miércoles, 26 de mayo de 2010

Post edición

Los dos últimos posts de Elsa Aguiar, editora de SM, versan sobre la publicación. El primero, “Publicar sin que te publiquen”, del 9 de mayo, sobre la autopublicación y otras maldades de la red. El segundo, “Prefiero que me publiquen”, de 16 de mayo, sobre la publicación más tradicional, es decir, con editor de por medio y en formato papel.

Y meditando sobre estos asuntos me he dado cuenta de que la publicación, aunque sea a través de una editorial, incluso a través de ganar un concurso prestigioso, no es suficiente. Hay una evaluación posterior al proceso de escribir la obra, de corregirla, de enviarla, de ser considerada por un jurado, de ser declarada ganadora o apta para su publicación. Ahí ya no está tan sólo nuestra obra en juego, sino nuestro nombre como escritores. Sé que puede sonar tópico todo esto, pero lo ilustraré con ejemplos. Recientemente he adquirido dos obras que han sido galardonadas con el Premio Barco de Vapor:
- “Sombra”, de Pilar Bordons, Premio Barco de Vapor 2004
- “El Secreto de If”, de Ana Alonso y Javier Pelegrín, Premio Barco de Vapor 2007

Ambas han ganado el mismo premio y además de forma reciente, con pocos años de diferencia entre ellas. Y, sin embargo, son muy distintas…

Mi impresión como lectora es que cuando se presentó “Sombra”, difícilmente se pudo haber presentado al concurso una obra mejor. No he leído ningún otro original de los participantes en esa convocatoria, pero desde luego lo tuvieron muy difícil. Ni que decir tiene que me ha encantado y que la creo, incluso sin la relatividad que me aportaría poder compararla con sus competidoras, absolutamente merecedora del premio.

En cuanto a “El Secreto de If”, la impresión que me queda es muy distinta… Sin ser una obra mala en absoluto, no acaba de tomar esa forma esférica que adopta en mi mente un libro que me engancha. Está bien, pero… Tiene un pero y no puedo determinar cuál con exactitud. Creo que le falta pasión. Te apetece seguir leyendo, saber lo que sucede, pero los personajes no acaban de enganchar. De modo que me pregunto, inevitablemente, si fue la mejor obra que se presentó en 2007. Si los jurados se ven obligados a elegir un año entre varias obras estupendas y, al siguiente, o al otro, entre otras obras que, simplemente, “están bien”.

En fin. Hay un proceso de post edición mucho más importante que la edición en sí. Cuando te enfrentas cara a cara al lector, todavía habrá un motivo que nos quitará el sueño más que ahora el hecho de publicar.

¡Qué vida más estresante esta de escritor!

lunes, 10 de mayo de 2010

Incertidumbre

Por aquí ando, después de tiempo en silencio :)

He titulado este post Incertidumbre, y es que ahora mismo no hay ninguna palabra que pueda resumir más mi situación. Me encuentro como en el aire en multitud de asuntos, y si bien ello guarda su pequeña porción de belleza, también guarda una gran porción de incomodidad.

Hacía tiempo que no sentía tantas dudas relativas a la literatura, y a mi futuro sobre ella. Supongo que mi cierta desilusión sobre ella es tan sólo el reflejo de cómo me siento en otros aspectos de mi vida (ya sabéis, los sentimientos de contagian de un área a otra).

Empezaré diciendo que, como muchísima gente ahora mismo, estoy sin empleo. Y eso me tiene desquiciada. Debería sentirme afortunada por disponer de más tiempo para escribir, pero mi inspiración ha decidido hacer eso tan propio de ella: desaparecer cuando más tiempo le puedo dedicar. Seguro que en un futuro, cuando ande ocupada y no tenga apenas tiempo para escribir, renacerá con toda su fuerza. Eso es así ;) El caso es que tras muchas vueltas y muchas dudas, he decidido ponerme a estudiar. No sé si alguna vez he mencionado que mi profesión no es que me apasione precisamente, y que llegué a ella y cursé esos estudios por azares del destino, y no por vocación. Me he torturado en infinitas ocasiones por no hacer algo más interesante con mi vida, pero solía consolarme diciéndome que, al fin y al cabo, mi gran sueño es ser escritora, y para lograr ese sueño ya estoy luchando. Y eso es verdad. Pero también es verdad que es duro trabajar en algo que te motiva poco o nada. Y es verdad, además, que siempre he sido un poco culo inquieto, y si bien me gusta escribir, también me gusta la fotografía, y el dibujo, y multitud de cosas más que no he tocado pero tocaría si pudiese tener siete vidas en vez de una. Total, que seguramente voy a comenzar un ciclo formativo de Diseño y Producción Editorial. Que, al fin y al cabo, tampoco se aleja tanto del mundo de la literatura.

Pero claro, me comen las dudas. Porque llevo siglos sin estudiar y me da cierto pánico dedicarme a eso y no a trabajar, o al menos no a tiempo completo. Pero bueno, supongo que si quiero dejar de sentirme estancada a nivel profesional, es lo mejor que puedo hacer. Y, además, el tema del empleo está tan mal, que o hago algo para ampliar mis posibilidades, o poca cosa veo en un futuro cercano.

Y siento soltaros este rollo que, en realidad, no tiene mucho que ver con la temática del blog. Pero ahora viene lo relativo a la literatura.

Mentiría si dijese que los libros de relatos de Calabazas en el trastero no han tenido parte de culpa, por decirlo de algún modo. Recibí todos los volúmenes publicados hasta la fecha, y varios relatos me han impresionado bastante. La mayor parte de los autores son noveles. Algunos son más o menos conocidos en la red, pero otros ni siquiera eso. Y eso, el encontrarme con relatos de gente totalmente desconocida que me han encantado, con relatos que además no están pulidos hasta la perfección, ha despertado mi consabido sentimiento de El arte, siempre, debería ser más visceral que formal. Y el resultado de todo ello ha sido cierta desilusión hacia el proceso que, nos guste o no, hay que seguir para ser un escritor consagrado. Porque sí, de acuerdo, he aprendido mucho desde que me tomo todo esto más en serio, desde que intento ser más correcta y escribir mejor. Pero no puedo evitar tener la sensación de que siempre hay algo que se queda por el camino. De que es muy difícil (que no imposible, pero muy difícil) mantener intacta el alma de lo que queremos transmitir, y al mismo tiempo ceñirnos a todas las reglas formales que convertirán nuestro trabajo en una buena obra a ojos de las editoriales. O, al menos, para mí es difícil.

Todo esto me lleva a la frase citada por Begoña en los comentarios del post anterior: El verdadero talento no necesita público. Entendiendo por ello que no se trata de que un artista trabaje sólo para sí mismo, sino que no porque una obra no sea conocida, es mala. Y me pregunto hasta qué punto hago bien (y ahora hablo sólo de mi caso particular) tratando de ajustar mis obras a los criterios de un público masivo. Porque tal vez no se trate de captar a un público muy extenso, sino de captar al público adecuado. Me doy cuenta de que, ahora mismo, me haría inmensamente feliz tener un relato publicado en Calabazas en el trastero (y que conste que no lo digo como algo quimérico: al fin y al cabo voy a participar en la próxima convocatoria, podría suceder!), y eso a pesar de ser una publicación pequeña y bastante difícil de encontrar. Pero, ¿por qué me haría feliz? Porque soy consciente de que tengo un montón de relatos escritos desde hace siglos que encajarían con lo que buscan, y, sobretodo, sé que su público valoraría mejor lo que es mi verdadero estilo, aquél con el que disfruto más a la hora de escribir. En otras palabras, he leído a ciertos autores en sus páginas que seguramente serían rechazados por una editorial enorme, y que tal vez jamás se conviertan en escritores importantísimos, pero que me han encantado porque escriben como y sobre lo que me gusta, y de los cuales compraría novelas enteras a ojos cerrados.

En conclusión, creo que echo un poco de menos la época en la que no me preocupaban las opiniones externas. Aquella época en la que escribía por el placer en sí de contar historias y plasmar sentimientos, y escribía lo que me daba la gana, sin pensar en el género o el público al que me dirigía. Cuando escribía para sacar algo que llevaba dentro, y punto. Me duele un poco darme cuenta de que, de todas mis obras, hay un par de las que estoy especialmente orgullosa y que son las que menos salida real tienen, porque no sabría a dónde enviarlas, y porque sé que si tratase de modificarlas para hacerlas aptas para el gran público, perderían todo lo que tienen de mí.

Como he mencionado en otras tantas ocasiones, y como ya sabéis, imagino que lo mejor es tratar de encontrar el equilibrio. Escribir algo que pueda llevarnos al éxito, pero disfrutando con ello. Porque, al fin y al cabo, debemos escribir para disfrutar, no podemos convertirlo en una tediosa rutina más.

Ahora estoy escribiendo una obra que espero poder presentar a varios concursos, y aunque se trata de una historia que hace unos años jamás hubiese escrito, estoy disfrutando con ella. Más de lo que esperaba en un principio. Pero sé que mi verdadero yo (el anárquico, el que no conoce de literatura correcta) me está llamando, reclamándome una atención que le tengo negada desde hace tiempo. Y me temo que, en cuanto acabe la obra actual, tendré que rendirme a él, aunque eso signifique pasar un tiempo (no sé cómo de largo) sin dar a luz ninguna obra presentable...

Disculpadme si os he aburrido :) Saludos!

martes, 4 de mayo de 2010

Picasso me pica

Para qué nos vamos a engañar. Es un título sugerente, divertido. Seguro que tras estas palabras se esconde una serie de poemas infantiles originales y bien trabajados, unos poemas merecedores de un premio. Pero, aunque admito que me gusta mucho, también es, al menos hoy, el título de mi decepción. Picasso me pica mucho, muchísimo, como nunca antes me había picado. Con esta obra, Ignacio Sanz Martín se ha alzado con el IV Premio de poesía infantil "El Príncipe Preguntón", en el que yo también participaba.

Por supuesto, y ante todo, mi enhorabuena.

No es que tuviera la esperanza consciente y racional de lograrlo (por lo visto se han presentado 156 originales), pero sí esa otra, la de los ilusos y los desahuciados, que siempre se despeña desde más arriba que ninguna. Por suerte (o por desgracia) es la misma esperanza terca como una mula que me ha impulsado a ponerme a escribir nada más conocer el fallo del jurado.

sábado, 1 de mayo de 2010

Primero de mayo

Todos los "días de" empiezan con el buen tiempo. El Día del Niño, el Día del Libro, el Día del Agua... Todos estos se han sucedido en las últimas semanas. Es algo que me ha llamado siempre la atención, así como el hecho de que el día de hoy, Día del Trabajo, sea festivo. Me parece una especie de contradicción. Claro que... si hay un día dedicado al trabajo, es porque normalmente trabajamos mucho (igual que hay muchos niños, muchos libros y mucha agua, y merecen su día). Y si normalmente trabajamos mucho, ¿qué mejor forma de celebrarlo que dedicar un día a descansar? Pero me pregunto... ¿cómo celebra el Día del Trabajo un escritor consagrado? ¿Hace huelga y deja de escribir? ¿Se obliga a sí mismo a no pensar ni un segundo en su próximo o presente libro? No creo que sea posible. Hay profesiones con jornadas de ocho horas, y hasta mañana. La de escritor no es una de ellas. Se es escritor las 24 horas del día, y todo lo que se ve, se oye o se lee sirve como inspiración, esté o no esté prohibido, se celebre o no se celebre. Porque por todos lados hay muchos niños, muchos libros y mucha agua, y las palabras no pueden ser silenciadas por ningún piquete.