En esto de la escritura, al principio yo era un poco ni-ni. Me explico. A nivel de textos, sólo quería dedicarme a escribir aquello que realmente me gustaba, sin asumir que por el hecho de querer escribir un libro completo también tenía que apechugar con algunas tareas arduas y hasta aburridas (creo que es lo que caracteriza a los miembros de este colectivo, prestar sólo atención a la satisfacción de placeres inmediatos, sin ningún tipo de aprecio por los logros con sudor y esfuerzo).
En mi caso, el resultado era un montón de fragmentos desmembrados, muy bonitos, sí, pero sin ton ni son, sin disciplina. Llevo varios años haciendo un esfuerzo descomunal por mejorar eso, y como resultado de este proceso de desni-nización estoy comenzando a asumir mis responsabilidades como aspirante a escritora con obra publicada. Porque, como apuntó Elsa Aguiar en su blog, "escribir bien y escribir una buena novela son cosas diferentes". De modo que para escribir una buena novela debemos asumir ciertas obligaciones. A mí se me ocurren varias que indico a continuación:
-Escribir lo que le conviene a la obra, y no lo que nos conviene a nosotros. Ésta es la más importante. La conveniencia y el deseo son cosas que con frecuencia no coinciden. A lo mejor a mí me apetece en ese momento extenderme en detalles y más detalles, hacer un ejercicio de demostración de mi estupenda retórica, y resulta que lo adecuado para la obra es un pasaje tenso, inquietante, de frases cortas y carentes de paja. Esto implica una renuncia o bien un aplazamiento. Debemos renunciar a escribir el texto descriptivo o escribirlo como desahogo y no incluirlo en el texto del libro. Más adelante, cuando nos cansemos de descripciones, podremos continuar tal y como la obra pide y no como nos pide nuestra sinrazón.
-Probar cientos de construcciones gramaticales, darle cientos de vueltas a las cosas, corregirlas mil veces y no ser permisivos. En todo caso, más exigentes de lo normal. Como ejemplo se me ocurre que cuando doy clases particulares a miembros de mi familia, aunque intente contenerme, soy más exigente que con los que no lo son. Es mejor ser exigentes con nuestra propia obra que dejar que luego venga otro y nos la suspenda con razón. Ya sabemos que se puede suspender habiendo estudiado, pero aprobar sin haber estudiado nada de nada es cosa de chuletas o de milagro.
-Escribir todos los días, aunque sean 15 o 20 minutos. No me refiero a escribir el texto en sí de la obra. Si no estamos inspirados, o las palabras hay que sacarlas con pinzas, está bien escribir en una hoja apreciaciones sobre el argumento. Cosas que pueden suceder, pequeños detalles que aporten algo... En mi caso escribo más palabras de supuestos y anotaciones que de libro. Esto no era así antes, claro. Escribir anotaciones es muy aburrido, estructurar una escena o un capítulo es un trabajo en apariencia poco artístico, casi de disección científica, que no suele ser demasiado satisfactorio. Este tiempo de escribir se puede sustituir por tiempo para pensar, siempre que utilicemos los mecanismos oportunos para no olvidar las ideas que vayan surgiendo. Es muy frustrante la sensación de "he tenido una idea que me encantaba, pero la he olvidado".
-Siguiendo en la línea del comentario anterior, es importante apuntar cualquier cosa, por pequeña que sea, pues puede ser el germen de una gran historia o bien de una gran escena dentro de nuestra historia ya iniciada. Para este menester es muy útil el bloc de notas del teléfono móvil o utilidades por el estilo, para usarlo en cualquier lugar: la cola del súper, el transporte público, el gimnasio o incluso en el lugar de trabajo. Bastan cinco o seis palabras, no quiero que despidan a nadie por mi culpa por uso indebido del teléfono móvil en horario laboral, que ya sabemos la palabra que nos viene a todos a la mente... La ventaja de esto es que después, al llegar a casa y pasar esas anotaciones a un cuaderno o al ordenador, generalmente surgen nuevas ideas y así vamos estirando del hilo.
-Volver sobre las mismas ideas. Nuestra mente no siempre está igual. Es posible que hoy tengamos una idea buena, pero que, si la rememoramos mañana, tengamos otra idea buena relacionada con la primera y así, ladrillito a ladrillito, vayamos construyendo un argumento sólido y convincente. Lo único que se me ocurre para esto es releer lo escrito con frecuencia, y también suele ser tedioso.
En fin, son sólo algunas ideas. Cada cual tiene su método de trabajo, de modo que no tiene por qué funcionar con todo el mundo. Lo que está claro es que, en cierto modo, siempre será necesario obligarnos para aprender. El método ni-ni ya sabemos que no funciona.