sábado, 27 de agosto de 2011

Se acerca el invierno

Supongo que a todos os habrá pasado alguna vez eso de estar absolutamente convencidos que algo no os iba a gustar, y al final tener que reconocer que estabais equivocados. No voy a mentir: a mí me ha pasado varias veces. Pero hoy estoy aquí para hablar del caso más alucinante, y el que más está provocando que tenga que tragarme mis propias palabras.

Suele sucederme una cosa, y es que cuando todo el mundo comienza a hablar de algo, cuando una obra (libro, película, videojuego...) se hace popular y allá donde voy no puedo evitar escuchar comentarios exaltados (y, luego, también comentarios de casi despectiva sorpresa cuando se me ocurre afirmar que no comparto las mismas impresiones, o que simplemente no me interesa demasiado), se me genera una especie de repulsión hacia la obra en sí. No puedo evitar pensar que, si bien una obra puede ser buenísima y ganarse genuinamente su legión de fans, en todo esto también juega mucho el boca a boca y, más allá de eso, el efecto borreguil. Porque, no nos engañemos, ese efecto está ahí. Es el que provoca que sigamos una serie o comencemos una saga sólo porque nuestros amigos y conocidos también lo hacen, y no porque verdaderamente haya despertado nuestro interés. Pues bien, suele darme rabia. Le suelo coger una cierta manía a la obra en cuestión, y si antes no la abordaba porque no me interesaba, después sigo sin hacerlo ya por principios, por cabezonería.

Hace ya años que varios amigos comenzaron a contarme maravillas de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin. Y ya entonces no puse mucho interés, pero fue por una causa muy sencilla: no me gusta la fantasía épica, por norma general. Leí El Señor de los Anillos más por ser algo que tenía que hacer, que por desearlo realmente. Me gustó, sí, y disfruté muchísimo con las películas, pero reconozco que no es lo mío. Sólo lo he leído una vez y dudo mucho que lo relea, cuando conozco gente, sin embargo, que se lo lee todos los años, en un ritual idéntico al que yo practico con libros muy, muy diferentes, y que no son para nada míticos. Pues eso, no me gusta la fantasía épica. Las razas y criaturas extrañas, la magia, las hadas y los elfos... Todo suele parecerme tan irreal, que no consigo meterme en situación y sentirme cómoda. Me gusta la fantasía, sí, pero muy mezclada con la realidad, de forma que me resulte algo cotidiano y que podría sucederme a mí (es el motivo por el que me divierte la saga Southern Vampires, por ejemplo, en la que se basa la serie True Blood). No sé, no voy a intentar que se me entienda ni voy a iniciar un debate sobre la fantasía épica. Todos tenemos géneros favoritos y otros que no nos atrapan y, en mi caso, la fantasía épica nunca me había atraído.

Y, en realidad, creo que sigue sin hacerlo, porque considero a Canción de Hielo y Fuego una obra muy diferente a lo que se suele encontrar dentro de la fantasía épica.

Total, que comencé a ver Juego de Tronos, la serie. Lo hice con escepticismo, más que nada porque mi novio estaba interesado en verla y se empeñó en que, al menos, la viese empezar. Vi el primer capítulo y me quedé más o menos igual. Vi el segundo y ocurrió lo mismo. No sé muy bien cuál fue el que marcó la diferencia, pero para cuando llegué al sexto o séptimo ya estaba enganchada. Los dos últimos terminaron de obsesionarme: creo que hacía muchísimo tiempo que no me emocionaba tanto con una serie. Y, ¿cuál es el resultado de todo esto? Pues, naturalmente, que enseguida comencé a engullir mis propias palabras y decidí que quería leerme los libros. Tuve la fortuna de recibir el primero como regalo, por lo que no tuve que pasar por la ignominia de ir a la tienda a comprar, yo, la persona a la que nunca le gustó la fantasía épica, el volumen.

¿Qué decir? He leído sus casi 800 páginas no sólo sin aburrirme, sino obsesionándome cada vez más. La serie, por cierto, creo que es la mejor adaptación de una obra literaria que he visto jamás, pero no me voy a extender con ello ahora. Tenía pensado hacer una pausa entre el primer libro y el segundo, que me han prestado, para no agobiarme ni sufrir de sobredosis, y para continuar con otra obra que me está obsesionando, que es el cómic Predicador. También me planteé la posibilidad de dejar el segundo pendiente, ya que me atraía la idea de llegar a la segunda temporada de la serie sin saber de antemano lo que va a suceder. Pero, sencillamente, no he podido hacerlo. He acabado abordándolo, y lo estoy devorando con ansia. Para gran regocijo de todos mis amigos fans de la saga, he de añadir, que por fin ven que les doy la razón.

No voy a seguir hablando de las maravillas de Canción de Hielo y Fuego, como la fan enferma en la que me he convertido. Simplemente quería hablar de ese fenómeno, de cuando algo no nos gusta, o, más bien, nos empeñamos en que no nos guste, y luego nos vemos obligados a cambiar de opinión. ¿Os ha sucedido alguna o muchas veces? ¿Con qué obras?

He de decir que, cuando sucumbo a algo, me suele dar rabia tener que acabar dándole la razón a toda esa horda de gente que cantaba maravillas sobre la obra en sí. Pero, la verdad, ahora no puedo indignarme: lo estoy pasando demasiado bien :)

Saludos!

miércoles, 24 de agosto de 2011

De nuevo en la cara A

Bueno, si os habéis pasado por aquí estos últimos dos días, habréis visto que he eliminado una entrada titulada "La cara B". Ante todo quisiera pedir disculpas por ello, en especial a tres de vosotros que habíais dejado un comentario en la misma: Míriam, Rafa y Violet. Es algo de muy mala educación eliminar una entrada que tiene comentarios, de modo que pasaré a exponer las razones de tan desagradable comportamiento. 

La entrada en cuestión no sufrió ningún proceso de edición ni de meditación. La escribí porque tengo cierto problema personal y alguien me aconsejó que escribiera al respecto, de modo que se podría decir que escribí como liberación. He aquí una primera contradicción de lo que digo en el texto, donde rechazo la catarsis de la literatura de plano. Creo que escribí el texto convencida de que no podría ayudarme en absoluto con mi problema, y por eso lo generalicé a cualquier texto y afirmé que escribir no libera; de hecho, siempre he pensado lo contrario.

No es la única contradicción. Si lo medito profundamente, como intentaré hacer, es probable que no piense muchas de las cosas que dije, pues me dejé llevar al buen tuntún; yo diría que prácticamente escribí en trance. Por otra parte, el problema personal del que hablo no tiene nada que ver con la literatura a pesar de que yo lo hubiese intentado enfocar de forma literaria. Vamos, que me he metido el zapato con calzador. 

En verdad, los demonios a los que hacía referencia en el texto no son literarios, ni mucho menos. Son, como digo, algo personal (psicológico), algo que no había contado a nadie hasta hace muy poco, por lo que siento que publicando ese texto escrito a bocajarro me he traicionado a mí misma, he atentado contra mi intimidad, y me arrepiento. Guardaré el texto en la carpeta íntima de los textos extraños, de donde nunca debería haber salido.

Aunque lo haya hecho, no era mi intención generalizar en el proceso de creación de otros escritores (ni siquiera en el mío, que es tan distinto a lo que dije en la entrada). Cada cual siente y crea como sabe y como le impulsa su propia naturaleza. 

Así pues, estas son mis razones que espero comprendáis. 

(Nota a Violet: he guardado tu extenso comentario porque me ha parecido muy importante comentar algunas cosas interesantes y porque te debe haber llevado tu tiempo redactarlo. Siento mucho haberlo borrado del blog. Si no te importa, te mandaré un mail. Besos). 

lunes, 15 de agosto de 2011

Ortografía en la red

Navegando por Menéame he encontrado esta noticia del Xornal de Galicia:


Google penalizará las páginas que contengan faltas de ortografía

Leyendo el artículo parece que será aplicable esencialmente a los medios de comunicación, de modo que no sé si afecta a los blogs o no. Por lo que entiendo se trata de una penalización a nivel de posicionamiento en las búsquedas no sólo por la presencia de faltas de ortografía en el texto sino también estilísticas, o por incoherencias, redundancias y falta de calidad general en los textos escritos. 

Particularmente me parece bien siempre y cuando los criterios de Google estén bien estipulados. Supongo que necesitarán una recua de correctores y redactores capaces de evaluar estos detalles y decidir en consecuencia, aunque a mí me da que lo dejarán en manos de una máquina. 

viernes, 12 de agosto de 2011

Campanita del lugar

Tengo una de esas semanas de crisis existencial en las que estoy como un charco en mitad de un camino de tierra. Estoy marrón y turbia, y todo el tiempo me siento pisoteada. Y parte de este sentimiento lo tiene la lectura. Sí, sí, tal como lo leéis: la lectura. Voy a explicarme mejor. Ya comenté unas cuantas entradas atrás que me había agenciado una serie de afamados clásicos para ver si merecían su fama universal (bastante presuntuoso por mi parte leer una obra maestra para eso en lugar de por tener la certeza de que voy a disfrutarla, lo sé). El caso es que sí, sin duda, merecen su fama, son obras geniales escritas por genios. Por eso he disfrutado mucho, muchísimo, como lectora. Esas obras geniales se disfrutan la primera vez que las lees, y luego siempre te queda en el corazón la pena de que ya nunca las volverás a descubrir (la sorpresa, la intriga, la emoción, la intensidad) igual que en el amor no se vuelve a las mieles del principio. 

Pero el disfrute como lectora y el dolor como proyecto de escritora han sido directamente proporcionales. Me han dejado hecha polvo. Yo jamás escribiré de este modo. Jamás seré capaz de recrear así una historia, de envolver, de llegar al alma, de entender tan profundamente el alma humana, y un largo etcétera. Y la frase final, la que más mella me hace: no sé qué pinto en esto, si yo no tengo talento. Esta es verdaderamente devastadora.

El caso es que le cuento estos sentimientos a mi pareja, que intenta consolarme como puede, diciéndome que bueno, que no me preocupe, que aunque no tenga talento he escrito la historia X, que a él le gusta mucho y que es muy entretenida (X = obra infantil que no me publican ni por asomo). El comentario acabó de hundirme del todo, y le digo:

"Eso es como si yo aspiro a escribir sinfonías como Mozart y tú me consuelas diciendo que he compuesto Campanita del lugar". Do-do-sol-sol-la-la-sol (Cam-pa-ni-ta-del-lu-gar). 

El caso es que hoy se ha dedicado a documentarse un poco, y me dice: "Pues que sepas que Mozart versionó esa canción 12 veces".Creo que mejor me dedico a leer y olvido de una vez las ínfulas de escribir. Lo peor de todo es que no puedo dejar de tararear la canción dentro de mi cabeza, es como un estribillo obsesivo que me persigue. Seguramente me estoy volviendo loca.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Antología de escritoras

Emerjo de la apatía veraniega para hablaros de un proyecto cercano del que he tenido noticias recientemente. Se trata de la Antología de Autoras, de Albis Ebooks.

Como su propio nombre indica, se trata de una antología para escritoras. Se pueden aportar relatos de cualquier temática dirigidos a público adulto. Podéis consultar las bases aquí. Tenéis hasta el día 10 de septiembre para aportar vuestras obras. Los relatos seleccionados serán publicados en formato ebook gratuito, que será promocionado por diversos medios.

La finalidad de Albis Off es mantener una publicación estable y regular que tenga su propio lugar y personalidad en la red, así como otros objetivos editoriales que surjan con el tiempo.

Por mi parte, sólo me queda animaros a que participéis :)