Quizás sea un mito o algún tipo de trauma infantil (habría que ver qué opinaba Freud sobre esto), pero parece que trabajar bajo presión da buenos resultados. Creo que ése es el verdadero motivo de que por ahora únicamente me haya presentado a concursos y no haya enviado de forma libre a ninguna editorial: el establecimiento de un plazo concreto para el envío hace que me ponga las pilas. En un envío que no va dirigido a ningún concurso cualquier día es bueno, y eso hace que sea demasiado fácil de posponer. “Ya lo enviaré mañana”. En cambio, cuando te ponen un día concreto (incluso una hora) o lo envías o te quedas fuera, sin participar. O sí o no, y punto.
Por eso creo que esta presión, al menos para mí, es muy positiva. Ocurre de forma invariable: el día que hago el envío para un concurso de lo único que tengo ganas es de seguir escribiendo, igual que ocurre el día en que conozco el fallo del jurado. Ganar, lo que se dice ganar, con el significado esperado (RAE: Obtener lo que se disputa en un juego, batalla, oposición, pleito, etc) no creo que gane, pero quizá de estos momentos de trabajar bajo presión pueda sacar una buena historia. ¿Qué opináis vosotros? ¿Os ocurre lo mismo?
Habrá quien arguya que escribir es un hecho artístico y creativo y que, como tal, no se puede llevar a cabo con prisas, ni con nervios… que requiere su tiempo y su meditación. Es cierto. Aclarar que en este caso no concibo la presión como prisas o angustia, sino, simplemente, como la fuerza impulsora que me pone en movimiento. Hoy es un día de esos en que tras el envío mi motor se pone en marcha. Tendré que ir a aprovecharlo.