Si un mechón de pelo me roza la nuca, inexorablemente creo que una cucaracha se ha posado sobre mi piel. Otras veces se trata del cordón de un zapato, una etiqueta, el cordel de una camisa. Si veo una hoja seca en el suelo o una mancha oscura, mis ojos me juegan una mala pasada y tardo en darme cuenta de lo que eso que estoy viendo es en verdad.
Y, si no pienso en ellas conscientemente, entonces las sueño. Aparecen siempre en mis pesadillas y sé que es mi forma inconsciente de reflejar todos los miedos. A veces son las cucarachas las que vienen a mí; otras, son algunas personas las que me arrojan a ellas. Personas que me hacen daño. Situaciones que me petrifican.
Mis miedos son así: con antenas, alas y patas. Seguramente, como las cucarachas, mis miedos sean fáciles de vencer (¿habrá algún tipo de insecticida contra los miedos?). Al fin y al cabo... ¿hay algo más vulnerable que un insecto? ¿Se le puede quitar la vida más fácilmente a alguien que a un indefenso invertebrado? Y, sin embargo, a mí me paralizan.
Todo, absolutamente todo, son cucarachas.
Si creo que nunca escribiré una buena obra: cucarachas. Si pienso que escribiré una buena obra y jamás alcanzará su público: cucarachas. Si lloro: cucarachas. Si siento que la cordura se marcha muy lejos y que mi mente es una prisión inexpugnable: cucarachas. Si me siento sola: cucarachas.
Ojalá fuera capaz de oírlas crujir bajo mis pies. Pero no puedo.
Seguramente no podáis comprenderme (salvo Violet, que, posiblemente, sí que pueda), pero pensad en vosotros mismos. Todos tenemos miedos así: atroces, voraces, que nos engullen con grandes bocados. Miedos que nos paralizan, nos pisotean, nos hacen cruzar la frágil línea de lo irracional. En ocasiones, no obstante, los mechones de pelo, los cordones, las pesadillas, me dan una tregua. ¿Y si el miedo sirve para algo? ¿Y si esa angustia, ese terror, pudiera plasmarse en un papel y transmitirse a través de la palabra hasta que el que se reía de mí se sienta tan aterrorizado como me siento yo? Tal vez el miedo sea egoísta e invasivo como un virus y exija eso para perpetuarse: ser transmitido a otro ser vivo para sobrevivir nosotros mismos y liberarnos de él. Creo que sería una buena forma de usar los terrores propios para mejorar la literatura.
Hace pocas noches, desde muy lejos, logré aplastar una cucarachas con un horrible catálogo de muebles italianos que por lo menos pesaría dos kilos. Desde entonces no he vuelto a soñar con ellas. ¿En las pesadillas de quién aparecerán esta noche?
Estad prevenidos. El que avisa no es traidor.
Cambia la palabra "cucarachas" por la palabra "arañas" y, entonces, esta entrada podría haberla escrito yo.
ResponderEliminarEstoy casi convencido de que la única función que tienen las arañas en este mundo es amargarme la vida.
De hecho, sé que una de las cosas que jamás haré en la vida será ir a Australia o Nueva Zelanda porque el 80% de todas las especies arácnidas campa a sus anchas por allí y, aunque yo no las vea, solo saber que están ya hace que me mee en los pantalones del miedo.
¡Y no mandes cucarachas a mis pesadillas que ya tengo suficiente!
Me ha encantado el post :) (sí, sigo por aquí, aunque silenciosa también). Como suponías, te entiendo, aunque a mí no me tortura tanto a nivel subconsciente. No suelo soñar con ellas, de hecho no recuerdo ni un solo sueño relacionado, aunque alguno habré tenido. Pero, en el mundo real, soy incapaz de ver una sin quedarme paralizada. Y NUNCA he aplastado ninguna, así que ya estás un enorme paso por delante de mí :)
ResponderEliminarLo de mi novela cucarachil creo que me lo propuse como una especie de ejercicio, a ver si era capaz de encariñarme con una cucaracha aunque fuese como personaje de cuento. Y el resultado está siendo que sí, que me estoy encariñando, pero en la vida real las sigo odiando xD
Así a un nivel más serio, escribí hace unos años un relato sobre la fobia a las cucarachas (llamado, precisamente, Fobia). Algún día tengo que rescatarlo y darle un repaso, porque está muy por pulir. En mi caso, sí, me gusta escribir sobre mis miedos. No sé si logro contagiarlos a los demás, pero creo que por lo menos lo intento.
Besetes!
A mi me pasa con todos los bichos verdes y reptantes, en una ocasión estábamos de obra y mi hija jugaba en un montón de arena con su cubo y su pala, un vecino que pasaba la quitó de allí a voces y mató una víbora que andaba cerca. Desde ese día mi fobia a esos bichos es insuperable.
ResponderEliminarSaludos