lunes, 22 de marzo de 2010

Escritores disciplinados

En esto de la escritura, al principio yo era un poco ni-ni. Me explico. A nivel de textos, sólo quería dedicarme a escribir aquello que realmente me gustaba, sin asumir que por el hecho de querer escribir un libro completo también tenía que apechugar con algunas tareas arduas y hasta aburridas (creo que es lo que caracteriza a los miembros de este colectivo, prestar sólo atención a la satisfacción de placeres inmediatos, sin ningún tipo de aprecio por los logros con sudor y esfuerzo).

En mi caso, el resultado era un montón de fragmentos desmembrados, muy bonitos, sí, pero sin ton ni son, sin disciplina. Llevo varios años haciendo un esfuerzo descomunal por mejorar eso, y como resultado de este proceso de desni-nización estoy comenzando a asumir mis responsabilidades como aspirante a escritora con obra publicada. Porque, como apuntó Elsa Aguiar en su blog, "escribir bien y escribir una buena novela son cosas diferentes". De modo que para escribir una buena novela debemos asumir ciertas obligaciones. A mí se me ocurren varias que indico a continuación:

-Escribir lo que le conviene a la obra, y no lo que nos conviene a nosotros. Ésta es la más importante. La conveniencia y el deseo son cosas que con frecuencia no coinciden. A lo mejor a mí me apetece en ese momento extenderme en detalles y más detalles, hacer un ejercicio de demostración de mi estupenda retórica, y resulta que lo adecuado para la obra es un pasaje tenso, inquietante, de frases cortas y carentes de paja. Esto implica una renuncia o bien un aplazamiento. Debemos renunciar a escribir el texto descriptivo o escribirlo como desahogo y no incluirlo en el texto del libro. Más adelante, cuando nos cansemos de descripciones, podremos continuar tal y como la obra pide y no como nos pide nuestra sinrazón.

-Probar cientos de construcciones gramaticales, darle cientos de vueltas a las cosas, corregirlas mil veces y no ser permisivos. En todo caso, más exigentes de lo normal. Como ejemplo se me ocurre que cuando doy clases particulares a miembros de mi familia, aunque intente contenerme, soy más exigente que con los que no lo son. Es mejor ser exigentes con nuestra propia obra que dejar que luego venga otro y nos la suspenda con razón. Ya sabemos que se puede suspender habiendo estudiado, pero aprobar sin haber estudiado nada de nada es cosa de chuletas o de milagro.

-Escribir todos los días, aunque sean 15 o 20 minutos. No me refiero a escribir el texto en sí de la obra. Si no estamos inspirados, o las palabras hay que sacarlas con pinzas, está bien escribir en una hoja apreciaciones sobre el argumento. Cosas que pueden suceder, pequeños detalles que aporten algo... En mi caso escribo más palabras de supuestos y anotaciones que de libro. Esto no era así antes, claro. Escribir anotaciones es muy aburrido, estructurar una escena o un capítulo es un trabajo en apariencia poco artístico, casi de disección científica, que no suele ser demasiado satisfactorio. Este tiempo de escribir se puede sustituir por tiempo para pensar, siempre que utilicemos los mecanismos oportunos para no olvidar las ideas que vayan surgiendo. Es muy frustrante la sensación de "he tenido una idea que me encantaba, pero la he olvidado".

-Siguiendo en la línea del comentario anterior, es importante apuntar cualquier cosa, por pequeña que sea, pues puede ser el germen de una gran historia o bien de una gran escena dentro de nuestra historia ya iniciada. Para este menester es muy útil el bloc de notas del teléfono móvil o utilidades por el estilo, para usarlo en cualquier lugar: la cola del súper, el transporte público, el gimnasio o incluso en el lugar de trabajo. Bastan cinco o seis palabras, no quiero que despidan a nadie por mi culpa por uso indebido del teléfono móvil en horario laboral, que ya sabemos la palabra que nos viene a todos a la mente... La ventaja de esto es que después, al llegar a casa y pasar esas anotaciones a un cuaderno o al ordenador, generalmente surgen nuevas ideas y así vamos estirando del hilo.

-Volver sobre las mismas ideas. Nuestra mente no siempre está igual. Es posible que hoy tengamos una idea buena, pero que, si la rememoramos mañana, tengamos otra idea buena relacionada con la primera y así, ladrillito a ladrillito, vayamos construyendo un argumento sólido y convincente. Lo único que se me ocurre para esto es releer lo escrito con frecuencia, y también suele ser tedioso.

En fin, son sólo algunas ideas. Cada cual tiene su método de trabajo, de modo que no tiene por qué funcionar con todo el mundo. Lo que está claro es que, en cierto modo, siempre será necesario obligarnos para aprender. El método ni-ni ya sabemos que no funciona.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Des-catálogos

Es una pena que, con lo que cuesta llegar a publicar, al final un libro tenga mala fortuna en el mercado y sea descatalogado. Son muchos los que se dan este gran batacazo después del éxtasis de la publicación y, en ocasiones, en el breve espacio de tiempo que pasan en las tiendas, alguien los descubre y los adora como auténticas joyas hasta que vuelven a desaparecer de su vida. En este sentido, el panorama ha cambiado y mejorado mucho con internet. Ya no tenemos que recorrer una librería de viejo tras otras, si es que las hay en nuestra ciudad. Ayer, navegando, encontré una página que tal vez ya conozcáis:

http://www.iberlibro.com/

También tienen libros nuevos, pero lo más destacable son los apartados de:


Al menos éstas son las que llaman más mi atención. He buscado aquí dos libros descatalogados (Marionetas de sangre y El diario secreto de Laszlo) y sólo he tenido suerte con el segundo de ellos, pero ya es más que nada, ¿no?

También resulta curioso el apartado de los libros más caros vendidos en la página, donde se observan precios altísimos por verdaderas reliquias y maravillas. El más caro de 2009, dos tomos de Lewis Carroll vendidos por la sorprendente suma de 10.031 euros.

Los libros más caros vendidos en IberLibro en 2009

Os recomiendo que le echéis un vistazo a la página y os hagáis con alguna joya un poco más económica, a no ser que vuestro bolsillo y vuestra pasión por los libros os permita un capricho mayor.

lunes, 15 de marzo de 2010

Amor a las palabras o a las historias?

Con este título no pretendo decir que ambas cosas estén reñidas, ni mucho menos. Supongo que todos los que escribimos compartimos, en cierta medida, el amor a las palabras, pero he querido formular la pregunta para distinguir entre lo que me parecen dos vertientes de la misma actividad. El comentario publicado por Eomoi en el post Derecho de admisión, en el que expresa sus dudas sobre si alguna vez ha escrito movida por el amor al acto de escribir en sí, o a las palabras, me ha hecho pensar sobre este asunto.

En mi caso, si tuviese que elegir una única opción, me decantaría por las historias. Creo que lo que más me gusta, más allá del acto de redactar en sí, es contar historias. El por qué de que las escriba en lugar de plasmarlas por otros medios creo que es puramente anecdótico: empecé a escribir de pequeña y desde entonces no he dejado de hacerlo. Pero también me gustan otros muchos modos de contar historias, aunque yo no los practique, como el cine, la música o la fotografía. La fotografía sí la toco, aunque de un modo mucho más superficial que la literatura.

Hasta no hace mucho tiempo, yo defendía a capa y espada la idea de que no existen personas que escriben bien y personas que escriben mal, sino diferentes modos de expresarse. Poco a poco he ido dándome cuenta de que esto no es del todo cierto, pues hay, objetivamente, obras mejores escritas que otras; gente que escribe más o menos bien, y gente que escribe de modo deplorable. Sin embargo, en lo que llevo de vida, y he leído mucho, creo que sólo me he encontrado con un par de obras que me hayan resultado tediosas de leer debido a su horrible redacción, por lo que en cierta manera sigo pensando que, salvo casos extremos, existen muy distintos modos de expresarse y de contar una historia, pero eso no significa que dichos modos no sean válidos.

No sé si puedo "echarle la culpa" a haber estudiado Formación Profesional y no Bachillerato, con lo que determinadas materias como Literatura las di muy por encima, pero no me avergüenzo de reconocer que no he leído a demasiados clásicos, y que el noventa por ciento de las obras que mantengo idolatradas no son precisamente obras maestras de la literatura. ¿Por qué las tengo idolatradas? Pues porque me engancharon con su historia, sus personajes o su modo de contar las cosas, aunque éste no fuese de lo más bello a nivel literario. Supongo que debido a ello, debido al tipo de obras que me han marcado, es por lo que terminé madurando mi punto de vista de que no existen escritores mejores o peores, sino simplemente diferentes estilos.

A día de hoy creo que he aprendido bastante, y sobretodo me he dado cuenta de que, al menos en España (me consta que en otros países el tema cambia bastante; sólo hay que ver la cantidad de obras que importamos de fuera y que tan sólo con echarles un vistazo nos damos cuenta de que jamás se hubiesen publicado si viniesen de un autor español) hay que cuidar mucho las formas. Y gracias a haberme dado cuenta de ello, he podido corregir diversos defectos que venía arrastrando en mi forma de escribir. Ha sido tan sólo de un tiempo a esta parte, cuando de verdad me he propuesto luchar para publicar, cuando he comenzado a prestar más atención a mi forma de escribir, y no sólo a la historia que quiero contar. También ha sido desde hace poco cuando (como comentaba en el post sobre Calabazas en el trastero) he empezado a divertirme escribiendo historias por encargo, a modo de ejercicio.

En definitiva, lo que quiero decir con este post es que nunca me he considerado una persona que escribe, principalmente, por amor al acto en sí de escribir. Por supuesto que disfruto escribiendo, y cada vez más. Pero siempre me ha movido más el interés por contar una historia, el transmitir un determinado sentimiento, que el acto en sí de tejer palabras. Y este modo de enfocar la actividad de escribir ha caracterizado, también, mi forma de valorar obras ajenas, donde siempre me acaba enganchando más el sentimiento o los personajes, que la calidad literaria (al menos esa calidad considerada como objetiva). Creo que son dos maneras de ver la literatura, y a mí al menos me parecen igual de válidas. Eso sí, por supuesto, no están reñidas: de hecho, cuanto más cerca se encuentren la una de la otra, más redonda será la obra resultante.

Sí, acepto el hecho de que mi visión un tanto "anárquica" de la literatura choca terriblemente con la capacidad de escribir lo que deslumbrará a un jurado de un concurso prestigioso, o con los criterios en teoría objetivos con los que se valoran las buenas o malas obras ;)

Saludos!

sábado, 13 de marzo de 2010

Calabazas en el trastero

Y porque no sólo de LIJ viven los escritores, os dejo información sobre un concurso que, pese a ser pequeñito y no tener dotación económica, me ha parecido muy interesante (supongo que porque me encanta escribir relatos de terror, y por eso me toca de lleno): Calabazas en el Trastero, de la editorial Saco de Huesos. Ésta es la página web oficial de la editorial:

http://www.sacodehuesos.com/index.html

Pero os voy a dejar, aparte, las bases para la convocatoria actual, ya que, si bien se pueden encontrar ya en cualquier web sobre concursos literarios, la oficial no se encuentra actualizada, y las bases que constan son las de la convocatoria pasada.

http://www.stardustcf.com/notiindiv.asp?noti=4250

Parece ser que salen dos o tres antologías al año, cada una con su tema particular, así que en caso de que no os interese la actual, siempre podéis echar un vistazo para posteriores.

A mí por lo menos me ha parecido interesante, y creo que terminaré por suscribirme para recibir todos los números publicados hasta la fecha. Hasta hace poco me molestaba bastante que un concurso pidiese obras sobre temas concretos, pero últimamente he empezado a verlo como una especie de ejercicio bastante práctico, me hace cierta gracia lo de escribir algo "por encargo". Ya me contaréis si os animáis :)

viernes, 12 de marzo de 2010

Sombra de pino

Había pensado, a modo de homenaje, escribir aquí el principio de La sombra del ciprés es alargada, novela que me impresionó vivamente por su maestría, y porque cuando Delibes ganó con ella el Premio Nadal de 1947 tenía la misma edad que tengo yo ahora, y eso me producía una admiración enorme y cierta envidia sana. No tengo la novela en casa, porque tanto me gustó que ando prestándola a todo el mundo para que disfrute como yo disfruté. Sólo transcribir la cita con la que empieza el libro que, si no recuerdo mal, se trata de un proverbio árabe: "Un amigo hace sufrir tanto como un enemigo". Que su sombra permanezca sobre nosotros, cobijándonos, por mucho tiempo. La suya será una sombra de pino muy redonda.

jueves, 11 de marzo de 2010

I Premio de Literatura Infantil "Ciudad de Málaga" 2010

Os dejo un enlace a través de escritores.org a una convocatoria para un premio de literatura infantil que se cierra el 1 de abril. Yo lo he descubierto hoy, y aunque no tengo ninguna obra que se ajuste (el intervalo de páginas admitido es de 25 a 40, a doble espacio) es una buena opción a tener en cuenta de cara a otras convocatorias. Espero que tengáis alguna obra que podáis adaptar para probar suerte.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Derecho de admisión

Ante la revelación del nombre de los ganadores de importantes concursos literarios, como es el caso del Barco de Vapor y del Gran Angular, siempre hay quien defiende que escritores ya consagrados como los ganadores del año pasado (Care Santos y Antoni Garcia Llorca, respectivamente) y los de este año (Jordi Sierra i Fabra y Ricardo Gómez), con numerosas obras publicadas, no deberían tener derecho a presentarse. El único argumento que se esgrime al respecto es que no dejan “espacio” a los autores noveles. ¿Y qué? Eso no es el problema de la editorial, es el nuestro. El único motivo que nos puede mover a defender que no se presenten, es que a nosotros, los eternos aspirantes, nos gustaría enfrentarnos a contrincantes “más asequibles”. Vamos, que nos gustaría ser campeones mundiales de un deporte sin que se presenten los mejores, porque así tendríamos oportunidad de ganar. ¿Queremos publicar por presentar una buena obra o por presentar la obra menos mala?

Claro que es frustrante para nosotros ver que gana gente con amplia experiencia, que se mueve en este mundillo como pez en el agua. ¡Te hace sentir tan y tan insignificante a su lado! Pero no tiene sentido querer ganar sin competir con ellos, porque en el mundo no le regalan nada a nadie; a ellos tampoco se lo debieron de regalar en su día.

En fin, lo que decimos siempre por aquí: Violet, Anabel (y todos los demás que os hayáis presentado sin suerte) no os desaniméis y seguid escribiendo. Por lo menos sabemos que no habéis sido finalistas porque estabais compitiendo con la flor y nata de la LIJ.

Edito

Esta entrada refleja únicamente mi opinión personal (Ikima) de la que incluso yo tengo dudas. No refleja, en absoluto, el sentimiento mayoritario de la gente que habitualmente participa, lee y comenta en este blog. Por favor, para tener una visión amplia del tema de debate y de las dudas razonables que genera, leed todos los comentarios.

martes, 9 de marzo de 2010

Entrega de premios

Bueno, hoy es la entrega de los Premios SM, así que esta noche misma (si lo van publicando en la página de Facebook de los microrrelatos SMS) o mañana, a más tardar, ya sabremos los ganadores de esta edición y podremos leer los primeros capítulos. Por mi parte tengo mucha curiosidad por saber qué tipo de obra triunfa este año y poder perfilar mejor la "línea editorial" de SM, pues confieso que en muchos casos no la acabo de enfocar con demasiada nitidez. Suerte a los finalistas y, si es posible, que gane el mejor.

Edito

Ya han creado en el blog de los microrrelatos SMs una entrada al respecto:

Indican que lo retransmitirán en riguroso directo por Twitter, así que esta misma noche podremos enterarnos de los ganadores.

A mí me resulta emocionante, pero creo que es porque este año no me he presentado. Veremos el año que viene si estoy tan campante...

En fin, el barco zarpa. Suerte y enhorabuena a los que han logrado zarpar con él. En cuanto a los que, por ahora, seguimos en tierra, ¡a escribir! A ver si el año que viene nos alcanza para comprar el pasaje.

Saludos

martes, 2 de marzo de 2010

Autocrítica

Una de las características más destacables de un autor novel es la benevolencia con que lee y juzga su propia obra.

Creo que no es más que la inexperiencia, que la falta de hechos con los que compararse de forma objetiva, como el niño que ve por primera vez una marioneta haciéndole carantoñas en manos de un inexperto, y queda embelesado, creyendo que es lo más bonito que ha visto jamás. El autor novel mira su obra con los ojos de ese niño: «¿No es maravilloso que yo haya sido capaz de escribir esto? Un texto bello, con sus metáforas tan bien puestecitas, con una corrección escrupulosa… ¿No será acaso cualquier editor capaz de apreciarlo, de aplaudir mi gran hazaña de haber sido capaz de algo así?». Como si el editor fuese el profesor que siempre ha ensalzado nuestra capacidad a lo largo de los años escolares. Como si una editorial fuese un colegio en el que destacamos a nivel de expresión escrita sobre los demás compañeros. Nuestro orgullo nos exige una palmadita en la espalda. Y resulta que la editorial tiene la desfachatez de no dirigirnos siquiera la palabra, de no responder a nuestros escritos ni con un “lo sentimos, su obra no está dentro de nuestra línea editorial”. ¿De verdad no se ha dado cuenta de lo maravilloso que es nuestro texto?

Claro que habrá joyas de la literatura que los editores han pasado por alto (me viene a la mente Cien Años de Soledad y Seix Barral). No es algo inhabitual. Pero, en general, seguramente el fallo es nuestro. La condescendencia para con nosotros mismos es una suerte de adolescencia artística. Inmadurez por los cuatro costados y pataleta/llanto/rabieta posterior al fracaso, según sea nuestro talante habitual (yo me decanto por el lagrimeo con consuelo familiar incluido).

Pero si dejamos de mirar a nuestro alrededor con los ojos de ese niño o de ese eterno adolescente, seguramente nos daremos cuenta de que el mundo es amplio y diverso. En el mundo hay muchos niños a los que un profesor alentó alguna vez. Y muchos de ellos han seguido luchando, han dejado atrás la eterna adolescencia mental, ejercen la autocrítica con maestría y perfeccionan su obra sin darle ni un segundo de tregua. No permiten que su texto les deslumbre. Esas personas están compitiendo codo con codo con nosotros (jamás en mi vida había visto cinco palabras que empiezan con “co” seguidas en una misma frase XD), enviando su texto a los mismos concursos. Y merecen ganarlos. A mí sólo se me ocurre una forma de alcanzarles, y es bastante cruel: sed despiadados con vuestras palabras, para que ellas no lo sean con vosotros.

Yo, de un tiempo a esta parte, escribo (y leo) cada día más y cada vez más. Y cuanto más lo hago, menos satisfecha estoy con lo que escribo. Más lo critico, más lo tacho, más lo condeno al olvido absoluto y, lo que es mejor, cada vez con menos remordimientos, o directamente sin ellos. ¿Significa que me he vuelto exigente a secas? Creo que la exigencia está aparejada con una mejora en la calidad literaria. En muchos casos, los autores con experiencia escriben mejor que cuando empezaron y, sin embargo, se sienten menos satisfechos con su obra.

Personalmente, he notado la evolución. Cuando ahora leo aquellos textos primeros, de metáforas bien puestecitas, me entran sudores. Y sólo puedo decirme una cosa a mí misma: «Ingenua». Si a mí, que por mucho que lea mi obra con distancia siempre será parte de mí —aunque intente renegar de ella— y siempre me tocará de cerca, me entran sudores… Un editor directamente debía de partirse de la risa. Sustituid mi «ingenua» por cualquier palabra que se os venga a la mente pero más mordiente, más ácida, y seguramente estaremos muy cerca del vocablo correcto.

En conclusión, ejerced la autocrítica y no seáis condescendientes con vosotros mismos. Al “alumno aventajado”, bajarle el nivel de exigencia siempre ha logrado únicamente lo siguiente: perjudicarle, estancarle y, sobre todo, negarle metas más altas.