miércoles, 21 de octubre de 2009

Angustia adolescente

Escribo este post siguiendo un poco la línea del último de Ikima, sobre la esencia y la forma (este tema se hará eterno!).

Voy a aprovechar para comentaros una noticia que me apenó bastante hace poco: la muerte de John Hughes el pasado mes de agosto. No sé si le conocéis o si os importa lo más mínimo, pero fue el guionista de La chica de rosa y director de Dieciséis velas, Todo en un día y la mítica El club de los cinco (también de Sólo en casa y muchas más, pero eso ya lo considero otra etapa :P).

Yo siento auténtica pasión por todo lo relacionado con los años ochenta, y en particular me encanta el cine de la época, y si es juvenil más aún. Y, más concretamente, adoro las películas de John Hughes centradas en la adolescencia, sobretodo el trío protagonizado por mi eternamente adorada Molly Ringwald (Dieciséis velas, El club de los cinco y La chica de rosa). Creo que a John Hughes le debo gran parte de mi fascinación hacia esa etapa de la vida y el modo en que disfruto escribiendo historias juveniles.

Hace poco di con una entrevista que Molly Ringwald le hizo a John Hughes en su época esplendorosa (cuando ella tenía 18 ó 19 años). Me encantó porque se nota el buen rollo entre ambos, y sobretodo por cómo habla él de la adolescencia. Os pongo el link por si queréis echarle un vistazo:

http://frikituputamadre.wordpress.com/2009/08/11/a-hughes-conversaciones-con-ringwald-hughes/

Me hace gracia cuando menciona que muchos adultos le preguntan cómo lo hace para escribir tan buenos diálogos entre adolescentes, porque es como si se hubiesen olvidado de que la adolescencia es una etapa por la que todos hemos pasado. Si queremos crear una obra (libro, peli o lo que sea) dirigida a adolescentes, tan sólo basta con echar la vista atrás. Me parece muy triste que alguien de treinta y tantos años no sea capaz de ponerse en la piel de un adolescente, por mucho que haya llovido desde entonces.

Pero todo este tema, en realidad, me devuelve al asunto de la esencia y la forma. Cuando dije que mis dos novelas reescritas habían perdido fuerza en su segunda versión, me refería sobretodo al hecho de que, cuando las escribí por primera vez, yo era más niña, y hablaba de personajes que tenían mi misma edad. Por lo tanto, no era como lo que hago ahora (que es echar la vista atrás), sino que escribía directamente desde mi punto de vista del momento. A eso me refería con que hay ciertas características de un escrito que son irrecuperables. Yo puedo escribir para gente de 15 años porque sé cómo era yo entonces y puedo ponerme en su lugar. Pero el texto nunca será igual si echo la vista atrás y observo en perspectiva, que si efectivamente tengo 15 años y escribo según mi vida actual.

¿Quiere eso decir que lo ideal sería que las obras dirigidas a adolescentes estuviesen todas escritas por adolescentes? Pues no, claro, porque precisamente la visión en perspectiva es interesante, nos da amplitud de miras y nos ayuda a ver ciertas situaciones con más objetividad. Sin embargo, escribir una novela con 15 años nos limita a dicha situación, que siempre estará, queramos o no, demasiado condicionada por nuestra falta de experiencias y la ebullición hormonal típica de la adolescencia.

Con todo este caos de post creo que vengo a decir principalmente dos cosas: en primer lugar, que es muy importante no perder de vista la época sobre la que escribimos, por mucho tiempo que haya pasado desde entonces. Hay quien escribe para niños o jóvenes y parece que nunca lo haya sido, porque lo hace de un modo tan lejano que es difícil sentirse identificado. Y en segundo lugar, que, paradójicamente, hay muchas obras cuyo valor principal reside en estar escritas por gente muy joven, y que si bien no son obras maestras a nivel literario, contienen una angustia adolescente tan palpable que creo que eso mismo ya la has hace valiosas.

Se me ocurren novelas incluso tan emblemáticas como Rebeldes. S. E. Hinton la escribió muy joven y eso es algo que se nota cuando se lee, tanto para bien como para mal. Ahora puede parecer un tanto ingenua en algunos aspectos, un tanto absoluta e infantil en otros, a pesar del tema tan duro que trata... Pero no cabe duda de que si te la lees con 14 ó 15 años empatizarás de un modo total. Y con mi libro estrella (con el que planteé el ejercicio de puntuación) ocurre algo muy similar: si lo leo ahora, con 26 años, no puedo evitar caer en todos los detalles que demuestran que fue escrito por una chica que contaba entonces 18 ó 19 años. Puedo ser objetiva en cuanto a esos personajes excesivamente buenos o malos, ese modo de querer transmitir la sensación de estar de vuelta de todo pero en realidad no haber vivido mucho, toda esa angustia de estudiante marginado y fuera de lugar que piensa que todo el mundo le odia, incluso sus padres. Todos esos puntos me resultan ahora un tanto más lejanos, y no me cabe duda de que si la propia autora tuviese que reescribir la novela ahora mismo, más de 15 años después, saldría un producto totalmente distinto. Pero cuando la leí con 14 años me dio la impresión de estar interactuando con personajes reales, tan cercanos a mí que casi podía tocarlos con la mano. Y empatizaba tanto con todo lo que contaba, con esa angustia desmedida, que se tuvo que convertir sí o sí en mi libro favorito. Es un libro cuya esencia reside en ello, en toda la angustia adolescente que destila, y sigue siendo mi libro favorito aunque ahora ya no empatice tanto con todo lo que transmite.

Y una vez más no sé si me he explicado, pero a todo esto es a lo que me refería con la esencia. Desgraciadamente, creo que habrá sentimientos que tan sólo seremos capaces de plasmar con desgarradora fidelidad en una determinada época de nuestras vidas, y será inevitable que dicho sentimiento se deforme o desvirtúe conforme pasen los años. Pero eso no significará que el mensaje, como tal, sea incorrecto; simplemente habrá que situarlo en el contexto adecuado.

Y, de nuevo, la conclusión de todo esto es que tenemos ante nosotros la difícil misión de escribir cada vez mejor pero manteniendo intacta la esencia, el sentimiento que nos aborda en cada momento. Y en el caso particular de querer escribir para niños o adolescentes, deberemos encontrar el perfecto equilibrio entre lo que somos ahora como adultos y lo que fuimos hace años, contactar con ese niño o adolescente que llevamos dentro, porque sólo dejándonos poseer por él lograremos empatizar con ese público. Porque, como escribió Hughes para El club de los cinco, "Cuando creces, tu corazón muere" :)

8 comentarios:

  1. Ahora que dices esto, justamente ayer, buscando apuntes para de la carrera para preparar los temas de oposiciones en la buhardilla de mi casa, encontré varios diarios (en realidad son sólo cuadernos de cuadritos) escritos por mí cuando era adolescente. No tuve tiempo de echarles un vistazo, pero será genial tener tiempo un día de leerlos de arriba a abajo y recordar vivamente cómo era o cómo sentía cuando tenía esa edad. No es que lo haya olvidado, pero será muy diferente leerlo en primera persona.

    ResponderEliminar
  2. Es el único link que has encontrada de esa entrevista y el único que existe en español, pues la traducción es mía y me he permitido no pocas licencias en ella, como explico en el post. Lleva marca de fábrica, vamos. De hecho, quien la copie y pretenda hacerla suya, le meto un soplamocos que lo flipa.

    El título de mi página te parecerá poco bonito, pero creeme, es el que mejor define sus cualidades, contra viento y marea, y, además, se curra entrevistas para que tú las disfrutes. El de la tuya no es que sea precisamente mejor, la verdad.

    ResponderEliminar
  3. No sé por qué te ofendes, nadie ha pretendido adjudicarse la autoría de la entrevista sino simplemente remitir a tu página que se curra entrevistas tan estupendas para que todos las disfrutemos. Aquí simplemente nos curramos otras cosas y todo es compatible. Así que bienvenido de todos modos, aunque tampoco te guste el título de nuestro blog e imagino que tampoco te interesamos demasiado los aspirantes a escritor.

    En cuanto a lo que dices, Violet, la verdad es que después estuve meditando sobre el post y no estoy segura de que mi novela actual tenga un enfoque muy adolescente... ocurre que se desarrolla en una época pasada, a finales del siglo XIX más o menos, y no me he planteado en absoluto si un adolescente casi adulto de esa época podía pensar o sentir como un adolescente de ahora. Claro que las hormonas están ahí... no sé, estoy teniendo dudas en este sentido. ¿Y si estoy escribiendo desde una perspectiva adulta? ¡Uf!

    ResponderEliminar
  4. Sergio: Hola, antes que nada. Y, como ha dicho ya Ikima, no entiendo por qué te ofendes. Si has sido tú el que has traducido la entrevista, te felicito, porque gracias a ello he podido acceder a ella y me ha gustado mucho. Y, si quieres que te sea sincera, no es que a mí particularmente me moleste el nombre de tu página, simplemente hice el inciso por si a alguien le resultaba demasiado malsonante. Y no he querido ni mucho menos atribuirme la entrevista, porque si hubiese querido hacer eso no hubiese colgado el link. Sé que por internet es común ofenderse por tonterías porque tan sólo podemos leer, y no siempre es fácil apreciar el tono con el que se dicen las cosas, pero desde luego en ningún momento quise "burlarme" de tu página ni nada parecido. Esa entrevista me pareció un gran hallazgo y por eso quise compartirla, eso es todo. Y nada, si no te gusta este blog, eres libre de no volver a acceder a él.

    Ikima: Me parece valiente lo de ambientar la historia en una época tan lejana; reconozco que yo no me atrevo a escribir historias que no estén ambientadas en tiempos que controlo (es decir, el pasado que abarco o el presente), porque siempre me da la impresión de que terminaré metiendo la gamba en algo importante. Escribir la historia desde perspectiva adulta no es ningún problema siempre que quede claro que el punto de vista del personaje, si es un adolescente, sea el adecuado. En el informe literario me hicieron mucho hincapié en lo de diferenciar el punto de vista del narrador y del personaje; en mi caso al menos me ayudó porque tiendo a escribir mucho en primera persona, y a menudo se acababan confundiendo mis impresiones reales con las que debía tener el personaje durante el transcurso de la historia. Ya contarás cómo sigue la cosa! Por cierto, después de lo que comentaste de tus diarios antiguos me ha entrado el gusanillo y hoy he estado revolviendo entre mis papeles y leyendo relatos y fragmentos de diarios míos de hace siglos... Es una sensación muy extraña, es como leer cosas de otra persona! Como decías, no son cosas que haya olvidado, pero es extraño leer exactamente cómo veía yo entonces las cosas, cómo las sentía... Supongo que me servirá de algo para seguir escribiendo historias adolescentes!

    Hasta luego!

    ResponderEliminar
  5. Hola, anoche leí la entrada, pero siempre tengo que pensar la respuesta. En este post decías que habías escrito cosas con 15 y 16 años, y eso es estupendo, porque desde muy joven sabías lo que querías. Yo en cambio empecé con 35 años (llevo 3, pero ahora que lo he descubierto no puedo despegarme del ordenador). Es una suerte que conservéis diarios, porque por desgracia yo no solía escribir nada en mi adolescencia. Creo que sólo conservo una carta y no sé dónde está.
    Yo no sé si el lenguaje que utilizo en mis novelas es más o menos fresco, pero sí que es verdad que me fijo mucho cómo hablan, las conversaciones que tiene mi hijo, que es en definitiva mi modelo para todo lo que hago. Si a él le gusta algo, sé que será sincero, porque no suele leer cosas que no le llamen. También me gusta mucho todos los mangas que lee mi hijo, y luego comentamos. Con los amigos de mi hijo me sienten como una más, y veo que hay una relación fluida. Con ello no quiere decir que no imponga autoridad, que la hay, pero trato de estar muy pendiente de lo que se publica. Para mí es muy importante saber qué demandan los chicos.

    ResponderEliminar
  6. En ningún momemto me he ofendido o he creído que nadie se adjudicaba nada hecho por mí, y ya entendí el motivo del inciso con el comentario hacia el título de mi blog. Simplemente me parece excesivamente frío (y un poco feo) pedir disculpas por el título de un enlace y por no haber encontrado otro, digamos, más decoroso. Es más, agradezco que esa entrevista sea del agrado de terceros y que la enlacen, cuantas más veces, mejor. O sea, que no acuso a nadie de nada relacionado con autorías y esas cosas. Y siento haber reaccionado con cierta brusquedad. No era necesaria.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Anabel: Sí, desde muy pronto tuve claro que me gustaba escribir, aunque si te soy sincera, lo que es tomármelo realmente en serio, y pedir informes y presentarme a concursos no empecé a hacerlo hasta hace poco. Con tu hijo tienes una gran ventaja porque ahora tiene la edad ideal para ser tu mejor crítico! :)

    Sergio: Pues nada, todo olvidado. Si mi inciso te parece inadecuado, lo edito y ya está, así todos contentos (al fin y al cabo, tampoco tiene tanta importancia!). Dos personas que adoran a John Hughes no pueden estar de mal rollo! ;)

    ResponderEliminar
  8. Yo ni siquiera recuerdo desde cuándo escribo... desde bien pequeña lo que más me atraía eran los diarios, incluso tengo poemas de cuando tenía ocho años... Sin embargo se ve que iba para poeta o periodista, porque en mi diario de esa época tengo toda una crónica de la Guerra del Golfo jajaja, con los misiles de cada bando y los problemas de la marea negra... en fin, supongo que mis padres, cuando ponían el telediario, no imaginaban que yo estaba prestando tanta atención. El tema prosa, en cambio, fue más adelante. Escribir historias de ficción o relatos ya fue con 12 o 13 años, pero aún en esa época escribía más poesía que otra cosa porque tenía (tengo) una amiga poeta que fue una saludable influencia por aquel entonces.

    ResponderEliminar