Me senté en uno de los bancos de mármol de la estación, entre una mujer sepultada en bolsas de El Corte Inglés y un anciano que emanaba un olor a tabaco tan penetrante que estuvo cerca de marearme. Estaba cansada, y me molestaba el estómago. Siempre me entraba acidez en épocas de nervios. El hecho de haber comido sólo una manzana y un par de galletas en todo el día no ayudaba gran cosa a sentirme mejor, pero había sido incapaz de ingerir nada más.
Menudo imbécil. ¿Por qué había tenido que venir otra vez a esperarme al trabajo? Claro, sabía que cuando hacía eso yo no tenía escapatoria, tenía que escucharle sí o sí. La excusa, esta vez, había sido invitarme a su fiesta de cumpleaños. Como si yo tuviese algún interés en ir. Rencorosa, me había llamado. No se trataba de rencor. Se trataba de decepción. Jamás podría perdonarle lo que había hecho, porque mi confianza en él se había hecho añicos. Eso era peor que el rencor. Y, además, irreversible.
El metro llegó. Me puse en pie y me dirigí al último vagón, como siempre.
Me separaban ocho estaciones hasta llegar a casa, dos de ellas subterráneas y las demás al descubierto. Casi todas las estaciones de los pueblos de las afueras de la ciudad eran descubiertas, y me encantaba que fuesen así. Las subterráneas siempre me habían parecido un poco deprimentes. Clavé la mirada en la ventana de enfrente, que me devolvía mi propio reflejo, un poco distorsionado. Observé mi rostro salpicado de esas pecas que todos decían que me daban un aire de niña pequeña, aún a mis casi veintiocho años. La luz del día me sobresaltó. No me había dado cuenta de que habíamos pasado las dos primeras estaciones. Observé con extrañeza que el cielo se mostraba gris y plomizo. No hacía ni media hora, el sol brillaba con todo el ardor de una tarde de julio.
Fue entonces cuando reparé en que no había nadie en mi vagón. Algo raro, pues el metro solía ir bastante lleno a esas horas. Me dispuse a echar un vistazo al resto de los vagones.
No había nadie.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Me sentí helada, como si mi camiseta de algodón no bastase para abrigarme en una calurosa tarde veraniega. Para alimentar más mis nervios, advertí también que, de hecho, el metro no se había detenido desde que había entrado en él. Había viajado tan absorta en mis pensamientos durante el tramo subterráneo, que ni me había dado cuenta.
Miré a través de las ventanas, y comprobé que el paisaje no me resultaba familiar. Tan sólo observaba áridas llanuras que se perdían en el horizonte, extensiones grisáceas salpicadas por algún que otro árbol solitario.
Todo empezó a dar vueltas a mi alrededor. ¿Qué diablos ocurría?
Me dirigí rápidamente a la cabina del conductor, atravesando, tambaleante, todo el metro vacío. Golpeé la puerta con brusquedad.
-¡Por favor! ¿Qué ocurre? ¿A dónde vamos? ¿Por qué no hay nadie?
La puerta se abrió. Me encontré con un señor de rostro severo, ataviado con el uniforme de la compañía ferroviaria.
-¿Por qué no paramos en ninguna parte? ¿Dónde estamos?
El hombre, sin abrir la boca y sin prestarme la menor atención, se dio la vuelta y volvió a entrar en la cabina. Fui tras él, negándome a permanecer fuera, sola y sin respuestas. En cuanto entré, me horroricé. Dentro de la cabina, sentado ante los controles del vehículo, se encontraba un hombre con una cacerola en la cabeza, como una especie de casco absurdo. Advertí que, a su izquierda, había colgado un calendario, y casi me desmayé al comprobar que éste no era más que una sucesión de ceros. Año cero, días cero. Todo cero. Ninguno de los dos hombres dijo nada, ni movió un sólo músculo. Salí de la cabina, mareada, trastornada, y me dejé caer en uno de los múltiples asientos vacíos. Y entonces, sólo entonces, busqué con la mirada el panel indicativo del destino del metro: “Fuera de Servicio”.
Hola.Quería saludaros ya que hace tiempo que no paso por aquí.Madre mía que de avances.BUeno quería deciros también que hay un programa que se llama ywriter 5 que se puede descargar gratuitamente y que sirve para los que "somos" escritores.Te ayuda a planificar todo lo que es tu obra: personajes, capítulos, tramas y podéis seleccionarlo en español, una vez que lo tenéis instalado.
ResponderEliminarEspero que os ayude y me alegro de ver que tod@s estáis tan bien.
Un abrazo,
Enrique
Hola Enrique, cuánto tiempo! :) Gracias por la recomendación, suena interesante lo de ese programa y no tenía ni idea de que existía, le echaré un vistazo. Hasta luego!
ResponderEliminarEnrique muchas gracias, lo instalaré a ver qué tal. ¿No te animas a hacer el ejercicio o a proponer algún otro? ¡Un saludo!
ResponderEliminarIkima!! Ojalá pudiera pero de verdad que me es imposible.Entre el trabajo y mi hijo, me acaparan todo el tiempo.Me pasé por aquí porque no me gusta perder el contacto con mis amigos y quería saber que estábais geniales.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.