viernes, 4 de marzo de 2011

Amnesia

Alguna vez he defendido por aquí que poseer memoria de pez es una gran ventaja. Para convencerme a mí misma de que esto era más cualidad que defecto, me basaba en el siguiente hecho demostrable: como olvido, puedo leerme un libro varias veces sintiendo la misma intriga porque, salvo honrosas excepciones que me han marcado muy profundamente (en el alma, supongo), no recuerdo, como quien dice, ni quién era el asesino. Mi mente tiene la particularidad de diluir recuerdos —buenos y malos—, lecturas, conocimientos y hasta hechos de considerable trascendencia en mi vida.

Conmigo no sirve eso de “mecanismo de defensa para olvidar lo negativo”. Yo lo olvido todo, sin discriminar. El monstruo comerrecuerdos que vive en mi cerebro es completamente ecuánime.

Ya sé que todos olvidamos, que el olvido es algo normal, que nuestra memoria tiene capas y se dedica a borrar los datos superfluos mientras dormimos… pero tengo que admitir que llevo un tiempo en el que mis lagunas mentales han pasado de ser una especie de cháchara eterna —releo felizmente, no guardo rencor a nadie, el sufrimiento no se eterniza— a alcanzar extremos verdaderamente preocupantes.

Ahora, en ocasiones ofendo a la gente quedándome completamente en blanco en mitad de una conversación y preguntando a mi interlocutor con cara de susto: “Perdona… ¿de qué estábamos hablando?”. Y cuando digo “en mitad de la conversación” es algo literal, ¡ocurre en una fracción de segundo! Naturalmente, todos lo achacan a mi falta de atención o a mi considerable capacidad de enmimismamiento, pero prometo que no es así. Yo estoy poniendo los seis sentidos en mantener esa conversación y, de pronto, la tierra bajo mis pies se convierte en un precipicio. Y me caigo. Por más que intento recuperar el control, recordar de qué hablábamos… ¡Qué angustia, por favor! Es como cuando te aprendes la lista de la compra de memoria pensando que no te faltará nada y al final sabes que te dejas algo pero no logras recordar el qué hasta que llegas a casa.

Desde aquí mis disculpas a todos esos interlocutores ofendidos o simplemente sorprendidos, que no pueden creerse que una persona de mi edad y que se pasa la vida estudiando esté perdiendo sus conexiones neuronales por quién sabe qué misteriosos entresijos de la mente humana.

En realidad tener mala memoria (situación estática), o lo que es verdaderamente alarmante, ver que no para de empeorar (situación dinámica y cuesta abajo), es una muy mala noticia para mis tímidas aspiraciones literarias. Pero bueno… no es, desde luego, el único obstáculo que hay que saltar en estas lides. Y los saltaré. Vaya si los saltaré. Siempre y cuando, claro, que no se me olvide.

4 comentarios:

  1. Ya veo que aún sigues dándole vueltas,
    no te atemorices, más vale que pierdas la memoria progresivamente, a que te salga un forúnculo bien hermoso en la nariz. Consuelate.jajaja

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  2. Y lo más terrible es que ambas cosas no son sucesos incompatibles. ¿Y si pierdo la memoria y además me sale el forúnculo en el Triángulo de la muerte? ¡Terrorífico! Un beso, "anónimo"...

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  3. Creo que sin saberlo estás siguiendo el hilo de algo que estás, estuviste, o estarás escribiendo. Al menos a mí que me ocurre lo mismo me lo explico así. Sin saberlo estamos recibiendo una onda que más tarde dará su fruto. A mí suelen odiarme también por lo mismo, pero tengo una ventaja, yo no soy rencorosa.
    Saludos

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  4. Dos cosas dos:
    la primera, algo que escribí en mi blog hace tiempo, q te casco aquí sí o sí porque va totalmente a cuento (estudiaba unas churri-oposiciones):
    Entre la memoria cuneiforme y la bulímica, la oposición a auxiliar administrativo
    Ya estamos otra vez, fiando nuestra suerte a la memoria. De oposita. ¿Acaso no recordamos la última vez? Quien dijo eso de "el que olvida su historia está condenado a repetirla"? No me acuerdo, un jesuíta español o italiano, listillo que intentaba vender su visión de la historia y que no se la discutieran, con lo que eso cansa.
    Oposito para mejorar mi fortuna: lo que significa ser una taqui-meca-lavandera, auxiliar administrativo, que es lo más bajo de lo más bajo en trabajos, justo al lado de maestro de pista en circo de pulgas.
    Y para eso lo único que la Administración convocante necesita es asegurarse de que recuerdas. Cosas fundamentales como las licencias y permisos que podrás pedirte cuando seas funcionario, o que tendrás jefes y cómo se llaman (subsecretario). "¿Quién puede más: tres osos o un subdelegado provincial?" (posible pregunta del test)
    Está la memoria fotográfica, flash que conserva con velocidad de fúlgura todo lujo de detalles. Y digo yo que en ella habrá subgrupos, en b/n o color, o de 100 ASA ó 40 ASA.
    Y frente a la fotográfica, está la mía: la memoria cuneiforme. Esa graba en tablillas de arcilla dos cosas y lo hace con dificultad, trabajosamente. Y luego no siempre recuerda lo que intentaba decir cuando hizo aquel signo, se dió a sí mismo aquella consigna, esa voz....
    De periodista ejercí la memoria bulímica, que es la del atracón y el regüeldo, también llamada memoria romana. Vas a algún sitio, aprendes algo de un tema, vuelves a la redacción, te metes dos dedos, lo vomitas... y ya puedes seguir siendo un individuo normal, o sea, ignorándolo absolutamente todo.

    (a veces, veo fantasmas, o la ley 7/2007 de 12 de abril.... y siento miedo)

    la segunda, que me da una rabia inmensa olvidar, sobre todo porque de qué sirve leer si no eres capaz de reproducir lo que lees, tanto para tu propio disfrute como para utilidad ajena? me pasa con mi hija y los libros que tiene q leer...
    sólo sirve lo que se puede utilizar y no es como agua entre los dedos de la mano, que moja y escapa a la velocidad ...del pensamiento.
    besos mil, como siempre

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