viernes, 31 de julio de 2009

Editoriales donde encaje nuestra obra

En múltiples ocasiones se ha comentado en el blog algo así como que tenemos una obra terminada, que nos gusta, pero que "no encaja con ninguna editorial". También se ha dicho que muchas de nuestras obras no eran lo que la Editorial SM "estaba buscando".

Sin embargo, seguramente toda obra pueda tener un público al que llegar, y por tanto debe tener una vía de comunicación con dicho público, que siempre será la editorial. Por eso creo que sería conveniente hacer un listado de editoriales que publiquen infantil y juvenil considerando los siguientes aspectos:

- Tipo de obras que busca esta editorial
- Ejemplos de obras que ha publicado la editorial y breve referencia al contenido o aspecto diferencial
- Política de contenidos de la editorial
- Qué nuevas obras pueden encajar dentro de su filosofía y su planteamiento

Si lográramos hacer un listado exhaustivo, siempre podríamos saber a qué editoriales o a qué concursos presentar nuestra obra, sin perder el tiempo en alguna otra en la que nos van a desestimar con sólo leer la primera página. Después haríamos un post bien detallado.

¿Qué os parece? ¿Tenéis sugerencias o información acerca de editoriales que podamos emplear como guía? No me refiero a editoriales grandes, sino a todas las editoriales habidas y por haber.

¡Un saludo!

martes, 28 de julio de 2009

La Química de la Palabra

Dada mi formación científica —por llamarlo de algún modo—, siempre he tendido a disculparme por hacer intentos de introducirme en el mundo editorial (que no en el literario, pues en ése, ya estoy inmersa) habiéndome licenciado en la rama “contraria”. Además, añado, sin ningún pudor ni vergüenza, que nada me impulsó a elegir esa carrera más que mi propio deseo de estudiarla (el futuro laboral no fue, ni muchos menos, un aliciente, pues aquí tiene salidas casi nulas). ¿Qué tendrán que ver (podéis pensar) los átomos, los enlaces, las moléculas… con las palabras? Pues creo que más de lo que pensamos. De hecho muchas veces lo pienso, y elaboro una especie de teoría al respecto, ya que, a medida que pasan los años, me he dado cuenta de que hay una cantidad de químicos-escritores abrumadora. Desde un profesor mío de Química Inorgánica poeta que tiene gran cantidad de libros publicados hasta aprendices como yo, pasando por algún que otro autor de éxito cuya carrera literaria ha eclipsado su procedencia del “bando enemigo”.

La teoría que os comento es algo así como que los químicos-poetas buscan o investigan la formación de un todo bello y con sentido absoluto.

Un átomo se enlaza con otro átomo y forma una molécula. Se pueden unir miles y miles de átomos con otros átomos y formar moléculas inmensas que encierran un código secreto, que perpetúan y codifican la vida (palabras al oído de quien sepa descifrarlas). Eso, por muchos detractores que tenga, es una forma natural y esencial de la belleza más pura y absoluta.

Una palabra se enlaza con otra palabra y forma, quizás, una frase. Se pueden unir miles y miles de palabras con otras palabras, frases con otras frases, y formar, párrafo tras párrafo y página tras página, una obra completa que tenga vida propia. También se trata de un código, un código lingüístico. Y eso también es una forma humana y esencial de la belleza más pura y absoluta.

¿Acaso es éste el motivo de que circulen por el mundo tantos químicos locos deseosos de expresar sus ideas con palabras? La literatura no es una cuestión de ciencias o letras, ni de bandos, ni de enemigos. Simplemente es una forma, como otra cualquiera, de aproximarse al maravilloso misterio de la vida.

viernes, 24 de julio de 2009

Tiempo

Cuando alguien califica el hecho de que escriba como un “hobby”, me suele molestar. No digo nada, por supuesto, porque no tengo cómo demostrarle a esa persona que no es una afición, sino otra cosa muy distinta. Para mí, algo profesional, esencial, mucho más importante que cualquier entretenimiento. Pero a alguien que no siente como yo, y que no ve libros míos en las estanterías de librería alguna, es difícil convencerle de que soy algo más que una aficionada.

Soy, como la crueldad que produce la carencia de Vitamina R, una fiera agazapada, siempre silenciosa, esperando la fracción de segundo precisa para saltar y asestar el mortal zarpazo. Nunca me flaquean las fuerzas, aunque a veces, a mi alrededor, no sepan entenderme del todo.

Pero últimamente me estoy dando cuenta de que dentro de este planteamiento de lucha constante, de no rendirme nunca, ha habido un claro cambio de metas. Antes, si alguien me formulaba la promiscua pregunta de: “¿Cuál es tu sueño?”, yo respondía sin dudarlo siquiera: “Vivir de la literatura”. Incluso creo que lo he escrito alguna vez en este blog. Sin embargo, ahora soy consciente de que eso no es verdad… Yo sólo quiero tener tiempo para leer, para aprender, para escribir, y para crear obras que me satisfagan y me llenen. TIEMPO. Seguramente, el que vive de escribir y es esto su única y exclusiva fuente de ingresos, está sometido al apremio de las editoriales, a la necesidad de entregar y publicar otro libro más dentro de plazo para poder venderlo en la campaña de verano, o en la de Navidad… estará obligado a traicionar una y otra vez sus principios, o su criterio, para poder seguir en la brecha. Supongo que el que sigue en la brecha imponiendo sus criterios es el verdadero genio. Pero puesto que no es mi caso, y que prefiero camuflarme con el entorno y pasar desapercibida, sólo pido horas, minutos, segundos.


¿Acaso se os ocurre algo más valioso que el tiempo?

lunes, 20 de julio de 2009

Desmusada

Sé que muchos de vosotros no tenéis demasiado tiempo para haceros notar por aquí, ni para dar vuestra palabra a torcer. Pero aún así, creo que seguís leyendo lo que se habla en el blog. Así pues, aquí estoy de nuevo, para todo el que me quiera leer, si es que vuestras obligaciones veraniegas os lo permiten.

El verano es mala época para la inspiración y, por tanto, para el arte. Se puede argumentar que el artista lo es en cualquier espacio, tiempo, circunstancia o clima, y que pocos elementos del entorno alteran el aleteo de las musas. No es así. Desafortunadamente el ser humano está inmerso en un todo que le influye por los cuatro costados. No sé en vuestras ciudades, pero aquí se respira un aire caliente y amodorrado, y yo tengo siempre los ojos irritados, el cuerpo con ganas de dormir y el cerebro, directamente, dormido. Aunque todo esto también es culpa de la terrible humedad de Mallorca, que probablemente no padezcáis.

Y sin embargo, muchos premios cierran sus convocatorias poco tiempo después de acabar el verano… Mientras las musas duermen los concursos despiertan, las editoriales vuelven a la rutina del otoño y renacen nuestras esperanzas de convertirnos en ganador. Yo tengo claro que me resulta del todo imposible presentarme este año a ninguno de esos concursos de florecimiento otoñal. Así pues, he marcado una estrategia: enviar a todo concurso la obra escrita el año anterior, y enviar la escrita este año al concurso del año que viene.

Así reposará, la leeré con otros ojos menos precipitados y suicidas, y quizá, algún día, alcance algo bello. Como si el verano no hubiera ocurrido nunca. Como si las musas no estuvieran tumbadas en la arena, aletargadas, rezumando sudor por los poros de la inspiración.

viernes, 17 de julio de 2009

La ruta del salmón

Los salmones tienen que atravesar aguas infestadas de tiburones para llegar a los fiordos a desovar.

Para evitar ser devorados, la naturaleza les ha programado genéticamente y les ha dicho: debéis saltar. Saltar. Eso es lo único que pueden hacer para intentar sobrevivir. Pero esto no es lo curioso. Lo curioso es que los salmones, por lo que parece, practican antes de llegar al dominio tiburón. Cogen una zona tranquila, y saltan, saltan, vuelven a saltar, una y otra vez… Lo de la práctica es una hipótesis que se baraja, no confirmada, pero parece ser que los científicos no logran hallar otra posibilidad que explique tal gasto de energía innecesario. Y ya sabemos que la naturaleza tiende a la mínima energía, y si puede gastar X no gastará X + 1.

Hasta aquí podemos hallar grandes paralelismos con la vida humana. Practicar antes de llegar al peligro; ponerlo en práctica una vez ante el peligro. Pero… ¿puede acaso el salmón buscar otro modo de enfrentarse a los tiburones? ¿Puede plantearse la búsqueda una ruta alternativa para esquivarlos, o inocularles un veneno que los extermine (o cuanto menos los desoriente y los haga menos certeros)? Simplemente, no puede. Viene programado de fábrica.

Y hasta aquí llega el paralelismo con el ser humano. Porque nosotros SÍ podemos cambiar la estrategia. Incluso, podemos elegir no atravesar esas aguas infestadas de tiburones, aunque en ese caso no alcanzaremos los fiordos, y no perpetuaremos la especie.

Supongamos ahora que la especie que pretendemos perpetuar es la LITERATURA. Y que cada uno de nosotros desea alcanzar los fiordos a toda costa, tal vez como único y claro objetivo en la vida (como un salmón). No nos queda otra: tiburones. Tiburones.

Tiburones.

Pero antes de exponernos a ser devorados (por estadística a alguno de nosotros se lo comerán) siempre podemos practicar y, sobretodo, buscar rutas alternativas, que para algo los seres humanos no venimos programados de serie.

¿Es quizá la autoedición la única ruta que nos protege del peligroso camino de los escuálidos editores? ¿O es otro camino de tiburones más, pero de distinta raza? Y sobretodo… ¿qué es eso tan especial que cada salmón debe tener para que un tiburón le deje alcanzar su meta?

miércoles, 8 de julio de 2009

Zara y el Librero de Bagdad

Reseña de Anabel Botella
Este es uno de los libros que tenía pendiente de hacer una reseña antes de irme de vacaciones, pero no me dio tiempo a hacerla. Había leído algunas críticas muy buenas de este libro, y la mía no va ser menos. La verdad es que cuando fui a la librería buscaba otro libro: El salvaje, el último premio Gran Angular, pero como no lo habían recibido me llevé este a casa.
Zara y el librero de Bagdad está escrito por Fernando Marías, está publicado por SM y recibió el premio Gran Angular 2008.

Fernando Marías nació en Bilbao en 1958. En 1975 se trasladó a Madrid para estudiar cine. Montó una productora, trabajó en publicidad y escribió guiones para series de televisión. En 1990 escribió su primera novela, La luz prodigiosa, con la que obtuvo el primero de muchos premios, entre otros, el Nadal, el ateneo de Sevilla, el nacional de Literatura infantil y juvenil y este último, el Gran Angular. Entre sus pasiones está el cocinar, la literatura y el cine.

Zara empieza con una frase espléndida que ya sólo por eso se merece un premio: “Es mentira que los muertos mueran cuando mueren. A veces les alarga la vida el amor”. Y esta frase nos llevará a descubrir la historia que Fernando aborda con maestría.

Es verano, en unas tardes de intenso calor que asolan la ciudad de Madrid, nuestro protagonista recibe un correo electrónico sobre las supuestas cinco últimas frases que dijo un conocido poeta antes de morir. Este misterioso personaje, llamado Max, lo cita en el cementerio de La Florida, lugar con un significado especial, porque allí están enterrados los cuarenta y tres madrileños fusilados por los franceses en la noche del 2 al 3 de mayo de 1808. En el cementerio descubre que el poeta no es otro que Antonio Machado, poco podría decir a la obra de Machado que no haya dicho ya, poeta de la generación del 98, y que agitó con alegría la bandera republicana cuando las urnas proclamaron un nuevo gobierno en la España de 1933.

Max dice poseer un manuscrito que atestiguan las cinco palabras de Machado. Y serán estas supuestas palabras las que unan a nuestro protagonista y a Max en la experiencia de la amistad, como valor en alza, por una parte, y por otra parte nos acerca a Zara y al librero de Bagdad. Pero el manuscrito de este personaje es mucho más de lo que en un principio pensaba nuestro protagonista, pues narra la infancia de Max en los años anteriores a la guerra civil española, y la misma guerra en Barcelona. El manuscrito es en realidad un pretexto para que acercarnos a la historia que ocurrió en Barcelona durante aquellos años, los conflictos internos que existía entre el bando republicano, y como esas diferencias les hicieron perder el norte de los verdaderos motivos por los que luchaban. Un claro ejemplo es lo que dice Leonardo en un momento de la novela: “lo malo de la revolución acabará con los bueno de la revolución”. Una corbata, símbolo para algunos de la clase adinerada, pasa a ser un pañuelo. Y en esa guerra que hubo entre hermanos se mezcla una guerra que aún no ha terminado (digan lo que digan las noticias), como es la guerra de Irak. De allí vienen Zara y su padre, perseguidos por un asesino profesional.

Esta es una novela sobre vidas complejas, pero a las que nuestros protagonistas no se conforman con pasar con la mirada gacha, sino con orgullo. La vida está para vivirla, para saborearla, en cada instante, pues es lo único que tenemos. Y ahí está Teresa, la madre de Max, que se rebela contra ello, porque no quiere vivir atenazada por el miedo. El otro ejemplo está en Khakim, el librero de Bagdad, que no duda en hacer lo que está en sus manos para tomar las riendas de su vida.

Y como he dicho antes, Fernando se vale de esta historia para hablarnos de la sinrazón de las guerras, del horror y el terror que provoca en todos cuanto la viven. ¿Qué sentido puede tener una guerra? ¿Quiénes son los verdaderos vencedores de las mismas? ¿El pueblo que lucha, el gobierno o ciertos intereses soterrados de los que no se habla casi nunca?

Esta es una novela para adolescentes mayores de 14 años, pero creo que tal y como está contada trasciende edades. Las guerras suelen ser motivos de historias, y las personas que las vivieron (en ambos bandos) deberían de contarnos lo que realmente ocurrió. Porque Fernando narra unos hechos con los nos quedamos con ganas de seguir leyendo. Y es que las buenas historias están hechas con retazos de sensibilidad y de ternura. Esta es de esas novelas, aunque es mucho más porque Fernando domina el lenguaje con soltura. Y si pensamos que dos guerras pueden resultar frías, impersonales o aburridas, estamos equivocados, porque la muerte siempre viene acompañada por la sorpresa que nos conlleva la vida. Un encuentro entre dos ciudades, entre dos culturas, pero en definitiva de personas que han pasado por experiencias muy similares. Así pues os dejo que seáis vosotros quienes descubráis las cinco palabras que pronunció Machado.

viernes, 3 de julio de 2009

El autor y su obra - La obra y su autor

En algún lugar leí, y que me corrijan si me equivoco, que Arthur Conan Doyle le cogió manía a Sherlock Holmes. Este último era el protagonista, el famoso, el importante… Mientras que Arthur quedaba en segundo plano. Probablemente habría mucha gente que hablaba de Sherlock Holmes con naturalidad, mientras que el nombre de Conan Doyle ni le sonaba. La obra, en este caso el personaje, había superado al autor. Le había suplantado, anulado, convertido en un segundón.

Seguramente, Conan Doyle, a pesar de ese sentimiento frustrante, también adoraba a Sherlock Holmes. El amor y el odio que a veces se complementan. El detective tenía la personalidad adecuada para calar en los demás (paradójico, siendo tan frío), y, aunque muchos no se dieran cuenta, lo había creado él. Jugó a ser Dios, a crear una criatura perfectamente creíble, y se le dio bien. Demasiado bien. A veces una obra se nos puede ir de las manos, y nada podremos hacer para contenerla, porque ya no será nuestra.

Luego, yo me pregunto… ¿Qué es más importante? ¿La obra o el autor? ¿Es más importante Hamlet o Shakespeare? ¿Cervantes o El Quijote? ¿García Márquez o Cien Años de Soledad? Depende del enfoque. Si lo miramos únicamente a nivel humano, supongo que todo el mundo respondería: “¡El autor!”. La persona, el individuo… Puesto que al fin y al cabo, los escritores lo son para otros individuos. (O para sí mismos, pero en cualquier caso para otro, porque el YO que escribe no es el YO que lee, sino otro desdoblado).

Pero… ¿y si lo miramos desde el punto de vista de la Literatura y del Arte?

La obra trasciende, se eterniza, se entrelaza con el tejido de la sociedad sin que nos demos cuenta, y ya está siempre ahí, siempre presente, aun cuando guarda silencio. El autor muere, la obra vive. El autor es humano, su historia no, y es ahí donde ésta se aproxima al infinito.

Que olviden nuestro nombre, pero nunca nuestras palabras.