entre sí y no sé cuáles descartar, y como no descarto nada doy una nueva vuelta de tuerca y se me ocurre otra idea irreconciliable más, y así sucesivamente, hasta que siento que la saturación ha llegado a un punto máximo. A ver si llega ya el otoño verdadero y no el del calendario, y las mangas largas, y se me caen de la cabeza las ideas absurdas como las hojas marchitas.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Tiempo y Acción (I)


Antes de que empecéis a leer quisiera advertir que este es el post más denso que he escrito hasta ahora en el blog. Para los lectores habituales a los que no os interesa escribir, no recomiendo su lectura. En realidad, no sé si se la recomiendo a alguien porque es fruto de una intensa paranoia, pero aquí está. ¿En qué otro sitio podría poner un post como éste si no es en un blog de literatura? Espero no herir demasiado vuestra sensibilidad… :P

Quería tratar aquí acerca de un aspecto teórico y concreto de la escritura, alejarme de divagaciones, y finalmente he decidido basarme en el tiempo y la acción narrativas. Aunque este tema da (y seguramente dará) para muchos posts, hoy me conformo con hacer una aproximación que posteriormente —y siempre en función de la inspiración— se irá profundizando. No me he basado en ningún manual de narratología, sólo son apreciaciones personales que, como tales, no estarán exentas de errores e inexactitudes.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Carta a un joven escritor

Llevo varios días dándole vueltas al tema del próximo post y, aunque ya tengo algunos textos pendientes de recibir un último repaso, me parece inexorable interrumpir este paréntesis para compartir con vosotros un texto de Pérez-Reverte (con fecha de 27 de julio de 2010), por si no habéis llegado a él a través de otras vías. Yo lo he descubierto hoy. Se titula "Carta a un joven escritor", de modo que a buen seguro su lectura os aprovechará tanto como a mí. No tiene desperdicio. Aquí os dejo el enlace:

Carta a un joven escritor

Edito:

¡Qué cabeza la mía! Acabo de darme cuenta de que hay una continuación de la carta con fecha de 2 de agosto:

Carta a un joven escritor (II)

sábado, 21 de agosto de 2010

Plazo de entrega

Quizás sea un mito o algún tipo de trauma infantil (habría que ver qué opinaba Freud sobre esto), pero parece que trabajar bajo presión da buenos resultados. Creo que ése es el verdadero motivo de que por ahora únicamente me haya presentado a concursos y no haya enviado de forma libre a ninguna editorial: el establecimiento de un plazo concreto para el envío hace que me ponga las pilas. En un envío que no va dirigido a ningún concurso cualquier día es bueno, y eso hace que sea demasiado fácil de posponer. “Ya lo enviaré mañana”. En cambio, cuando te ponen un día concreto (incluso una hora) o lo envías o te quedas fuera, sin participar. O sí o no, y punto.

Por eso creo que esta presión, al menos para mí, es muy positiva. Ocurre de forma invariable: el día que hago el envío para un concurso de lo único que tengo ganas es de seguir escribiendo, igual que ocurre el día en que conozco el fallo del jurado. Ganar, lo que se dice ganar, con el significado esperado (RAE: Obtener lo que se disputa en un juego, batalla, oposición, pleito, etc) no creo que gane, pero quizá de estos momentos de trabajar bajo presión pueda sacar una buena historia. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os ocurre lo mismo?

Habrá quien arguya que escribir es un hecho artístico y creativo y que, como tal, no se puede llevar a cabo con prisas, ni con nervios… que requiere su tiempo y su meditación. Es cierto. Aclarar que en este caso no concibo la presión como prisas o angustia, sino, simplemente, como la fuerza impulsora que me pone en movimiento. Hoy es un día de esos en que tras el envío mi motor se pone en marcha. Tendré que ir a aprovecharlo.

jueves, 19 de agosto de 2010

Preparativos


Ya está todo listo para pasar el rato haciendo trabajos manuales :) Me cuesta decir esto, pero una imagen vale más que mil palabras...




Me hace como ilusión... ;-) No pondré imágenes del texto encuadernado por aquello del anonimato... Un saludito.




martes, 17 de agosto de 2010

Versión... ¿definitiva?

Igual que tras los muros de las catedrales se esconde una perfección matemática que las mantiene en pie y a su vez les confiere belleza, la literatura y las otras artes también presentan esta misma ambigüedad razón/creatividad que presenta la arquitectura. La edición y la corrección son la parte racional de un proceso que en general fluye apasionadamente a través del corazón. Y los actos apasionados, como todos los actos impulsivos e irreflexivos, suelen ser los más placenteros, pero también están plagados de errores y de rectificaciones, e incluso de arrepentimiento.

Ahora estoy dando los últimos coletazos (¿seguro que serán los últimos?) a la obra que quiero presentar a BdV, y en la versión que creía prácticamente lista para enviar, en una relectura, le he realizado 177 modificaciones. Sí, sí, como leéis... ¡177! Entre ellas hay modificaciones, digamos, caprichosas. ¡Pero otras eran inadmisibles! El proceso es tan denso que me ha obligado a un considerable silencio bloguero. Al final tal vez le tome el gustillo, pero por ahora... ¡agotador! Solo espero que al final tenga unos cimientos lo bastante sólidos para mantenerse en pie durante siglos, como las catedrales.

viernes, 30 de julio de 2010

Pobres y ricos

Últimamente mi economía no está para tirar cohetes. La siguiente afirmación no será del todo exacta, pero se podría decir grosso modo que hasta el último céntimo se invierte en "productos de primera necesidad" o se intenta ahorrar para "productos de primera necesidad" futuros. Para mí, los libros deberían estar incluidos en esa nomenclatura. Sin embargo, han tenido que ser excluidos de la lista.

De este modo no me queda otra que buscar lecturas gratuitas, que por ahora consisten en dos cosas: releer libros ya leídos o animarme con esos libros que misteriosamente rondan por casa y nunca me han llamado la atención.

Ahora me he (o había) animado con Ella, que todo lo tuvo, de Ángela Becerra, que me prestó una familiar peninsular en un lote de siete a cambio de otros siete míos (¡cómo los echo de menos!). Y, en mi actual situación de lectora desesperada, es bastante chocante lo que voy a decir: no creo que me lo acabe. Setenta páginas en dos semanas es un ritmo absolutamente ridículo, y si además simultaneo su lectura con la relectura de El hereje y ya voy por la página 200 en los últimos 3 días, es que algo muy raro está pasando.

He llegado a resoplar mientras lo leía, como un niño díscolo al que le obligas a realizar una tarea desagradable.

Son muchas las cosas que me hacen cuesta arriba esta lectura de Ángela Becerra, pero hay una por la que constantemente me viene a la mente un comentario de Elsa Aguira, referido a los libros de Moccia. No lo reproduciré de forma exacta. Solo recuerdo que era algo así como que sus libros transmiten una imagen del amor de enormes pedruscos de diamante y pasar el fin de semana en Bali por sorpresa viajando en un jet privado y hospedándose en hoteles cinco estrellas Gran Lujo, porque te quiero, amor mío, y tú te lo mereces, y yo soy millonario de la muerte y por eso te quiero más.

En Ella, que todo lo tuvo tengo esa misma sensación. La protagonista es muy desdichada, un alma solitaria que pasea el más terrible dolor por una tragedia inigualable, pero puede pasarse el día de aquí para allá, sin dar un palo al agua, viviendo en un hotel de una ciudad extranjera, acudiendo a cursillos, paseando su pena y su desolación por las calles hasta altas horas de la madrugada y levantarse a las siete de la mañana con una ducha fría y un buen vaso de vodka. Parece que la tristeza y la desesperanza es un "privilegio" de los que tienen una cuenta corriente con muchísimos ceros.

En fin, se ve que esto de la economía me tiene un poco irritable... Os ruego que no me lo tengáis en cuenta.

¡Feliz verano!


lunes, 19 de julio de 2010

Cucarachifobia

Con demasiada frecuencia pienso en cucarachas.

Si un mechón de pelo me roza la nuca, inexorablemente creo que una cucaracha se ha posado sobre mi piel. Otras veces se trata del cordón de un zapato, una etiqueta, el cordel de una camisa. Si veo una hoja seca en el suelo o una mancha oscura, mis ojos me juegan una mala pasada y tardo en darme cuenta de lo que eso que estoy viendo es en verdad.

Y, si no pienso en ellas conscientemente, entonces las sueño. Aparecen siempre en mis pesadillas y sé que es mi forma inconsciente de reflejar todos los miedos. A veces son las cucarachas las que vienen a mí; otras, son algunas personas las que me arrojan a ellas. Personas que me hacen daño. Situaciones que me petrifican.

Mis miedos son así: con antenas, alas y patas. Seguramente, como las cucarachas, mis miedos sean fáciles de vencer (¿habrá algún tipo de insecticida contra los miedos?). Al fin y al cabo... ¿hay algo más vulnerable que un insecto? ¿Se le puede quitar la vida más fácilmente a alguien que a un indefenso invertebrado? Y, sin embargo, a mí me paralizan.

Todo, absolutamente todo, son cucarachas.

Si creo que nunca escribiré una buena obra: cucarachas. Si pienso que escribiré una buena obra y jamás alcanzará su público: cucarachas. Si lloro: cucarachas. Si siento que la cordura se marcha muy lejos y que mi mente es una prisión inexpugnable: cucarachas. Si me siento sola: cucarachas.

Ojalá fuera capaz de oírlas crujir bajo mis pies. Pero no puedo.

Seguramente no podáis comprenderme (salvo Violet, que, posiblemente, sí que pueda), pero pensad en vosotros mismos. Todos tenemos miedos así: atroces, voraces, que nos engullen con grandes bocados. Miedos que nos paralizan, nos pisotean, nos hacen cruzar la frágil línea de lo irracional. En ocasiones, no obstante, los mechones de pelo, los cordones, las pesadillas, me dan una tregua. ¿Y si el miedo sirve para algo? ¿Y si esa angustia, ese terror, pudiera plasmarse en un papel y transmitirse a través de la palabra hasta que el que se reía de mí se sienta tan aterrorizado como me siento yo? Tal vez el miedo sea egoísta e invasivo como un virus y exija eso para perpetuarse: ser transmitido a otro ser vivo para sobrevivir nosotros mismos y liberarnos de él. Creo que sería una buena forma de usar los terrores propios para mejorar la literatura.

Hace pocas noches, desde muy lejos, logré aplastar una cucarachas con un horrible catálogo de muebles italianos que por lo menos pesaría dos kilos. Desde entonces no he vuelto a soñar con ellas. ¿En las pesadillas de quién aparecerán esta noche?

Estad prevenidos. El que avisa no es traidor.

viernes, 25 de junio de 2010

Vuelta a la carga

Bueno, ante todo, disculparme por mi presencia silenciosa en el blog durante los últimos días. He estado aquí, pero no me he hecho leer. Por supuesto he leído con gran interés el último post de Violet, que es de los más enriquecedores que se han posteado en este blog y que nos ayuda a no desanimarnos. Eso de que los jurados no son monstruos sin corazón me ha hecho mucha mella :)

Por lo demás, las obligaciones y la vida en general me están ahogando bastante. Siento que no tengo minutos para nada de lo que deseo hacer y, además, estoy corrigiendo dos obras infantiles que tenía un tanto olvidadas con la intención de enviarlas al Barco de Vapor. Si me da tiempo, claro está, de tenerlas a mi gusto para entonces (de ahí el título del post), cosa poco probable considerando que este año han adelantado el día de finalización del plazo. Por si no os habéis mirado las bases con detenimiento y pensáis presentaros, observad que en esta convocatoria acaba el 1 de septiembre. ¿Qué motivos habrán impulsado a la editorial SM a tomar esta decisión? Los ignoro, pero intuyo que se trata de una cuestión de tiempo. Con tantos originales como reciben, tener los finalistas y el fallo del jurado listos para el mes de marzo con la Navidad de por medio debe de ser un trabajo titánico…

En fin, sigo por aquí, aunque un tanto desaparecida… Esperemos que mi salud mental me dé una tregua para seguir escribiendo en el blog y fuera de él.

¡Feliz verano!

martes, 8 de junio de 2010

En el otro lado

No, no voy a hablar de la vida después de la muerte :P Estoy aquí para hablaros de mi experiencia como jurado en un concurso de literatura, de ámbito provincial, que viene convocando un importante centro educativo de Valencia desde hace años. Ya comenté algo el año pasado, ya que también formé parte del jurado, y, al igual que entonces, me reservo la información más concreta sobre el concurso, ya que no quiero destripar demasiados detalles.

Ya el año pasado me di cuenta de que tratar de valorar un conjunto de obras de la forma más justa no es tan sencillo como parece. Me resultó fácil localizar las obras más flojas, pero la cosa iba haciéndose más complicada a medida que aumentaba la calidad. Especialmente cuando me quedé con dos o tres relatos de calidad bastante similar, y sabía que tan sólo podía elegir a un finalista y un ganador. Al final puntué como mejor me pareció, y terminé contenta, pues mis dos obras elegidas (que no valoraba yo en exclusiva) quedaron finalista y ganadora (aunque a la inversa, mi finalista quedó ganadora y mi ganadora finalista), lo que me llevó a pensar que, después de todo, no tengo muy mal criterio :)

De todas formas, la cosa se quedó ahí. No pude llevarme más impresiones sobre el concurso porque me fue imposible acudir a la entrega de premios. Pero este año sí he podido. Ventajas de estar en el paro, supongo.

Este año debía valorar tres categorías en lugar de una, y también he quedado satisfecha, pues mis predicciones resultaron bastante acertadas, exceptuando pequeños cambios, tal y como sucedió el año pasado. Parece que soy especialista en elegir finalistas que luego quedan ganadores, y a la inversa :P

La entrega de premios me pareció muy emocionante. De hecho, ¡lo pasé fatal! Yo no tenía que hacer nada en particular, excepto estar ahí, pero creo que estaba igual de nerviosa que si hubiese estado esperando un premio para mí. Pero, al margen del aspecto emocional, me he llevado un par de conclusiones interesantes:

- Los miembros del jurado no son monstruos sin corazón. Me explico. Siempre me ha parecido un tanto injusto que una misma persona pueda alzarse con gran cantidad de premios, o ganar repetidamente uno en concreto. Es algo que hemos tratado mucho en el blog. ¿Hasta qué punto es normal que una misma persona gane muchas veces, negándole la posibilidad de ganar a un autor desconocido, nuevo? Pues bien, debo retractarme, en cierto modo, de mis quejas. En una de las categorías que tuve que valorar, fue elegida como ganadora la misma persona que había ganado el año pasado. Como no es posible que una misma persona gane durante dos convocatorias seguidas, no pudo llevarse el premio. Conclusión: valoré positivamente a la misma persona que el año pasado. Y no, no reconocí su mismo estilo, ni lo hice a propósito, ni había nada amañado. Valoré positivamente su obra porque, objetivamente, de todas las presentadas, me pareció la mejor. Esto me ha hecho darme cuenta de que no hay que buscarle tres pies al gato: es perfectamente posible que en un mismo concurso acabe destacando la misma persona. Es perfectamente posible que no se haya presentado ninguna obra de más calidad. Y es perfectamente posible valorar esa obra sin darte cuenta de que está escrita por la misma persona. Es decir, tal vez si la volviese a leer ahora, vería similitudes con la obra del año anterior, tal vez en la forma de expresión, tal vez en el estilo, pero lo cierto es que mientras estaba leyendo todas las obras no se me pasó por la cabeza que pudiese estar leyendo a los mismos autores, o alguno de ellos. Simplemente, no lo pensé, y valoré la mejor obra, a mi juicio. Desde luego que éste es un concurso mucho más pequeño que el BdV, por ejemplo. Tal vez sea más complicado considerar estas cosas en el ámbito de un concurso donde se presentan cientos de obras y donde, por mera estadística, siempre nos parece muy poco probable que, por medios justos, pueda destacar repetidamente un mismo autor. Pero ahora veo que es algo que sucede, y que, de hecho, he podido experimentar.

- En igualdad de condiciones, se valora la temática. Y me duele un poco reconocer que en eso suelo discrepar. Tal vez por eso tiendo a elegir finalistas que luego son ganadores, y a la inversa. Reconozco que, ante dos obras de calidad similar, me suelo decantar por la más extraña, la más inusual. Igual es porque me veo más reflejada, desde mi posición de Escribo cosas que luego no sé dónde demonios enviar. Creo que me parece más justo. Si leo una obra muy buena pero me da la impresión de que está contando algo más visto, más manido, me siento en cierto modo incapaz de elegirla como ganadora. Para mí es como si le faltase algo. Pues bien, he podido comprobar que suele suceder justo al contrario. Ante dos obras de calidad similar, se suele descartar la más extraña. Y, por contra, se elige la más bonita o emotiva, que en la mayor parte de los casos suele ser la más convencional. Esto me resulta un poco frustrante, pues viene a confirmarme la idea de que casi nunca se apuesta por lo diferente. Pero bueno, tampoco puedo quejarme, porque estamos hablando de obras buenas. De obras que, al fin y al cabo, fueron mis finalistas :)

Podría extenderme más, pero, en esencia, esto es lo más interesante y lo que más me ha hecho pensar. Lo que más me ha abierto los ojos, a nivel de comprender cómo funciona ese grupo de personas malvadas y terribles que deciden quién se lleva el ansiado premio.

Saludos!

miércoles, 26 de mayo de 2010

Post edición

Los dos últimos posts de Elsa Aguiar, editora de SM, versan sobre la publicación. El primero, “Publicar sin que te publiquen”, del 9 de mayo, sobre la autopublicación y otras maldades de la red. El segundo, “Prefiero que me publiquen”, de 16 de mayo, sobre la publicación más tradicional, es decir, con editor de por medio y en formato papel.

Y meditando sobre estos asuntos me he dado cuenta de que la publicación, aunque sea a través de una editorial, incluso a través de ganar un concurso prestigioso, no es suficiente. Hay una evaluación posterior al proceso de escribir la obra, de corregirla, de enviarla, de ser considerada por un jurado, de ser declarada ganadora o apta para su publicación. Ahí ya no está tan sólo nuestra obra en juego, sino nuestro nombre como escritores. Sé que puede sonar tópico todo esto, pero lo ilustraré con ejemplos. Recientemente he adquirido dos obras que han sido galardonadas con el Premio Barco de Vapor:
- “Sombra”, de Pilar Bordons, Premio Barco de Vapor 2004
- “El Secreto de If”, de Ana Alonso y Javier Pelegrín, Premio Barco de Vapor 2007

Ambas han ganado el mismo premio y además de forma reciente, con pocos años de diferencia entre ellas. Y, sin embargo, son muy distintas…

Mi impresión como lectora es que cuando se presentó “Sombra”, difícilmente se pudo haber presentado al concurso una obra mejor. No he leído ningún otro original de los participantes en esa convocatoria, pero desde luego lo tuvieron muy difícil. Ni que decir tiene que me ha encantado y que la creo, incluso sin la relatividad que me aportaría poder compararla con sus competidoras, absolutamente merecedora del premio.

En cuanto a “El Secreto de If”, la impresión que me queda es muy distinta… Sin ser una obra mala en absoluto, no acaba de tomar esa forma esférica que adopta en mi mente un libro que me engancha. Está bien, pero… Tiene un pero y no puedo determinar cuál con exactitud. Creo que le falta pasión. Te apetece seguir leyendo, saber lo que sucede, pero los personajes no acaban de enganchar. De modo que me pregunto, inevitablemente, si fue la mejor obra que se presentó en 2007. Si los jurados se ven obligados a elegir un año entre varias obras estupendas y, al siguiente, o al otro, entre otras obras que, simplemente, “están bien”.

En fin. Hay un proceso de post edición mucho más importante que la edición en sí. Cuando te enfrentas cara a cara al lector, todavía habrá un motivo que nos quitará el sueño más que ahora el hecho de publicar.

¡Qué vida más estresante esta de escritor!

lunes, 10 de mayo de 2010

Incertidumbre

Por aquí ando, después de tiempo en silencio :)

He titulado este post Incertidumbre, y es que ahora mismo no hay ninguna palabra que pueda resumir más mi situación. Me encuentro como en el aire en multitud de asuntos, y si bien ello guarda su pequeña porción de belleza, también guarda una gran porción de incomodidad.

Hacía tiempo que no sentía tantas dudas relativas a la literatura, y a mi futuro sobre ella. Supongo que mi cierta desilusión sobre ella es tan sólo el reflejo de cómo me siento en otros aspectos de mi vida (ya sabéis, los sentimientos de contagian de un área a otra).

Empezaré diciendo que, como muchísima gente ahora mismo, estoy sin empleo. Y eso me tiene desquiciada. Debería sentirme afortunada por disponer de más tiempo para escribir, pero mi inspiración ha decidido hacer eso tan propio de ella: desaparecer cuando más tiempo le puedo dedicar. Seguro que en un futuro, cuando ande ocupada y no tenga apenas tiempo para escribir, renacerá con toda su fuerza. Eso es así ;) El caso es que tras muchas vueltas y muchas dudas, he decidido ponerme a estudiar. No sé si alguna vez he mencionado que mi profesión no es que me apasione precisamente, y que llegué a ella y cursé esos estudios por azares del destino, y no por vocación. Me he torturado en infinitas ocasiones por no hacer algo más interesante con mi vida, pero solía consolarme diciéndome que, al fin y al cabo, mi gran sueño es ser escritora, y para lograr ese sueño ya estoy luchando. Y eso es verdad. Pero también es verdad que es duro trabajar en algo que te motiva poco o nada. Y es verdad, además, que siempre he sido un poco culo inquieto, y si bien me gusta escribir, también me gusta la fotografía, y el dibujo, y multitud de cosas más que no he tocado pero tocaría si pudiese tener siete vidas en vez de una. Total, que seguramente voy a comenzar un ciclo formativo de Diseño y Producción Editorial. Que, al fin y al cabo, tampoco se aleja tanto del mundo de la literatura.

Pero claro, me comen las dudas. Porque llevo siglos sin estudiar y me da cierto pánico dedicarme a eso y no a trabajar, o al menos no a tiempo completo. Pero bueno, supongo que si quiero dejar de sentirme estancada a nivel profesional, es lo mejor que puedo hacer. Y, además, el tema del empleo está tan mal, que o hago algo para ampliar mis posibilidades, o poca cosa veo en un futuro cercano.

Y siento soltaros este rollo que, en realidad, no tiene mucho que ver con la temática del blog. Pero ahora viene lo relativo a la literatura.

Mentiría si dijese que los libros de relatos de Calabazas en el trastero no han tenido parte de culpa, por decirlo de algún modo. Recibí todos los volúmenes publicados hasta la fecha, y varios relatos me han impresionado bastante. La mayor parte de los autores son noveles. Algunos son más o menos conocidos en la red, pero otros ni siquiera eso. Y eso, el encontrarme con relatos de gente totalmente desconocida que me han encantado, con relatos que además no están pulidos hasta la perfección, ha despertado mi consabido sentimiento de El arte, siempre, debería ser más visceral que formal. Y el resultado de todo ello ha sido cierta desilusión hacia el proceso que, nos guste o no, hay que seguir para ser un escritor consagrado. Porque sí, de acuerdo, he aprendido mucho desde que me tomo todo esto más en serio, desde que intento ser más correcta y escribir mejor. Pero no puedo evitar tener la sensación de que siempre hay algo que se queda por el camino. De que es muy difícil (que no imposible, pero muy difícil) mantener intacta el alma de lo que queremos transmitir, y al mismo tiempo ceñirnos a todas las reglas formales que convertirán nuestro trabajo en una buena obra a ojos de las editoriales. O, al menos, para mí es difícil.

Todo esto me lleva a la frase citada por Begoña en los comentarios del post anterior: El verdadero talento no necesita público. Entendiendo por ello que no se trata de que un artista trabaje sólo para sí mismo, sino que no porque una obra no sea conocida, es mala. Y me pregunto hasta qué punto hago bien (y ahora hablo sólo de mi caso particular) tratando de ajustar mis obras a los criterios de un público masivo. Porque tal vez no se trate de captar a un público muy extenso, sino de captar al público adecuado. Me doy cuenta de que, ahora mismo, me haría inmensamente feliz tener un relato publicado en Calabazas en el trastero (y que conste que no lo digo como algo quimérico: al fin y al cabo voy a participar en la próxima convocatoria, podría suceder!), y eso a pesar de ser una publicación pequeña y bastante difícil de encontrar. Pero, ¿por qué me haría feliz? Porque soy consciente de que tengo un montón de relatos escritos desde hace siglos que encajarían con lo que buscan, y, sobretodo, sé que su público valoraría mejor lo que es mi verdadero estilo, aquél con el que disfruto más a la hora de escribir. En otras palabras, he leído a ciertos autores en sus páginas que seguramente serían rechazados por una editorial enorme, y que tal vez jamás se conviertan en escritores importantísimos, pero que me han encantado porque escriben como y sobre lo que me gusta, y de los cuales compraría novelas enteras a ojos cerrados.

En conclusión, creo que echo un poco de menos la época en la que no me preocupaban las opiniones externas. Aquella época en la que escribía por el placer en sí de contar historias y plasmar sentimientos, y escribía lo que me daba la gana, sin pensar en el género o el público al que me dirigía. Cuando escribía para sacar algo que llevaba dentro, y punto. Me duele un poco darme cuenta de que, de todas mis obras, hay un par de las que estoy especialmente orgullosa y que son las que menos salida real tienen, porque no sabría a dónde enviarlas, y porque sé que si tratase de modificarlas para hacerlas aptas para el gran público, perderían todo lo que tienen de mí.

Como he mencionado en otras tantas ocasiones, y como ya sabéis, imagino que lo mejor es tratar de encontrar el equilibrio. Escribir algo que pueda llevarnos al éxito, pero disfrutando con ello. Porque, al fin y al cabo, debemos escribir para disfrutar, no podemos convertirlo en una tediosa rutina más.

Ahora estoy escribiendo una obra que espero poder presentar a varios concursos, y aunque se trata de una historia que hace unos años jamás hubiese escrito, estoy disfrutando con ella. Más de lo que esperaba en un principio. Pero sé que mi verdadero yo (el anárquico, el que no conoce de literatura correcta) me está llamando, reclamándome una atención que le tengo negada desde hace tiempo. Y me temo que, en cuanto acabe la obra actual, tendré que rendirme a él, aunque eso signifique pasar un tiempo (no sé cómo de largo) sin dar a luz ninguna obra presentable...

Disculpadme si os he aburrido :) Saludos!

martes, 4 de mayo de 2010

Picasso me pica

Para qué nos vamos a engañar. Es un título sugerente, divertido. Seguro que tras estas palabras se esconde una serie de poemas infantiles originales y bien trabajados, unos poemas merecedores de un premio. Pero, aunque admito que me gusta mucho, también es, al menos hoy, el título de mi decepción. Picasso me pica mucho, muchísimo, como nunca antes me había picado. Con esta obra, Ignacio Sanz Martín se ha alzado con el IV Premio de poesía infantil "El Príncipe Preguntón", en el que yo también participaba.

Por supuesto, y ante todo, mi enhorabuena.

No es que tuviera la esperanza consciente y racional de lograrlo (por lo visto se han presentado 156 originales), pero sí esa otra, la de los ilusos y los desahuciados, que siempre se despeña desde más arriba que ninguna. Por suerte (o por desgracia) es la misma esperanza terca como una mula que me ha impulsado a ponerme a escribir nada más conocer el fallo del jurado.

sábado, 1 de mayo de 2010

Primero de mayo

Todos los "días de" empiezan con el buen tiempo. El Día del Niño, el Día del Libro, el Día del Agua... Todos estos se han sucedido en las últimas semanas. Es algo que me ha llamado siempre la atención, así como el hecho de que el día de hoy, Día del Trabajo, sea festivo. Me parece una especie de contradicción. Claro que... si hay un día dedicado al trabajo, es porque normalmente trabajamos mucho (igual que hay muchos niños, muchos libros y mucha agua, y merecen su día). Y si normalmente trabajamos mucho, ¿qué mejor forma de celebrarlo que dedicar un día a descansar? Pero me pregunto... ¿cómo celebra el Día del Trabajo un escritor consagrado? ¿Hace huelga y deja de escribir? ¿Se obliga a sí mismo a no pensar ni un segundo en su próximo o presente libro? No creo que sea posible. Hay profesiones con jornadas de ocho horas, y hasta mañana. La de escritor no es una de ellas. Se es escritor las 24 horas del día, y todo lo que se ve, se oye o se lee sirve como inspiración, esté o no esté prohibido, se celebre o no se celebre. Porque por todos lados hay muchos niños, muchos libros y mucha agua, y las palabras no pueden ser silenciadas por ningún piquete.

viernes, 23 de abril de 2010

¡La parrilla cumple un año!

No fue premeditado que este blog empezara el 23 de abril de 2009. De hecho, no me di cuenta hasta pasado un tiempo y me pareció una de esas casualidades del destino que te hacen sonreír. “Vaya –pensé-. Escribir un blog dedicado a la literatura y empezarlo el Día del Libro”. Me gusta pensar que se trata de algún tipo de señal. Prueba de ello es que seguimos aquí un año después, y que, poco a poco, hemos crecido mucho. Os animo a echar la vista atrás y leer los primeros posts, los primeros comentarios, nuestras tomas de contacto… Por mi parte puedo decir que está siendo un camino agradable en el que estoy aprendiendo mucho. Aún somos un bebé de tan sólo un añito (la incoherencia gramatical es intencionada), pero ahora es cuando se empieza a caminar. Feliz cumpleaños a todos y feliz día del libro. Sólo os puedo desear que, en un día como hoy, rellenéis los huecos de vuestras estanterías.

sábado, 17 de abril de 2010

Longitudes

Últimamente leo bastantes libros de literatura infantil. Al fin y al cabo, a escribir se aprende leyendo. No pretendo buscar recetas ni seguir un guión. Eso sería replicar lo existente y, por tanto, poco interés podría tener para cualquier lector potencial.

Sin embargo, sí que he detectado algo común a la mayor parte de estos libros: capítulos cortos. Puesto que soy una persona un tanto caótica y desordenada nunca, hasta ahora, me había planteado la división por capítulos a priori. Yo escribía la totalidad del texto y después ponía divisiones artificiales.

Pero viendo esta característica común de los libros infantiles creo que, para el lector, tiene algunas ventajas: más facilidad para leer y bloques argumentales definidos. La construcción de la trama es paulatina, no se entremezcla y, por tanto, se hace más amena su lectura. Esto es algo de lo que mis textos carecen y, si la mayoría de obras infantiles publicadas son así, debe de ser por algo.

A mí me ha parecido que los capítulos cortos permiten una lectura más emocionante, con más sobresaltos, pues piden a gritos ser concluidos con una frase intrigante, que abra nuevas dudas y nuevos misterios de cara al próximo capítulo, y así sucesivamente. De hecho, creo que el nivel de tensión puede aumentar mucho si se trata cada capítulo como una especie de relato corto, que siempre suele dejar marcada huella en el lector.

¿Qué opináis vosotros? ¿Puede jugar la longitud de los capítulos un papel fundamental en la construcción de la trama del libro o, por el contrario, os parece indiferente?

viernes, 2 de abril de 2010

Día de la literatura infantil y juvenil

Tal día como hoy hace 205 años, nació un niño, de nombre Hans Cristian y de apellido Andersen. Nació en el seno de una familia tan pobre que llegó a saber lo que era el hambre y la mendicidad. Con 11 años, tras la muerte de su padre, aquel niño dejó de asistir a la escuela y empezó a devorar libros por su cuenta cuando los podía conseguir. Con algo tenía que alimentar su gran imaginación. A partir de ahí su vida fue un ir y venir de extravagancias, fracasos y algún que otro éxito, la vida bohemia y difícil -también incomprendida- que a veces se le presume a todo escritor, hasta que en 1838 ya era un escritor conocido. Escribió cuentos míticos, como son El patito feo, El traje nuevo del emperador, El soldadito de plomo, La sirenita, La princesa y el guisante...

La repercusión de su obra llevó a que el día 2 de abril, aniversario de su nacimiento, se instaurara el Día de la literatura infantil y juvenil y, también, a que el premio internacional que lleva su nombre, el Hans Cristian Andersen por toda una trayectoria, sea considerado el "Nobel infantil".

lunes, 22 de marzo de 2010

Escritores disciplinados

En esto de la escritura, al principio yo era un poco ni-ni. Me explico. A nivel de textos, sólo quería dedicarme a escribir aquello que realmente me gustaba, sin asumir que por el hecho de querer escribir un libro completo también tenía que apechugar con algunas tareas arduas y hasta aburridas (creo que es lo que caracteriza a los miembros de este colectivo, prestar sólo atención a la satisfacción de placeres inmediatos, sin ningún tipo de aprecio por los logros con sudor y esfuerzo).

En mi caso, el resultado era un montón de fragmentos desmembrados, muy bonitos, sí, pero sin ton ni son, sin disciplina. Llevo varios años haciendo un esfuerzo descomunal por mejorar eso, y como resultado de este proceso de desni-nización estoy comenzando a asumir mis responsabilidades como aspirante a escritora con obra publicada. Porque, como apuntó Elsa Aguiar en su blog, "escribir bien y escribir una buena novela son cosas diferentes". De modo que para escribir una buena novela debemos asumir ciertas obligaciones. A mí se me ocurren varias que indico a continuación:

-Escribir lo que le conviene a la obra, y no lo que nos conviene a nosotros. Ésta es la más importante. La conveniencia y el deseo son cosas que con frecuencia no coinciden. A lo mejor a mí me apetece en ese momento extenderme en detalles y más detalles, hacer un ejercicio de demostración de mi estupenda retórica, y resulta que lo adecuado para la obra es un pasaje tenso, inquietante, de frases cortas y carentes de paja. Esto implica una renuncia o bien un aplazamiento. Debemos renunciar a escribir el texto descriptivo o escribirlo como desahogo y no incluirlo en el texto del libro. Más adelante, cuando nos cansemos de descripciones, podremos continuar tal y como la obra pide y no como nos pide nuestra sinrazón.

-Probar cientos de construcciones gramaticales, darle cientos de vueltas a las cosas, corregirlas mil veces y no ser permisivos. En todo caso, más exigentes de lo normal. Como ejemplo se me ocurre que cuando doy clases particulares a miembros de mi familia, aunque intente contenerme, soy más exigente que con los que no lo son. Es mejor ser exigentes con nuestra propia obra que dejar que luego venga otro y nos la suspenda con razón. Ya sabemos que se puede suspender habiendo estudiado, pero aprobar sin haber estudiado nada de nada es cosa de chuletas o de milagro.

-Escribir todos los días, aunque sean 15 o 20 minutos. No me refiero a escribir el texto en sí de la obra. Si no estamos inspirados, o las palabras hay que sacarlas con pinzas, está bien escribir en una hoja apreciaciones sobre el argumento. Cosas que pueden suceder, pequeños detalles que aporten algo... En mi caso escribo más palabras de supuestos y anotaciones que de libro. Esto no era así antes, claro. Escribir anotaciones es muy aburrido, estructurar una escena o un capítulo es un trabajo en apariencia poco artístico, casi de disección científica, que no suele ser demasiado satisfactorio. Este tiempo de escribir se puede sustituir por tiempo para pensar, siempre que utilicemos los mecanismos oportunos para no olvidar las ideas que vayan surgiendo. Es muy frustrante la sensación de "he tenido una idea que me encantaba, pero la he olvidado".

-Siguiendo en la línea del comentario anterior, es importante apuntar cualquier cosa, por pequeña que sea, pues puede ser el germen de una gran historia o bien de una gran escena dentro de nuestra historia ya iniciada. Para este menester es muy útil el bloc de notas del teléfono móvil o utilidades por el estilo, para usarlo en cualquier lugar: la cola del súper, el transporte público, el gimnasio o incluso en el lugar de trabajo. Bastan cinco o seis palabras, no quiero que despidan a nadie por mi culpa por uso indebido del teléfono móvil en horario laboral, que ya sabemos la palabra que nos viene a todos a la mente... La ventaja de esto es que después, al llegar a casa y pasar esas anotaciones a un cuaderno o al ordenador, generalmente surgen nuevas ideas y así vamos estirando del hilo.

-Volver sobre las mismas ideas. Nuestra mente no siempre está igual. Es posible que hoy tengamos una idea buena, pero que, si la rememoramos mañana, tengamos otra idea buena relacionada con la primera y así, ladrillito a ladrillito, vayamos construyendo un argumento sólido y convincente. Lo único que se me ocurre para esto es releer lo escrito con frecuencia, y también suele ser tedioso.

En fin, son sólo algunas ideas. Cada cual tiene su método de trabajo, de modo que no tiene por qué funcionar con todo el mundo. Lo que está claro es que, en cierto modo, siempre será necesario obligarnos para aprender. El método ni-ni ya sabemos que no funciona.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Des-catálogos

Es una pena que, con lo que cuesta llegar a publicar, al final un libro tenga mala fortuna en el mercado y sea descatalogado. Son muchos los que se dan este gran batacazo después del éxtasis de la publicación y, en ocasiones, en el breve espacio de tiempo que pasan en las tiendas, alguien los descubre y los adora como auténticas joyas hasta que vuelven a desaparecer de su vida. En este sentido, el panorama ha cambiado y mejorado mucho con internet. Ya no tenemos que recorrer una librería de viejo tras otras, si es que las hay en nuestra ciudad. Ayer, navegando, encontré una página que tal vez ya conozcáis:

http://www.iberlibro.com/

También tienen libros nuevos, pero lo más destacable son los apartados de:


Al menos éstas son las que llaman más mi atención. He buscado aquí dos libros descatalogados (Marionetas de sangre y El diario secreto de Laszlo) y sólo he tenido suerte con el segundo de ellos, pero ya es más que nada, ¿no?

También resulta curioso el apartado de los libros más caros vendidos en la página, donde se observan precios altísimos por verdaderas reliquias y maravillas. El más caro de 2009, dos tomos de Lewis Carroll vendidos por la sorprendente suma de 10.031 euros.

Los libros más caros vendidos en IberLibro en 2009

Os recomiendo que le echéis un vistazo a la página y os hagáis con alguna joya un poco más económica, a no ser que vuestro bolsillo y vuestra pasión por los libros os permita un capricho mayor.

lunes, 15 de marzo de 2010

Amor a las palabras o a las historias?

Con este título no pretendo decir que ambas cosas estén reñidas, ni mucho menos. Supongo que todos los que escribimos compartimos, en cierta medida, el amor a las palabras, pero he querido formular la pregunta para distinguir entre lo que me parecen dos vertientes de la misma actividad. El comentario publicado por Eomoi en el post Derecho de admisión, en el que expresa sus dudas sobre si alguna vez ha escrito movida por el amor al acto de escribir en sí, o a las palabras, me ha hecho pensar sobre este asunto.

En mi caso, si tuviese que elegir una única opción, me decantaría por las historias. Creo que lo que más me gusta, más allá del acto de redactar en sí, es contar historias. El por qué de que las escriba en lugar de plasmarlas por otros medios creo que es puramente anecdótico: empecé a escribir de pequeña y desde entonces no he dejado de hacerlo. Pero también me gustan otros muchos modos de contar historias, aunque yo no los practique, como el cine, la música o la fotografía. La fotografía sí la toco, aunque de un modo mucho más superficial que la literatura.

Hasta no hace mucho tiempo, yo defendía a capa y espada la idea de que no existen personas que escriben bien y personas que escriben mal, sino diferentes modos de expresarse. Poco a poco he ido dándome cuenta de que esto no es del todo cierto, pues hay, objetivamente, obras mejores escritas que otras; gente que escribe más o menos bien, y gente que escribe de modo deplorable. Sin embargo, en lo que llevo de vida, y he leído mucho, creo que sólo me he encontrado con un par de obras que me hayan resultado tediosas de leer debido a su horrible redacción, por lo que en cierta manera sigo pensando que, salvo casos extremos, existen muy distintos modos de expresarse y de contar una historia, pero eso no significa que dichos modos no sean válidos.

No sé si puedo "echarle la culpa" a haber estudiado Formación Profesional y no Bachillerato, con lo que determinadas materias como Literatura las di muy por encima, pero no me avergüenzo de reconocer que no he leído a demasiados clásicos, y que el noventa por ciento de las obras que mantengo idolatradas no son precisamente obras maestras de la literatura. ¿Por qué las tengo idolatradas? Pues porque me engancharon con su historia, sus personajes o su modo de contar las cosas, aunque éste no fuese de lo más bello a nivel literario. Supongo que debido a ello, debido al tipo de obras que me han marcado, es por lo que terminé madurando mi punto de vista de que no existen escritores mejores o peores, sino simplemente diferentes estilos.

A día de hoy creo que he aprendido bastante, y sobretodo me he dado cuenta de que, al menos en España (me consta que en otros países el tema cambia bastante; sólo hay que ver la cantidad de obras que importamos de fuera y que tan sólo con echarles un vistazo nos damos cuenta de que jamás se hubiesen publicado si viniesen de un autor español) hay que cuidar mucho las formas. Y gracias a haberme dado cuenta de ello, he podido corregir diversos defectos que venía arrastrando en mi forma de escribir. Ha sido tan sólo de un tiempo a esta parte, cuando de verdad me he propuesto luchar para publicar, cuando he comenzado a prestar más atención a mi forma de escribir, y no sólo a la historia que quiero contar. También ha sido desde hace poco cuando (como comentaba en el post sobre Calabazas en el trastero) he empezado a divertirme escribiendo historias por encargo, a modo de ejercicio.

En definitiva, lo que quiero decir con este post es que nunca me he considerado una persona que escribe, principalmente, por amor al acto en sí de escribir. Por supuesto que disfruto escribiendo, y cada vez más. Pero siempre me ha movido más el interés por contar una historia, el transmitir un determinado sentimiento, que el acto en sí de tejer palabras. Y este modo de enfocar la actividad de escribir ha caracterizado, también, mi forma de valorar obras ajenas, donde siempre me acaba enganchando más el sentimiento o los personajes, que la calidad literaria (al menos esa calidad considerada como objetiva). Creo que son dos maneras de ver la literatura, y a mí al menos me parecen igual de válidas. Eso sí, por supuesto, no están reñidas: de hecho, cuanto más cerca se encuentren la una de la otra, más redonda será la obra resultante.

Sí, acepto el hecho de que mi visión un tanto "anárquica" de la literatura choca terriblemente con la capacidad de escribir lo que deslumbrará a un jurado de un concurso prestigioso, o con los criterios en teoría objetivos con los que se valoran las buenas o malas obras ;)

Saludos!

sábado, 13 de marzo de 2010

Calabazas en el trastero

Y porque no sólo de LIJ viven los escritores, os dejo información sobre un concurso que, pese a ser pequeñito y no tener dotación económica, me ha parecido muy interesante (supongo que porque me encanta escribir relatos de terror, y por eso me toca de lleno): Calabazas en el Trastero, de la editorial Saco de Huesos. Ésta es la página web oficial de la editorial:

http://www.sacodehuesos.com/index.html

Pero os voy a dejar, aparte, las bases para la convocatoria actual, ya que, si bien se pueden encontrar ya en cualquier web sobre concursos literarios, la oficial no se encuentra actualizada, y las bases que constan son las de la convocatoria pasada.

http://www.stardustcf.com/notiindiv.asp?noti=4250

Parece ser que salen dos o tres antologías al año, cada una con su tema particular, así que en caso de que no os interese la actual, siempre podéis echar un vistazo para posteriores.

A mí por lo menos me ha parecido interesante, y creo que terminaré por suscribirme para recibir todos los números publicados hasta la fecha. Hasta hace poco me molestaba bastante que un concurso pidiese obras sobre temas concretos, pero últimamente he empezado a verlo como una especie de ejercicio bastante práctico, me hace cierta gracia lo de escribir algo "por encargo". Ya me contaréis si os animáis :)

viernes, 12 de marzo de 2010

Sombra de pino

Había pensado, a modo de homenaje, escribir aquí el principio de La sombra del ciprés es alargada, novela que me impresionó vivamente por su maestría, y porque cuando Delibes ganó con ella el Premio Nadal de 1947 tenía la misma edad que tengo yo ahora, y eso me producía una admiración enorme y cierta envidia sana. No tengo la novela en casa, porque tanto me gustó que ando prestándola a todo el mundo para que disfrute como yo disfruté. Sólo transcribir la cita con la que empieza el libro que, si no recuerdo mal, se trata de un proverbio árabe: "Un amigo hace sufrir tanto como un enemigo". Que su sombra permanezca sobre nosotros, cobijándonos, por mucho tiempo. La suya será una sombra de pino muy redonda.

jueves, 11 de marzo de 2010

I Premio de Literatura Infantil "Ciudad de Málaga" 2010

Os dejo un enlace a través de escritores.org a una convocatoria para un premio de literatura infantil que se cierra el 1 de abril. Yo lo he descubierto hoy, y aunque no tengo ninguna obra que se ajuste (el intervalo de páginas admitido es de 25 a 40, a doble espacio) es una buena opción a tener en cuenta de cara a otras convocatorias. Espero que tengáis alguna obra que podáis adaptar para probar suerte.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Derecho de admisión

Ante la revelación del nombre de los ganadores de importantes concursos literarios, como es el caso del Barco de Vapor y del Gran Angular, siempre hay quien defiende que escritores ya consagrados como los ganadores del año pasado (Care Santos y Antoni Garcia Llorca, respectivamente) y los de este año (Jordi Sierra i Fabra y Ricardo Gómez), con numerosas obras publicadas, no deberían tener derecho a presentarse. El único argumento que se esgrime al respecto es que no dejan “espacio” a los autores noveles. ¿Y qué? Eso no es el problema de la editorial, es el nuestro. El único motivo que nos puede mover a defender que no se presenten, es que a nosotros, los eternos aspirantes, nos gustaría enfrentarnos a contrincantes “más asequibles”. Vamos, que nos gustaría ser campeones mundiales de un deporte sin que se presenten los mejores, porque así tendríamos oportunidad de ganar. ¿Queremos publicar por presentar una buena obra o por presentar la obra menos mala?

Claro que es frustrante para nosotros ver que gana gente con amplia experiencia, que se mueve en este mundillo como pez en el agua. ¡Te hace sentir tan y tan insignificante a su lado! Pero no tiene sentido querer ganar sin competir con ellos, porque en el mundo no le regalan nada a nadie; a ellos tampoco se lo debieron de regalar en su día.

En fin, lo que decimos siempre por aquí: Violet, Anabel (y todos los demás que os hayáis presentado sin suerte) no os desaniméis y seguid escribiendo. Por lo menos sabemos que no habéis sido finalistas porque estabais compitiendo con la flor y nata de la LIJ.

Edito

Esta entrada refleja únicamente mi opinión personal (Ikima) de la que incluso yo tengo dudas. No refleja, en absoluto, el sentimiento mayoritario de la gente que habitualmente participa, lee y comenta en este blog. Por favor, para tener una visión amplia del tema de debate y de las dudas razonables que genera, leed todos los comentarios.

martes, 9 de marzo de 2010

Entrega de premios

Bueno, hoy es la entrega de los Premios SM, así que esta noche misma (si lo van publicando en la página de Facebook de los microrrelatos SMS) o mañana, a más tardar, ya sabremos los ganadores de esta edición y podremos leer los primeros capítulos. Por mi parte tengo mucha curiosidad por saber qué tipo de obra triunfa este año y poder perfilar mejor la "línea editorial" de SM, pues confieso que en muchos casos no la acabo de enfocar con demasiada nitidez. Suerte a los finalistas y, si es posible, que gane el mejor.

Edito

Ya han creado en el blog de los microrrelatos SMs una entrada al respecto:

Indican que lo retransmitirán en riguroso directo por Twitter, así que esta misma noche podremos enterarnos de los ganadores.

A mí me resulta emocionante, pero creo que es porque este año no me he presentado. Veremos el año que viene si estoy tan campante...

En fin, el barco zarpa. Suerte y enhorabuena a los que han logrado zarpar con él. En cuanto a los que, por ahora, seguimos en tierra, ¡a escribir! A ver si el año que viene nos alcanza para comprar el pasaje.

Saludos

martes, 2 de marzo de 2010

Autocrítica

Una de las características más destacables de un autor novel es la benevolencia con que lee y juzga su propia obra.

Creo que no es más que la inexperiencia, que la falta de hechos con los que compararse de forma objetiva, como el niño que ve por primera vez una marioneta haciéndole carantoñas en manos de un inexperto, y queda embelesado, creyendo que es lo más bonito que ha visto jamás. El autor novel mira su obra con los ojos de ese niño: «¿No es maravilloso que yo haya sido capaz de escribir esto? Un texto bello, con sus metáforas tan bien puestecitas, con una corrección escrupulosa… ¿No será acaso cualquier editor capaz de apreciarlo, de aplaudir mi gran hazaña de haber sido capaz de algo así?». Como si el editor fuese el profesor que siempre ha ensalzado nuestra capacidad a lo largo de los años escolares. Como si una editorial fuese un colegio en el que destacamos a nivel de expresión escrita sobre los demás compañeros. Nuestro orgullo nos exige una palmadita en la espalda. Y resulta que la editorial tiene la desfachatez de no dirigirnos siquiera la palabra, de no responder a nuestros escritos ni con un “lo sentimos, su obra no está dentro de nuestra línea editorial”. ¿De verdad no se ha dado cuenta de lo maravilloso que es nuestro texto?

Claro que habrá joyas de la literatura que los editores han pasado por alto (me viene a la mente Cien Años de Soledad y Seix Barral). No es algo inhabitual. Pero, en general, seguramente el fallo es nuestro. La condescendencia para con nosotros mismos es una suerte de adolescencia artística. Inmadurez por los cuatro costados y pataleta/llanto/rabieta posterior al fracaso, según sea nuestro talante habitual (yo me decanto por el lagrimeo con consuelo familiar incluido).

Pero si dejamos de mirar a nuestro alrededor con los ojos de ese niño o de ese eterno adolescente, seguramente nos daremos cuenta de que el mundo es amplio y diverso. En el mundo hay muchos niños a los que un profesor alentó alguna vez. Y muchos de ellos han seguido luchando, han dejado atrás la eterna adolescencia mental, ejercen la autocrítica con maestría y perfeccionan su obra sin darle ni un segundo de tregua. No permiten que su texto les deslumbre. Esas personas están compitiendo codo con codo con nosotros (jamás en mi vida había visto cinco palabras que empiezan con “co” seguidas en una misma frase XD), enviando su texto a los mismos concursos. Y merecen ganarlos. A mí sólo se me ocurre una forma de alcanzarles, y es bastante cruel: sed despiadados con vuestras palabras, para que ellas no lo sean con vosotros.

Yo, de un tiempo a esta parte, escribo (y leo) cada día más y cada vez más. Y cuanto más lo hago, menos satisfecha estoy con lo que escribo. Más lo critico, más lo tacho, más lo condeno al olvido absoluto y, lo que es mejor, cada vez con menos remordimientos, o directamente sin ellos. ¿Significa que me he vuelto exigente a secas? Creo que la exigencia está aparejada con una mejora en la calidad literaria. En muchos casos, los autores con experiencia escriben mejor que cuando empezaron y, sin embargo, se sienten menos satisfechos con su obra.

Personalmente, he notado la evolución. Cuando ahora leo aquellos textos primeros, de metáforas bien puestecitas, me entran sudores. Y sólo puedo decirme una cosa a mí misma: «Ingenua». Si a mí, que por mucho que lea mi obra con distancia siempre será parte de mí —aunque intente renegar de ella— y siempre me tocará de cerca, me entran sudores… Un editor directamente debía de partirse de la risa. Sustituid mi «ingenua» por cualquier palabra que se os venga a la mente pero más mordiente, más ácida, y seguramente estaremos muy cerca del vocablo correcto.

En conclusión, ejerced la autocrítica y no seáis condescendientes con vosotros mismos. Al “alumno aventajado”, bajarle el nivel de exigencia siempre ha logrado únicamente lo siguiente: perjudicarle, estancarle y, sobre todo, negarle metas más altas.

jueves, 25 de febrero de 2010

Temas tabú en LIJ?

El post publicado por Elsa Aguilar a propósito de los temas de los que se puede hablar en LIJ me ha hecho pensar bastante, sobretodo porque ese asunto, el de si existen temas tabú o no en LIJ, es algo que me trae bastante de cabeza desde que decidí ponerme las pilas y escribir, digamos, bien.

Nos comenta que no hay ningún tema que no sea conveniente tocar, y que lo importante es cómo tocarlo, ya que los niños y adolescentes son personas en formación.

Pues bien, tengo mis reservas (y ya sé que el hecho de que yo tenga reservas no va a cambiar los criterios de ninguna editorial, pero quiero ver si surge el debate al menos por aquí :P) sobre el consabido carácter didáctico que debe de tener una obra de LIJ. Sobretodo porque, respecto a lo de personas en formación, no creo que haya que se pueda meter en el mismo saco a un niño de diez años y a un chaval de dieciséis.

Respecto a la categoría infantil, poco puedo decir. Es la categoría que menos he tocado en mis escritos, y, en general, estoy de acuerdo en que hay que tener mucho cuidado con cómo se dicen las cosas. Tal vez tampoco me mojo mucho en ese sentido porque no tengo demasiado trato con niños, y mi conocimiento sobre cómo tratarles y mostrarles determinadas cosas es bastante deficiente. Poseo como referencia lo que leí yo siendo niña, lo que me hizo disfrutar, pero no voy más allá.

Sin embargo, la literatura juvenil se encuentra, al menos ahora, en un punto que no soy capaz de comprender. No puedo evitar tener la sensación de que los libros para adolescentes casi siempre acaban formando parte de dos categorías predominantes: el romance hiperglucémico (y últimamente, además, de vampiros) y las historias que poco o nada tienen que ver con los temas que preocupan realmente a los jóvenes. Hay excepciones, por supuesto, como en todo.

Para empezar, creo que nunca entenderé qué posición ocupan las novelas de temática social en la literatura juvenil. En esto voy a ponerme un poco quisquillosa. Aviso de que ahora toma la voz, oficialmente, esa parte de mí que todavía se encuentra anclada en la adolescencia.

La novela ganadora del Premio Jordi Sierra i Fabra 2010, por ejemplo, narra las condiciones de vida de los niños obligados a trabajar en la pesca. La novela ganadora en la edición del año pasado, si bien no recuerdo exactamente el argumento, también trataba un tema con gran carga social. Y digo yo, ¿es esto lo que quieren leer los jóvenes? Creo que no me arriesgo demasiado si respondo que no. Y que conste que no estoy hablando de la calidad literaria de la novela, que seguramente sea altísima.

A ver, echemos un vistazo a una muestra muy realista de lo que son los jóvenes. Algo así como Generación Ni-Ni. ¿Algun@ de vosotr@s se imagina a uno de esos chavales leyendo sobre las vicisitudes de los niños pescadores de Ghana? Vale, cualquier podría decirme que esos chavales no leerían ese libro ni ningún otro, y que, de hecho, es bastante probable que jamás hayan leído un libro por voluntad propia. Pero es que igual está todo relacionado. Igual (y, ojo, no quiero decir que el modelo de juventud que presenta Generación Ni-Ni me parezca adecuado..., es sólo un ejemplo) los jóvenes leerían más si se tratasen más temas que les toquen de lleno. Al fin y al cabo, sabemos de sobra que cuando algo les llega de verdad, son perfectamente capaces de comprarse sagas enteras y hacer colas interminables para que sus escritores fetiche les firmen los libros. No hay más que fijarse en el éxito de Crepúsculo. Cierto es que Crepúsculo tampoco me parece el mejor ejemplo, pues no me entra en la cabeza que a las quinceañeras de hoy en día les guste leer historias de amor de lo más castas y edulcoradas (en contraste con el hecho de que, por otro lado, cada vez haya más adolescentes embarazadas, por ejemplo). Pero ese tema ya me parece bastante inquietante de por sí, y daría para un post entero. El caso es que no puedo evitar pensar que, en general, la mayor parte de los libros que se publican en materia de literatura juvenil no tratan, ni de lejos, temas de interés para los jóvenes. Como mucho, se convierten en libros de lectura obligada en los colegios, y no es que eso esté mal, sobretodo si los libros en sí enseñan, efectivamente, algo útil. Pero no creo que un adolescente vaya a desarrollar un enorme amor hacia la literatura después de que le obliguen a leer una novela que trata un tema que podrá ser real, desgarrador, terrible, pero que, al menos de momento, le queda fuera de su alcance.

No me creo la única que, con quince o dieciséis años, con lo que más disfrutaba a la hora de leer era con truculentas historias de desdichas adolescentes, llenas de sufrimiento, amores tormentosos, sexo y violencia. De hecho, creo que he empezado a consumir más literatura juvenil ya de adulta, cuando he sentido la necesidad de acercarme a lo que se está publicando para los jóvenes. Cuando he necesitado aprender para saber sobre qué escribir y cómo hacerlo. Pero hace años, siendo realmente una adolescente, la mayor parte de los libros que leía no se encontraban dentro de la categoría juvenil. Y todo ello pese a estar, en muchos casos, protagonizados por adolescentes, y pese a tratar temas que me interesaban muchísimo. (Como una enorme excepción tengo que mencionar la colección Biblioteca Juvenil, de Alfaguara, que leí prácticamente entera de pequeña y adolescente, y que contiene varios títulos que sí tratan sin tapujos los problemas y preocupaciones de los jóvenes, como Chocolate amargo de Mirjam Pressler, Rebelión de verano, de Vera y Bill Cleaver o Una historia familiar de Christine Nöstlinger. De todos modos, estoy segura de que la mayoría de esos libros lo tendrían bastante crudo para ser publicados dentro de lo que entendemos por LIJ hoy en día.)

He releído hace poco El juego del ahorcado, de Imma Turbau, que leí por primera vez hace cosa de un año, y que me encantó. Me reafirmo en la opinión de que es impresionante, escalofriante. Y habla de una historia de amor adolescente. Habla, de hecho, y en palabras de la propia autora, del amor adolescente en general, de lo agreste de esos sentimientos que experimentamos por primera vez, de lo crueles que podemos llegar a ser cuando todavía somos casi unos niños. Sin embargo, no es un libro dirigido a jóvenes. Es un libro dirigido a adultos. Y sé por qué. No es un libro dirigido a jóvenes porque es crudo, salvaje, violento, estremecedor. Pero ninguna de esas características lo aleja de las inquietudes que tiene cualquier adolescente. Narra una historia que se desarrolla durante la infancia y adolescencia de los protagonistas, y en ningún momento se encuentran en una situación que pueda resultar desconocida para los jóvenes . Son cínicos, crueles, se creen que saben demasiado y no saben nada, se hacen daño por la sencilla razón de que aún son demasiado niños para entender realmente cómo funcionan los sentimientos. Y así es como son los jóvenes. ¿Es un problema que eso, lo que son ellos en realidad, se refleje sin tapujos en un libro? Tenemos también, por citar otro ejemplo, Los cien golpes, de Melissa P., que en su día escandalizó a todo el mundo por su explícito contenido sexual. Pero nos olvidamos de que es un libro escrito por una chica de dieciséis años. ¿No sabrá ella mejor que nadie lo que es sentirse como alguien de dieciséis años? ¿No estará ella más cerca de lo que hacen y sienten los jóvenes, aunque no queramos verlo? Lo leí y me encantó, porque al margen de su argumento, me parece que está muy bien escrito. Pero todo el mundo se escandalizó y ningún padre querría ver a sus hijos leyendo algo así.

Me estoy enrollando muchísimo, así que voy a ir abreviando. Supongo que el interrogante que quería transmitir con todo esto es: ¿Es necesario que el contenido de toda obra dirigida a jóvenes sea didáctico? Y, en caso de que sí, ¿sabemos realmente qué es didáctico? ¿Es didáctico obviar o edulcorar un tema por considerarlo inapropiado, a pesar de saber que a los jóvenes les interesa? ¿Hasta qué punto resulta conveniente hacernos los locos respecto a lo que los jóvenes son en realidad? ¿Puede una historia ser didáctica, transmitir valores, y, al mismo tiempo, resultar explícita y salvaje?

Sé que son varios interrogantes, y no sólo uno ;) Ahí lo dejo. ¡Hasta luego!

martes, 23 de febrero de 2010

Pagar por prestar

Leo en un artículo de José Luis Sampedro (gracias, Míriam) que parece ser que se pretende hacer pagar a las bibliotecas un canon de 20 céntimos por cada libro prestado. Con todo el revuelo que está teniendo esto del canon y de los derechos de autor en temas musicales, parece que ya estaba tardando en llegar al ámbito librero en forma de cruel realidad sangrante de los bolsillos ajenos. No acostumbro a opinar en estos asuntos, pero hoy quería hacer una excepción: me parece fatal. Nosotros deseando ser leídos, llegar al público, y otros primando el beneficio económico por encima de esa llegada a los lectores de todas partes. Yo siempre me he jactado de que la lectura era un bien para todos y prácticamente gratuito: si no lo podías comprar, bastaba (basta, por ahora) ir a una biblioteca y tener multitud de ejemplares para soñar al alcance de nuestra mano. He conocido hijos de familias sin recursos disfrutar de este modo. ¿Se lo vamos a quitar?

Basten los ejemplos que pone Sampedro en su artículo para ilustrar lo bellísimo y casi mágico de la lectura.

lunes, 22 de febrero de 2010

Cuestión de principios (II)

Cabía una mano en la oscuridad, y esa mano sostenía un puñal cuyo mango era de brillante hueso negro y la hoja, más afilada y precisa que una navaja de afeitar. Si te cortara, lo más probable es que ni te enteraras, o al menos no lo notarías de inmediato.

El puñal prácticamente había terminado lo que debía hacer en aquella casa, y tanto la hoja como el mango estaban empapados.



Antes de poner a qué autor y a qué obra pertenece este principio... ¿Alguien lo sabe?

Edito: Se trata de "El Libro del Cementerio", de Neil Gaiman. Un libro juvenil que por el momento me está gustando bastante, y demuestra que claramente se puede tratar cualquier tema en literatura juvenil (aunque el principio me sigue pareciendo un poco fuerte).

viernes, 19 de febrero de 2010

Serendipity

Sí, veis bien, Violet escribiendo un post ;)

Bueno, he decidido que ya está bien de vaguear (aunque eso no sea exactamente lo que he estado haciendo todo este tiempo, por supuesto :P) y retirar las telarañas de mi inspiración. Porque, al fin y al cabo, la mejor manera de recuperar la inspiración es haciendo algo.

Y de eso quiero hablar. Estoy aquí para recomendaros un libro que he terminado recientemente y que considero sumamente interesante para todos los que pululamos por este blog, y, de hecho, para cualquiera que tenga un sueño, un objetivo que cumplir.

Ese libro es Serendipity. Mentiría si no reconociese que, entre otras cosas, lo recomiendo porque conozco a su autor desde que tengo uso de razón. Es amigo de mis dos hermanos, ambos varios años mayores que yo, y creo que mi primer recuerdo ligado a él se remonta a cuando, teniendo yo unos cuatro años, me llamaba fresita, debido a un conjunto muy majo de camiseta y pantalón que yo tenía, blanco con dibujitos de fresitas. Pero, después de esta información que no hacía ninguna falta, debo decir también que el hecho de que conozca a su autor es lo de menos, porque el libro me parece una joya y de no ser así no estaría aquí recomendándolo.

Y la cuestión es, ¿qué es serendipity? Como bien explica Guzmán López (psicólogo, escritor, músico, viajero, formador, consultor y no sé cuántas cosas más) en su libro, es una palabra que, aunque aquí conocemos por serendipia, en realidad no figura en nuestro diccionario. Pero bueno, su significado original y el que nos atañe es que serendipity es algo así como encontrar algo por accidente. El libro nos muestra cantidad de historias sobre descubrimientos que se hicieron de formas totalmente casuales (algunas muy surrealistas), como el famoso Post-it, el LSD o las tiritas. Pero, en realidad, lo que trata de mostrarnos es que, aunque muchas veces lo parezca, no somos simplemente víctimas de todas esas casualidades que van flotando en el éter. Se trata de vivir y actuar de forma que la serendipity nos encuentre o, dicho de otra forma, de comportarnos para atraer lo inesperado, que al fin y al cabo es lo que, en la mayor parte de los casos, nos trae las experiencias y descubrimientos más extraños y/o interesantes.

El libro desecha totalmente la idea de que existan personas naturalmente creativas o con una tendencia innata al éxito. Por el contrario, nos da las claves para que todos podamos aprovechar la fuerza de la serendipity para encontrar nuestras propias ideas, nuestro camino. Una de esas claves es, por ejemplo, saber cómo enfocar un fracaso para que éste no suponga lo que todos tendemos a considerar, una derrota, sino una oportunidad para cambiar nuestra dirección o nuestro modo de hacer las cosas y encontrar, así, por el camino, hallazgos que nunca nos hubiésemos imaginado.

Si os paráis a pensar en ello un momento, ¿cuántas cosas importantes en vuestra vida han sucedido de forma accidental, o directamente absurda? A mí se me ocurren unas cuantas, pero tal vez la que me parece más significativa ahora mismo, y la que más interesa al caso, es precisamente el modo en el que terminé formando parte de Literatura a la Parrilla. Supuestamente, acababa de enfrentarme a un fracaso, pues me había presentado al premio BdV y no obtuve ningún éxito. Sin embargo, gracias a la hirviente actividad del blog de Reporteros 2.0, acabamos poniendo en marcha este blog. Gracias a él, hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias e información relativa a la literatura de la que antes no disponíamos. Hemos dado (y, aunque digo hemos, debo decir que el mayor mérito lo tiene Ikima!) con mucha información interesante para ir mejorando cada vez más nuestra forma de escribir, y, de hecho, creo que, hoy por hoy, no me encontraría tan satisfecha con mi última novela de no ser por todo lo que he aprendido durante este último año. Tal vez no se trate de un acontecimiento que me haya acercado al éxito, pues en ello estoy aún, luchando, presentando mi novela a certámenes para ver si algún día suena la flauta, pero en todo caso, ahora, después de haber fracasado en la anterior convocatoria, me noto mucho más centrada y, paradójicamente, cerca de mi objetivo, de lo que estaba antes. De igual modo, puedo decir que la idea que aún estoy desarrollando para mi próxima novela infantil (la famosa historia sobre cucarachas) surgió de la manera más absurda: durante una cena con mi novio y mi hermana, después de bebernos una botella de vino, y mientras desvariávamos terriblemente sobre el asco que dan las cucarachas. Y, sin embargo, ahora todo mi entorno me anima a continuar escribiéndola porque le ven mucho potencial. Eso no significa, tampoco, que disponga ya del éxito al alcance de la mano. Eso no lo puede garantizar nada; tampoco la famosa serendipity. Pero, al menos, deja bien claro que muchas veces las ideas más brillantes nos sobrevienen cuando menos las buscamos. Y de eso, resumiendo, trata el libro: de saber estar con los ojos bien abiertos para que esos momentos brillantes en los que lo absurdo se pone de nuestra parte no nos pasen de largo.

En definitiva, os lo recomiendo. Además de todo lo útil que pueda enseñarnos, es un libro realmente divertido y ameno.

Y por hoy, dejo de daros la brasa. Intentaré que no pasen mil años antes de volver a escribir un post. Saludos!

jueves, 18 de febrero de 2010

Premio As de Picas 2010

Imagino que muchos de vosotros ya conocéis este premio, pero navegando un poco por la red en busca de novedades y curiosidades (lo cual hago mucho últimamente, será el tiempo libre...) lo he encontrado. Yo no lo conocía (o no lo recordaba) de modo que quiero compartirlo:

Premio As de Picas. Editorial Vicerversa.

Se trata del Premio de literatura Juvenil As de Picas, al que deben presentarse novelas con una extensión mínima de 150 páginas. Está muy bien dotado: 30.000 euros. Tanto como el Premio Edebé Juvenil. Así que ya sabéis, si no tenéis suerte con vuestras novelas juveniles enviadas al Gran Angular, podéis probar suerte aquí. El plazo de presentación de originales acaba en mayo.

martes, 16 de febrero de 2010

Finalistas Premios SM

Bueno, tal y como han posteado en el blog de microrrelatos sms, el jurado ya tiene en sus manos los finalistas de la segunda criba de los premios SM.

El Jurado de los premios El Barco de Vapor y Gran Angular ya tiene en sus manos las obras finalistas

Después, de estos finalistas que han llegado a manos del jurado se eligen los finalistas definitivos. Yo he preguntado que cuántos originales suelen pasar las primer criba y cuántos suelen pasar la segunda, para hacernos una idea. Os mantengo informados de lo que me respondando, aunque muchos de vosotros imagino que soléis entrar en la página.

¡Suerte a todos los participantes! (Violet, estarás atacada).

Un saludo

lunes, 15 de febrero de 2010

Cuestión de principios (I)

Bueno, hoy se inaugura una especie de sección. Pensando en uno de los consejos para escribir una buena novela, el de tener un buen principio que enganche, prometa algo... se me ha ocurrido que qué mejor forma de ilustrar esto que seleccionar el principio de diferentes obras e irlos poniendo por aquí, para ver de qué múltiples maneras se puede comenzar un libro. Yo pondré los principios de algunas obras que tengo por casa o que me gustan particularmente, pero sería muy enriquecedor que entre todos hiciésemos acopio de una gran cantidad de inicios para poder aprender de ellos.

Aquí van dos:

"Los hijos del Conde Olar heredaron la extraordinaria fuerza física, los ojos grises, el áspero cabello rojinegro y la humillante cortedad de piernas de su padre."
Olvidado Rey Gudú
Ana María Matute

"Estuve a punto de nacer Feliz"
Notas para un violonchelo
Ándrómeda Romano-Lax

domingo, 14 de febrero de 2010

Amor por los libros

Permitidme una cursilería: feliz San Valentín librero a todos los que amáis la literatura. ¡Pasadlo rodeados de libros!


Palabras sabias (II)

La literatura caballeresca que hace perder los sesos al Quijote [...] no es "realista", porque las delirantes proezas de sus paladines no reflejan una realidad vivida. Pero ella es una respuesta genuina, fantasiosa, cargada de ilusiones y anhelos y, sobre todo, de rechazo, a un mundo muy real en el que ocurría exactamente lo opuesto a ese quehacer ceremonioso y elegante, a esa representación en la que siempre triunfaba la justicia, y el delito y el mal merecían castigo y sanciones, en el que vivían, sumidos en la zozobra y la desesperación, quienes leían [...] ávidamente las novelas de caballerías.

Mario Vargas Llosa
De Una novela para el siglo XXI
Prólogo de la edición conmemorativa del quinto centenario de Don Quijote de la Mancha (Alfaguara)

viernes, 12 de febrero de 2010

Supervivencia

Los animales se aferran a la vida con uñas y dientes por puro instinto: hay que sacar adelante la especie. En la naturaleza no priman los individuos, sino la colectividad. Perpetuarse, seguir, siempre adelante, siempre avanzando. Cuando un animal muere pero deja descendencia, es una forma, en parte, de continuar vivo, porque su huella genética sigue en el mundo. Pensadlo un instante: ¿Cuántas personas han contribuido a lo largo de la historia a dejar impresa en vosotros su herencia? Generación tras generación, todos se van perpetuando en nosotros, y nosotros nos perpetuaremos en los siguientes.

Pero el ser humano -dicen- ha perdido el instinto animal. ¿Seguro? ¿No será la escritura una clase de instinto evolucionado que responde al mandato natural de perpetuarse? Reflexiono sobre ello a raíz de las palabras de Borges que añadí, concretamente de esta frase: "Ha creado el libro, que es una extensión de su imaginación y de su memoria." (Y también, y sobre todo, a raíz de un suceso trágico que ha ocurrido en mi entorno esta semana, aunque no venga al caso). ¿No perdura Borges, acaso?

Hasta donde yo sé, los genes no pueden retener la memoria de su portador y, por tanto y lamentablemente, no podemos transmitir a nuestros hijos ni nuestras vivencias ni nuestros conocimientos -tal vez no sería soportable, lo admito, llevar a cuestas el bagaje de todas las generaciones anteriores- de modo que de alguna forma hemos de lograr que eso no se pierda para no morir del todo a nivel mental o emocional. Es cierto que perduraremos en el amor y el recuerdo de quien nos quiere, las fotografías, los objetos personales, pero... ¿cuánto dura eso? ¿Dos generaciones? ¿Tres?

Entendedme, no es soberbia. No hablo de obras maestras, ni de convertirse en Borges, por supuesto, sino de algo mucho más íntimo. Por ejemplo, un diario personal. ¿Imagináis la sensación que tendrían al leerlo vuestros nietos, bisnietos, tataranietos, una vez que ya no estéis? Yo siempre suelo echar la vista atrás. Me pregunto de quién provengo, qué sentían, qué pensaban... ¡Sería tan bonito disponer de sus impresiones! ¡Descubrir que me parezco a alguno de ellos! ¿Qué opináis sobre dejar un legado de palabras? ¿Creéis que esa fue en parte la motivación de algunos escritores, o que escribir responde únicamente a la satisfacción de un deseo momentáneo?

jueves, 11 de febrero de 2010

Gradientes

Los escritores somos vanidosos.

Sólo quien tenga múltiples personalidades, y una de ellas adopte la actitud de lector que admira y otra la de autor admirado, podrá sentirse satisfecho con una escritura absolutamente solitaria, acotada a la autocontemplación. Pero eso, al fin y al cabo, también es vanidad.

Un autor escribe para ser leído, para un lector futuro e hipotético, cuyo mundo, cuyas circunstancias, pueden ser radicalmente distintas y hasta contrarias del mundo presente del escritor. Y sin embargo se encuentran, se interconectan, se solapan. Tal vez, como la materia y la antimateria, al chocar se aniquilen el uno al otro. Pero eso son cosas del futuro. En el presente de la obra, mientras la escribe, el escritor visualiza, o simplemente presiente, a otro lector. Éste es como una especie de bruma, una nube borrosa, nada que ver con el real, de carne y hueso, que en un futuro acabe pululando por nuestra obra. Cuando alguien toma un libro para su lectura, tiene ciertas expectativas, y el autor puede defraudarlas. Desde el lado contrario, el escritor también tiene ciertas "expectativas de lector" (su bruma, su hipótesis, no más que un cúmulo de números y de conjeturas)que puede cumplirse o ser decepcionada.

Porque la lectura y la escritura son dos actividades solitarias sólo si nos movemos contando con la dimensión temporal. Si la anulamos, esos dos hechos se superponen el uno al otro y se convierten en el enigma de la gallina y el huevo, ¿quién fue primero?

El lector es algo más que aquel que toma un libro para leer sus palabras. Es un concepto. La fuerza impulsora de toda literatura, el gradiente, y por tanto una figura presente en la génesis de toda obra. La Creación empieza cuando al escritor se le nubla la vista y divisa una bruma blanquinosa en el horizonte. "Ahí viene mi lector", y empieza su andadura.

Creo que la experiencia que vayamos adquiriendo con los años dará forma a nuestro lector impulsor, dejará de ser etéreo para ser corpóreo, casi tangible, de modo que cuando nuestro mundo presente y su mundo futuro se unan en un mismo plano no se aniquilen, sino que se alimenten, crezcan, y ocurra el fenómeno que nuestra vanidad y su curiosidad esperan: el placer de la lectura.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Palabras sabias (I)

A lo largo de la historia el hombre ha soñado y forjado un sinfín de instrumentos. Ha creado la llave, una barrita de metal que permite que alguien penetre en un vasto palacio. Ha creado la espada y el arado, prolongaciones del brazo del hombre que los usa. Ha creado el libro, que es una extensión de su imaginación y de su memoria.

J.L. Borges

lunes, 8 de febrero de 2010

Realidad y ficción

Sostiene Aristóteles que la base de la Poesía (aproximadamente sinónimo de lo que hoy entendemos por Literatura) es la imitación. El poeta imita la vida, las cosas, el mundo, y lo convierte en una obra de arte. El escritor debe posar sus ojos en la realidad, y construir una imitación lo más bella posible, siendo preferible, según el pensador, que imite lo verosímil imposible a lo posible inverosímil. Es decir, no importa que contemos algo que ha ocurrido en realidad si en el papel da la impresión de ser una farsa. Tampoco importa que contemos algo que no es más que una invención si el lector se deja embaucar, llevar a ese mundo imaginario, incluirse en él.


¿Acaso cuando presenciamos la actuación de un mago dejamos de sorprendernos sólo porque hay truco? No nos importa que lo haya, prácticamente lo obviamos. Lo que nos importa es que hemos presenciado algo sorprendente, increíble -aunque nos lo hemos creído, ¡lo hemos visto con nuestros propios ojos!-, y eso nos satisface... al menos si el mago es bueno, y no se le escapa la paloma antes de tiempo, o vemos cómo esconde los pañuelos burdamente en una funda con forma de dedo pulgar. Por tanto, para crear una buena ficción, embaucadora y creíble, el escritor debe ser un buen prestidigitador. Hacer juegos de manos, palabras aquí y palabras allá hasta que... ¡Oh! ¡Una paloma!


Pero... ¿Cómo podemos hacer de nuestra obra un buen truco? ¿Cómo podemos hacer de un buen truco un truco extraordinario? Tal vez esto suene un poco a libro de autoayuda, pero es así: nos lo tenemos que creer nosotros mismos. Si nosotros no estamos convencidos de lo que contamos, será como si cogemos una patata, le pintamos ojos y boca y decimos que es un ser humano. No sólo no nos creerán, sino que pensarán: "¿Me ha tomado por tonto? ¡Si es una patata!". Uno de los peores errores en que puede incurrir un escritor -y lo digo como lectora- es hacer sentir tonto a su público.


En mi caso, antes de empezar a escribir una escena, hago un planteamiento exhaustivo de la misma, especialmente si a mí misma aún no acaba de convencerme. Me meto en la mente de todos los personajes que van a intervenir, me pongo en su piel, escribo lo que sentiría yo en su situación o pienso cómo reaccionaría alguien con el carácter que les he asignado en unas circunstancias semejantes. Después pienso cada detalle físico: olores, sabores, luz, ambiente... Por último intento ponerme a mí misma en antecedentes: ¿Qué sabe cada personaje de la trama? ¿Qué ha ocurrido en capítulos o escenas anteriores que condicione esta nueva escena? ¿Tiene sentido en el argumento o es prescindible? Llegado este punto suelo visualizarla con tal detalle que es imposible no creérselo: ¿cómo no voy a creérmela si la he visto con mis propios ojos? Y las palomas vuelan, los pañuelos aparecen y desaparecen, y el seis de corazones está dentro de una naranja.


Si queréis escribir, engañaos, contaos historias, convertíos en lectores de vosotros mismos y convivid con vuestros personajes codo con codo antes de empezar. Cuando como lectores un escritor os embauque, no os sintáis mal. Primero ha tenido que embaucarse a sí mismo. Forma parte del juego.

sábado, 6 de febrero de 2010

Consejos del otro lado

Leyendo uno de los post del nuevo blog que SM ha puesto en marcha a través del I Concurso de Microrrelatos, entré en la página de Care Santos, ganadora de la pasada edición de BdV con Se vende mamá, y autora de gran cantidad de libros (estuve mirando la página por encima, y me parece que es una de las escritoras más prolíficas que he conocido).

El caso es que Care nos da un enlace al blog personal de una editora de literatura infantil y juvenil (Elsa Aguiar) que, aunque no he tenido tiempo de leer con detalle, parece que promete muchísimo. La editora nos aconseja en un último post qué hacer para que un libro que presentamos a un concurso no sea de los que apetece descartar a la primera y muchas cosas más. Vamos, que tenemos que leerlo sin falta, sí o sí, porque nos puede servir de verdad, ya que son consejos desde dentro, desde la organización. Y de ahí el título del post, un poco en plan "encuentro en la tecera fase" :).

La propia Care Santos (la parafraseo) afirma que si cuando todavía no había logrado publicar -sí, sí, una escritora como ella alguna vez fue como nosotros, una aficionada que anhelaba algo que no tenía...- hubiera tenido consejos como éstos, le habrían hecho mucho bien.

Así pues, ahí os pongo los enlaces:

Página de Care Santos:
http://www.caresantos.com/

Blog de Care Santos:
http://silencioeslodemas.blogspot.com/

Blog de Elsa Aguiar, editora de literatura infantil y juvenil:
http://editarenvozalta.wordpress.com/

¡Que lo disfrutéis!

lunes, 1 de febrero de 2010

Lo prometido es deuda... y en deuda estoy

Bueno, por aquí andamos otra vez después de un mes de parón en las entradas del blog (algo no sucedido desde que se puso en marcha, de modo que lo siento), empezando no sólo un nuevo año sino también un nuevo mes. Espero que mi cabeza me dé una tregua para volver con asiduidad.

Como ya indica el título, estoy en deuda con vosotros. Prometí un cambio en la apariencia del blog y una mudanza a otra dirección con más funcionalidades, pero todavía no se ha producido y creo que tardará en producirse, de modo que es mejor seguir escribiendo por aquí en lugar de dejarlo parado.

Poco más tengo que añadir por hoy, salvo un "estoy aquí" flojito, en un susurro casi, desde lo hondo de mi pozo privado.