martes, 22 de septiembre de 2009

Para no lectores

Leo en El Cultural un artículo de Ignacio Echevarría titulado Para no lectores (dentro del comentario de La literatura como bluff, "panfleto publicado por Julien Gracq en 1950 que la editorial Nortesur ha tenido la excelente iniciativa de recuperar"). Me estremezco levemente ante su lectura, porque las verdades como puños golpean con fuerza los cimientos de la conciencia. En este artículo, el autor destripa un fenómeno, una especie de enfermedad degenerativa que tiene a bien destrozar lo que había sido, hasta ahora, la literatura.
El regusto que me ha dejado en la boca su lectura es que queda literatura, es cierto, pero en la sombra. Para acceder a la auténtica y verdadera hay que apartar antes montañas de libros que saltan y gritan diciendo: “¡A mí! ¡A mí! ¡Cógeme a mí!” (o mejor: “¡Cómprame a mí!”). Y a veces, nos guste o no, la tentación de elegir a uno de esos pequeños libros huérfanos que nos grita es intensa, aunque después resulte ser un fiasco. ¿Acaso alguna vez se parece el contenido de los envases de comida preparada a la foto mostrada en el exterior? Aunque en los libros siempre se puede aducir que se trata de algo subjetivo, que la mayor o menor calidad de su contenido es una opinión personal, mientras que no es opinión, sino hecho, que una hamburguesa de lata no se asemeje ni de lejos a su modelo en dos dimensiones.
Pero lo que sorprende esencialmente del artículo es constatar que, por lo que parece, no se trata, como pensamos, de un problema de nuestro tiempo. Según escribe Echevarría, “el efecto de transformación acelerada, de inminente derrumbamiento, de liquidación que suelen producir la industria y el mundo del libro y, más generalmente, la institución literaria, tiende a relativizarse cuando se leen textos clásicos […]”.

Y a pesar de esta sorpresa, la frase que más me ha llamado la atención en este artículo, y que he subrayado con rotulador fluorescente y me ha hecho meditar largamente sobre su contenido es la siguiente: “El caso es que la presión de ese público que no lee ha terminado por promover toda una literatura orientada a congraciarse con él, aun al precio de disolver lo literario en una gama cada vez más amplia y variada de sucedáneos”. Y ahí sí que me doy cuenta de que estoy de acuerdo con ello. Se busca, en muchos casos, escribir libros “sencillos” que puedan atrapar a lectores poco avezados. ¿Tiene acaso sentido? ¿Es el escribir para niños y jóvenes escribir para lectores no lectores? Muchos niños son mejores lectores que la mayoría de adultos. No pretendamos escribir libros para niños que no leen, o tener la presuntuosa intención de lograr que un no lector se convierta en lector con nuestros libros. Escribamos para lectores, lectores de verdad, y que cada cual se suba al tren de la lectura si le interesa. Es, posiblemente, una de las formas de ensalzar la “buena literatura”.

Sin embargo, aún estando de acuerdo con las aseveraciones de Ignacio Echevarría, no puedo evitar preguntarme si los “malos libros”, o si la “mala literatura” existe desde siempre por una simple razón: porque no son más que los inicios de los grandes escritores, de sus intentos de aprender y perfeccionarse, y que dicha literatura es simplemente el preludio de la buena y gran literatura, la memorable y artística. Tal vez, siempre habrá “mala literatura”, porque por suerte siempre habrá escritores noveles buscando el camino señero y luminoso de los grandes escritores.

9 comentarios:

  1. Uf, cuánta razón. Yo también me he planteado mucho últimamente, desde que se pasan tantísimo con el márketing con determinadas obras o sagas, que realmente ahora lo que se está vendiendo es literatura para no lectores. La prueba la tenemos en, por ejemplo, el Código Da Vinci. Conozco como trillones de personas que no tienen ningún hábito de lectura que, sin embargo, se lo han leído. Porque, por supuesto, se lo han metido hasta en la sopa. Ese tipo de obras son las que me causan rechazo a simple vista, es como si me pareciese absurdo perder el tiempo en leer algo que le gusta a todo el mundo que normalmente no lee, como si supiese de antemano que me va a parecer insuficiente desde mi punto de vista de lectora empedernida (aunque esto que acabo de decir pueda quedar arrogante xD).

    Estoy de acuerdo en que jamás se debería escribir pensando en no lectores. Hay que escribir todo lo mejor que uno pueda. Desde mi punto de vista, toda obra tiene su público, sea más mayoritario o menos, no se trata de buscarlo a propósito, sino de que el propio público elija lo mejor para él, que es precisamente lo que se intenta evitar con tantísimo márketing agresivo.

    Lo de las malas obras... Pues sí, habrá malas obras que sean simplemente ensayos de futuras obras mejores. Pero creo que en el tema que estamos tratando, ésas serían una minoría. Cuando se escriben novelas como El Código Da Vinci (y siento repetirme, sobre todo porque ni la he leído), se escriben con toda la intención de convertirlas en bestsellers y que las lean hasta los gatos. O al menos así lo veo yo.

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  2. Yo sí la leí y te aseguro que no te la recomiendo jajaja.

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  3. Yo, al igual que Violet, me considero una lectora empedernida, y hasta hace unos siete u ocho años me negaba a leer todo tipo de novelas que estuvieran etiquetadas como bestsellers. Ahora sin embargo no le hago ascos (me leí El Código Da Vinci y no creo que lea algo más de este autor), pero hay ciertas historias que me he alegrado de conocerlas. Una vez leí que Isabel Allende no hacía literatura, sino que contaba historias. Pues yo debo decir que me da igual cómo las catalogue un entendido, porque sus historias me parecen estupendas. Creo que la literatura tiene que llegar a todo el pueblo, y no todos están preparados para leer según qué prosa. Conozco gente que no podría pasar de la tercera página de una novela de Kafka, y a mí me chiflaba cuando tenía 17 años.

    Es como esas historias que contaban los juglares y que pasaban de boca en boca, y luego estaban las historias que se escribían en los conventos. Creo que siempre ha existido una literatura popular, y otra más selecta. No sé a qué grupo quiero pertenecer, pero no quiero avergonzarme de leer según qué cosas como hace años. Dsifruto leyendo, con unas historias más que otras. A veces me sorprende de lo que publican, pero como en todo, para gustos hay colores.

    Una vez me dijo una escritora que escribía lo que le gustaba, pero siempre pensando en los lectores, porque al fin y al cabo a ellos va destinada nuestra obra. No sé si eso es venderse, pero supongo que hay que encontrar el punto medio entre lo que les gusta a los lectores y lo que nos gusta escribir a nosotros.

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  4. Pues yo me considero también una lectora empedernida y he de reconocer que El Código Da Vinci me cautivó desde un principio... ¿qué le vamos a hacer?

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  5. ¡Eso sí es verdad! ¡Tú te lo lees todo!

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  6. Cambiando un poco de tema.¿Sabéis algo de 47 ? Hace mucho que no se le ve por aquí.

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  7. Pues me lo he preguntado con frecuencia. Pensé que sería algo del verano y eso, pero ni él ni Azaria han reaparecido... ¡Se les echa de menos!

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  8. mirsanya, conozco a muchísima gente que les gustó El Código da Vinci, entre ellos a mi pareja, que últimamente lee mucho ensayo. El tema me pareció muy intereante, pero no llegué a conectar con la historia.
    Pero bueno, me he leído otros bestseller que me han gustado mucho, y a mi pareja no ha podido pasar de la página cincuenta. Supongo que va en gustos, y reconozco que en ciertas novelas que están muy bien pensadas para que las lea cualquier persona.

    Yo también echo de menos a Azaria y a 47. A ver si un día aparecen por aquí.

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  9. Por cierto, por si estáis interesados en leer el artículo de Ignacio Echevarría al que he hecho referencia, olvidé poner el enlace:

    http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/25792/Para_no_lectores

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