viernes, 30 de diciembre de 2011

Bye bye 2011!

El 2011 ya agoniza, y aparecen por doquier actualizaciones en redes sociales y blogs haciendo balance del año que se acaba y formulando propósitos para el que comienza. Yo hoy quiero hacer algo similar aquí para hablar de lo que ha sido este 2011 para mí, pero en lo referente a la lectura. Porque, si bien creo que ha sido uno de los años que menos he leído (la mayor parte de las obras que he devorado se han concentrado en los meses de verano), ya que volver a dejarme los cuernos en estudiar ha pasado una enorme factura a mi tiempo de ocio, sí ha sido uno de los más enriquecedores.

¿Queréis saber por qué? Pues precisamente por aquello que ya comentaba en este post. Tener que rendirme al encanto de una saga que me ha adentrado en un género nunca antes explorado (o disfrutado, más bien) ha supuesto una experiencia muy interesante. Sigo defendiendo la postura de que, cuando una persona tiene cien mil obligaciones que le impiden disponer de todo el tiempo que le gustaría para leer, es preciso que se vuelva selectiva. Es el motivo por el que, durante años, he descartado sagas enteras por no pertenecer a mis géneros favoritos o, simplemente, por no llamarme la atención al primer vistazo. Sin embargo, este año he luchado contra la inicial repulsión hacia los megafenómenos de masas y me he rendido ante dos obras que, hace ahora un año, no me provocaban ni el más mínimo interés: Canción de Hielo y Fuego, por un lado, y Los Juegos del Hambre por otro. Las causas han sido muy diferentes. En el caso de la saga de George R. R. Martin, creo que jamás habría dado el paso de no ser por la maravillosa primera temporada de la serie de televisión. Y, en el segundo caso, tengo que darle las gracias a Ikima por habérmelo recomendado tan efusivamente, porque se merecía eso y más.

Todo esto tiene una parte mala, por supuesto, que no es otra que el haber tenido que aumentar mi lista de libros pendientes de leer y, por ende, la wish list de obras que espero que cualquier alma caritativa me regale por cualquier ocasión especial, porque si ya de por sí lo que peor llevo de una situación económica un poco precaria es no tener más dinero para comprar libros, ahora la cosa se ha puesto todavía peor ;)

Sin embargo, no sólo de sagas anteriormente repudiadas y posteriormente amadas ha vivido este 2011. He leído otras cosas que me han marcado y, resumiendo, voy a tratar de enumerar los momentos lectores que guardo con más cariño de este año que termina:

- Los ratitos culpables que le robé a mis obligaciones (es decir, el absorbente proyecto de fin de curso) para leer En el corazón del sueño, de Carmen Pacheco, y cómo me encantó su perfecta combinación de momentos emotivos y otros tantos de muchísimo mal rollo.

- Los primeros días de vacaciones de verano, tras terminar con el infernal fin de curso, leyendo Lunar Park. Ya escribí un post sobre el libro de Bret Easton Ellis y cómo me marcó su manera de retratar los demonios literarios que atormentan a todo escritor obsesivo que se precie :)

- Los largas mañanas de verano absorta en Juego de Tronos, y cómo los pasajes de Invernalia conseguían, en ocasiones, evadirme del abrasador calor de Valencia.

- La fría tarde de sábado, no hace ni dos semanas, que me apoltroné en el sofá con el firme propósito de no levantarme hasta que terminase Los Juegos del Hambre, cuya primera mitad había tenido que leer, tortuosamente, a pequeños ratitos, durante los últimos días de entrega de trabajos de clase antes de las vacaciones de Navidad.

- La tarde que, aunque me había propuesto leérmelo despacio y con tranquilidad, acabé devorando Let's Pacheco! Una semana en familia y terminé llorosa por las sensaciones tan familiares (valga la redundancia) que me hizo revivir, y absurdamente frustrada por lo cortísimo que se me hizo.

Seguramente habré leído algo más que me encantó, pero ahora mismo no soy capaz de recordarlo, así que imagino que no me marcaría tanto.

Para este año apocalíptico que está a punto de comenzar, tan sólo espero que sea igual de enriquecedor que el que se va. Eso, a nivel lector. A nivel personal no me cabe duda de que lo será, aunque sólo sea por la avalancha de situaciones nuevas que se me vienen encima. A nivel escritor, y ya que auguro varios meses de no tener nada de tiempo para escribir, me dedicaré a pensar en positivo y repetirme que la obra que presenté al BdV es maravillosa y podría ganar, y que la antología Aenigma Veneris se extenderá como la pólvora y se hará famosa. Porque, ¿acaso no se supone que el pensamiento positivo atrae hechos positivos? :)

¡Que paséis tod@s un feliz fin de año!

domingo, 18 de diciembre de 2011

Tráiler de Los Juegos del Hambre - Versión alternativa

Esta frikada no se puede dejar de compartir. He intentado resistirme, pero es imposible XD


Y de paso aquí tenéis el cartel promocional de la película. La de verdad.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Elipsis psicológica

He elegido llamar elipsis psicológica a esta entrada del mismo modo que podría haberla llamado: "cómo aprovecharse de los conocimientos y experiencias previos del lector para ahorrarnos palabras innecesarias" o bien "cómo sacar jugo de las imágenes de película". 

¿Que a qué me refiero? Bueno, a ver si me sé explicar. Para intentar ilustrarlo, os contaré cómo me dio por pensar en esto.

El otro día, en Ana Karenina, leí un pasaje en el que se desarrollaba un baile de la alta sociedad. Todavía tengo la imagen perfectamente formada en mi mente: el inmenso salón de altísimas paredes con molduras de escayola doradas combinadas con color crema; las columnas de mármol que salpicaban la sala; las espectaculares lámparas de araña cuyos cristales brillaban con los colores del arcoiris; los músicos de la orquesta vestidos de esmoquin negro; la multitud bailando, tan elegante, riendo; el jolgorio, las risas, la diversión... Pero después de tener esta imagen perfectamente elaborada en mi mente, me percaté, no sé cómo, de que ninguno de esos elementos que yo imagino es mencionado por Tolstói en la descripción que hace del baile. Releí con interés la escena. Lo más parecido a una descripción del lugar es esto:

"Acababa de empezar el baile cuando Kitty y su madre aparecieron en la escalera iluminada, llena de flores y con una serie de criados con pelucas empolvadas y uniformes rojos. Desde las salas llegaba un murmullo acompasado, semejante al de una colmena, y mientras se arreglaban delante del espejo los peinados y los trajes se oyeron distintamente los suaves sones de los violines que daban comienzo al primer vals".

A partir de aquí, describe con profusión el atavío de Kitty y también el de algunos invitados, así como su forma de bailar, pero no menciona en ningún momento la apariencia del salón y, de hecho, tampoco indica en ningún momento que haya una multitud bailando (quitado del ruido de colmena que se oye desde fuera); menciona a algunas personas o grupitos aislados, y nada más.

¿De dónde sale, pues, lo que yo he imaginado y que soy incapaz de olvidar? Está claro que se trata de una imagen previa que tengo dentro de la mente, con toda probabilidad procedente de alguna película o, si no, de alguna vivencia.

De modo que he pensado llamarle a esto "elipsis psicológica" (con mayor o menor acierto por mi parte, esto ya no lo sé) porque podemos usarlo, precisamente, para evitar (elidir) una descripción pesada y aburrida de un lugar del que cualquiera tiene ya una imagen preconcebida, a no ser que queramos mostrar que precisamente nuestro escenario es distinto a ese preconcepto. La idea es usar sólo una serie de palabras clave, que sacarán a flote la imagen, y evitar el resto, esperando que la propia imaginación del lector o sus vivencias previas rellenen los huecos que nuestra descripción deje vacíos. 

Por ejemplo, en el caso que yo comentaba, bastan algunas palabras como: baile, luz, encajes, vals, peinado, vestido, violín; yo lo aderezaría, para reforzar la imagen sin describirla, con mucho diálogo de los asistentes.

¿Qué tal la idea? ¿Os parece aplicable? Yo le veo como principal limitación la edad de los lectores, puesto que si escribimos un texto infantil las vivencias del público al que va dirigido están más limitadas.