En la línea de la última opinión de Violet en el post anterior, he escrito un comentario que me ha quedado bastante largo, por lo que al final he optado por ponerlo como un nuevo post. Siempre alegra entrar en el blog y ver que hay palabritas frescas.
Creo que Violet tiene toda la razón al afirmar que una cosa es la esencia de la obra y otra la forma, y el problema es lograr perfeccionar esta última sin tocar la primera. Supongo que es algo así como elegir la ropa y el maquillaje adecuado para estar mejor y a la vez seguir pareciendo nosotras mismas, sin que dé la sensación de que nos hemos disfrazado de otra persona. Por decirlo de algún modo.
Me consuela pensar que con los años aprenderemos a distinguir con exactitud dónde está la esencia de nuestra obra, y por ende sabremos modificarla sin empeorarla, sino potenciando lo mejor que tenga. Está claro que toda obra tiene una fuerza vital muy intensa que nace de nuestra pasión creadora, del placer absoluto por lo que hacemos, y cuando intentamos corregirla en un momento en el que ya no nos causa ese sentimiento tan parecido a un terremoto, es bastante improbable que derrumbemos las reticencias de lector alguno. Hay obras que tienen “ese algo especial que no se sabe qué es” y hay otras a las que “les falla algo pero no se sabe el qué”. Eso es la fuerza, la pasión, la vida que tienen sus palabras… Que para algo la literatura es un arte, y el que pretenda objetivarla hasta el extremo creará obras sumamente correctas, pero artísticamente muertas.
Por otra parte, corregir una obra con una exaltación excesiva, sin utilizar el criterio estricto por el que se guiaría un lector profesional, tampoco es lo más adecuado.
Así pues, lo ideal debe ser escribir con pasión —con el alma, que diría un poeta— y corregir con objetividad, sabiendo en todo momento dónde está la esencia verdadera de la obra para dejarla intacta después del proceso de edición.
Como tantas cosas en la vida… ¡Qué fácil que es decirlo y qué difícil hacerlo!
Creo que Violet tiene toda la razón al afirmar que una cosa es la esencia de la obra y otra la forma, y el problema es lograr perfeccionar esta última sin tocar la primera. Supongo que es algo así como elegir la ropa y el maquillaje adecuado para estar mejor y a la vez seguir pareciendo nosotras mismas, sin que dé la sensación de que nos hemos disfrazado de otra persona. Por decirlo de algún modo.
Me consuela pensar que con los años aprenderemos a distinguir con exactitud dónde está la esencia de nuestra obra, y por ende sabremos modificarla sin empeorarla, sino potenciando lo mejor que tenga. Está claro que toda obra tiene una fuerza vital muy intensa que nace de nuestra pasión creadora, del placer absoluto por lo que hacemos, y cuando intentamos corregirla en un momento en el que ya no nos causa ese sentimiento tan parecido a un terremoto, es bastante improbable que derrumbemos las reticencias de lector alguno. Hay obras que tienen “ese algo especial que no se sabe qué es” y hay otras a las que “les falla algo pero no se sabe el qué”. Eso es la fuerza, la pasión, la vida que tienen sus palabras… Que para algo la literatura es un arte, y el que pretenda objetivarla hasta el extremo creará obras sumamente correctas, pero artísticamente muertas.
Por otra parte, corregir una obra con una exaltación excesiva, sin utilizar el criterio estricto por el que se guiaría un lector profesional, tampoco es lo más adecuado.
Así pues, lo ideal debe ser escribir con pasión —con el alma, que diría un poeta— y corregir con objetividad, sabiendo en todo momento dónde está la esencia verdadera de la obra para dejarla intacta después del proceso de edición.
Como tantas cosas en la vida… ¡Qué fácil que es decirlo y qué difícil hacerlo!
Ikima, lo has expresado de maravilla, y sí, hay que mirar siempre la esencia de la obra y corregir con objetividad.
ResponderEliminarMe gusta que haya nacido un post sobre esto! :)
ResponderEliminarAhora no tengo tiempo de más, a ver si a la tarde me explayo más y edito de una vez el otro post!
Os voy a dar una idea que a mi desde luego me sirve.Imagianros que vuestra novela es un árbol cuya esencia es el tronco y las distintas tramas son las ramas que envuelven dicho tronco.
ResponderEliminarPor cierto, os quiero preguntar.¿De dónde sacáis tanto tiempo para escribir? ¿Qué hacéis para que os cunda?¿Usáis alguna metodología? ¿Os obligáis? Porque os digo la verdad cuando llego a mi casa estoy reventado y no me apetece sentarme a escribir y veo que tengo muchísimas ideas pero no avanzo y eso me está haciendo caer en una espiral muy mala.
Hola Enrique,
ResponderEliminarCreo que la única opción es marcarte un horario y seguirlo a rajatabla. Eso te va a exigir estar todo el día controlando el reloj y aprovechando cada minuto. Un estrés absoluto, pero creo que es la única manera. Yo me obligo a escribir todos los días, excepto el fin de semana que dedico a la familia, y te aseguro que muchas veces no soy capaz de escribir nada. Pero es la única forma de mantener la disciplina. Renuncio a muchas cosas para poder escribir y me complico la vida sobremanera para poder sacar tiempo. Pero es la única forma de conseguirlo.
En fin, creo que lo mejor que puedes hacer es obligarte y marcarte una rutina casi inflexible para conseguirlo. Hace algún tiempo leí una entrevista a John Grisham en la que decía que con su primer libro se las apañó para sacar tiempo y escribirlo, a pesar de que su jornada profesional era de 70 horas semanales. Creo que es la que te pongo aquí,( yo la leí en el País dominical ).
http://www.elpais.com/articulo/portada/John/Grisham/elpepusoceps/20080829elpepspor_1/Tes
Tenía algunas cosas curiosas.
Otra cosa que hago es apuntar todo, o casi todo, porque cuando no lo hago, se me olvidan las nuevas ideas. Hay momentos muy productivos y otros muy improductivos, al menos en mi caso (hoy he roto con una racha de sequía absoluta de casi 10 días que me tenía desmoralizada).
Si tus ideas son buenas, haz lo que sea, pero no dejes que se pierdan. Ánimo.
Saludos a todos,
María
Hola Enrique,
ResponderEliminarHe comentado alguna vez que mi trabajo me permite, hasta ahora, escribir por las tardes, pero también renunciando a algunas cosas. Y cuando no he podido escribir por las tardes lo hago por las mañanas, o saco tiempo de donde sea. Al contrario que María, yo sí que escribo los fines de semana, siempre y cuando no trabaje. Esos días me permite avanzar mucho no me gusta desaprovecharlos.
Tampoc sé qué horario tienes tú, pero supongo, por lo que cuentas, que cuando llegas a casa tienes que atender a tu familia. Por suerte mi hijo tiene casi 14 años y se apaña con los deberes él solo. Le ayudo a estudiar algunos días cuando me lo pide, pero para eso también está su padre.
No te desmoralices. Si un día sólo puedes escibir una página como si son tres frases, mejor que ninguna. Leí una vez que Ildefonso Falcones había tardado 5 años en escribir La catedral del mar. Todos los días, después de trabajar, se ponía una en su despacho a escribir.
Así que ánimo. Esta es una carrera de fondo. Lo bueno es que no tienes ninguna fecha y puedes escribir sin presiones de ese tipo, sólo las que tú quieras darte.
Yo ahora estoy en una etapa en la que me ocurre exactamente lo contrario: tengo que contenerme para no escribir. Ya os comenté que tengo muchas cosas encima y a mí me ocurre que cuando me pongo a escribir es como apretar un botoncito o un resorte, y puedo pasarme tres horas con una escena sin posibilidad de detenerme. De una forma un tanto obsesiva, diría yo. Por ese motivo intento contenerme, porque ahora mismo quitarle 2 o 3 horas al estudio sería nefasto. De todos modos cada cual tiene una forma de hacer las cosas. Yo, por ejemplo, no soy disciplinada en absoluto. Todo lo contrario. Nunca sé cuándo se me va a ocurrir una idea o una frase buena buena, a veces se me ocurre como un chispazo, como si alguien me la acabara de susurrar al oído. Eso me suele ocurrir cuando paso un rato sin darle vueltas a la cabeza, observando simplemente, como cuando voy de copiloto en un coche. Entonces saco un papel, o incluso el móvil, y ahí apunto lo que se me ha ocurrido o a veces páginas enteras en el lugar más inoportuno del mundo. Por eso creo que más que estar sentada frente al papel, lo que en verdad hace avanzar mi obra es convivir con mi historia y con mis personajes a nivel imaginario. Les tengo siempre en cuenta, les recuerdo en muchos momentos del día como si les conociera en persona, y me planteo incluso qué harían ellos en determinada situación, o comparo su situación con la mía. Así estoy trabajando en mi obra aunque no esté escribiéndola, y creo que es por eso que de repente siento esa especie de frase susurrada que sirve de piedra angular para la próxima escena.
ResponderEliminarEn fin, toda una paranoia... pero muy efectiva, que es lo importante.
Madre mía.No sabéis cómo me habéis abierto los ojos.Me quedaré con un poquito del consejo de cada una porque los tres son muy buenos.Y ahora que he leído lo de Ildefonso Falcones, me he acordado de una frase que decía mi abuelo: "la paciencia es una sabia virtud.Hay que saber esperar tranquilo en la vida, sin prisas pero sin pausas.Las cosas buenas en la vida se cuecen a fuego lento"
ResponderEliminarAsí que ya sabéis: sin prisas pero sin pausa.
La verdad es que no me hace falta escribir mi respuesta a la pregunta de Enrique, porque pensaba decir lo mismo que Ikima!!
ResponderEliminarLo único que yo no hago es eso de apuntarme las cosas conforme se me ocurren (muchas veces me he propuesto lo de llevar una libretita encima para ello, pero al final nunca lo hago), pero por lo demás, mi procedimiento es como el suyo: soy obsesiva hasta la médula y cuando estoy escribiendo una novela, el proceso me atrapa de modo que no soy capaz de dejar de pensar en la historia y los personajes y de ponerme en su lugar.
A lo largo de los meses en los que he escrito la novela que he enviado a GA sí he intentado algo que jamás en la vida había hecho, que es ser disciplinada. Pero reconozco que eso de guardarme un tiempo al día para escribir, como una tarea programada, es algo que soy incapaz de hacer. Me temo que en cuanto empiezo a ver el hecho de escribir como una obligación, y no como algo que hago por placer, algo empieza a chirriarme. He sido consciente de que tenía que meterme caña para escribir la novela y tenerla lista para el concurso, y lo he conseguido, pero he escrito sobretodo los fines de semana. En mi caso me es mucho más fácil escribir cuando dispongo de mucho tiempo libre por delante, entonces puedo sentarme y no despegarme del ordenador en cinco horas. Sin embargo, la idea de "obligarme" a escribir durante una hora, o media, o tan sólo 15 minutos, cuando estoy cansada del trabajo de todo el día y lo único que quiero es salir a correr un rato y darme una ducha y luego descansar, es algo que no concibo, y que me parece, al menos en mi caso, incluso contraproducente.
En resumen, lo que decía Ikima: yo trabajo incesantemente en la novela a nivel mental. Voy maquinando y pensando lo que haría si fuese cada uno de los personajes, imagino cómo va a continuar la historia, la vivo como si fuese yo la protagonista. Pero no me obligo a escribir todos los días; prefiero esperar al momento en que pueda disponer de una mañana o tarde completa para hacerlo, y entonces me pongo a saco.
Total, un desastre si algún día me toca dedicarme a esto profesionalmente, entonces sí tendré que ser disciplinada quiera o no xD
Yo intento ser muy disciplinada, pero aún así tengo una libreta en el bolso y dos al lado del ordenador. En alguna ocasión me he tenido que levantar por la noche a escribir una frase que se me ha ocurrido, porque al final me doy cuenta de que no las apunto se me olvidan.
ResponderEliminarY al igual que Ikima, yo tengo una trama en la cabeza y pienso en ella. La novela infantil que escribí llevaba un mes y pico con la idea en la cabeza y en cuanto me puse la saqué en una semana y media (verano y una media de siete horas diarias)